Hace medio siglo, un general de pecho inflado y lentes oscuros quebró la democracia chilena de un sanguinario golpe. Hizo torturar, desaparecer y ejecutar a miles de personas, pero lejos de la condena unánime, la figura de Augusto Pinochet ha vuelto a emerger con fuerza en Chile.
El militar, que murió en 2006 sin pisar una cárcel o un estrado judicial, es el símbolo de la derecha ultraconservadora que domina el panorama electoral chileno, cuando paradójicamente gobierna la izquierda heredera de Salvador Allende, el presidente marxista que Pinochet derrocó hace medio siglo en plena Guerra Fría, con el visto bueno de Estados Unidos.
“Es el único dictador de Occidente de la historia contemporánea que a 50 años de haber dado un golpe de Estado tiene más de un tercio de la población a su favor”, señala la socióloga Marta Lagos, directora de la encuestadora Mori.
En efecto, nunca antes Pinochet había sido tan popular en democracia como ahora: un 36% de la población cree que “liberó a Chile del marxismo”, según las encuestadoras Cerc-Mori. Hace una década, Pinochet obtenía su más baja adhesión: 18%.
Un “estadista”, lo llamó hace poco el abogado Luis Silva, del Partido Republicano y el más votado en mayo en la elección del consejo que redacta una nueva Constitución que, en teoría, debe reemplazar a la que promulgó la dictadura (1973-1990).
El Partido Republicano, que controla ese consejo, ganó fuerza en medio de la nostalgia de los pinochetistas y la preocupación de una mayoría de chilenos por la inseguridad (el 54% la considera como el principal problema) y la llegada de migrantes.
“Estadista jamás”, replicó el presidente Gabriel Boric, de 37 años y quien no había nacido cuando se produjo el golpe de Estado de 1973.
“Fue un dictador, corrupto y ladrón”, agregó el único de los cinco presidentes posdictadura que lo ha condenado públicamente.
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Blanda transición
El 11 de marzo de 1990, Pinochet entregó el poder tras perder un referendo, pero permaneció otros ocho años al frente del Ejército. Fue senador “vitalicio” hasta 2002, cuando renunció.
Murió a los 91 años cuando estaba bajo arresto domiciliario por tres casos de violaciones de derechos humanos y uno de malversación de fondos públicos. Su dictadura de 17 años dejó 3.200 víctimas entre muertos y desaparecidos.
Los desaparecidos fueron 1.469, de los cuales se ha logrado identificar a 307, según informes oficiales. El resto, 1.162, siguen desaparecidos. ¿Dónde están?, todavía se preguntan sus familias medio siglo después.
La Concertación Democrática, una coalición de partidos de centro izquierda, gobernó por 20 años tras el fin de la dictadura sin meterse jamás con la figura de Pinochet. Esa transición “blanda” le terminó dando “validez”, explica la socióloga Lagos.
“No es solo la reproducción de lo que pasa en buena parte del mundo con un rebrote de la derecha más radical, sino que en Chile los gobiernos de centro izquierda pecaron por omisión”, coincide el analista de la Universidad de Santiago Marcelo Mella.
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Inspirado en la teoría de libre mercado de los “Chicago Boys”, Pinochet aplicó el modelo privatizador bajo el cual Chile vivió años de prosperidad y estabilidad económica.
El exministro de la Concertación Jorge Arrate cree que la figura del dictador se ha mantenido vigente –con periodos de mayor o menor popularidad– en tanto que nunca se reformaron “las instituciones básicas del neoliberalismo”.
En 2019 estalló el descontento popular con masivas y muchas veces violentas protestas contra la desigualdad social que engendró el modelo de Pinochet. La izquierda ascendió al poder con Boric, pero perdió el referendo sobre su propuesta de nueva Constitución.
Después de esa “borrachera” de izquierda vino una revalorización de lo opuesto: Pinochet y “la figura del orden” que enarbola el Partido Republicano, dice la historiadora Patricia Arancibia.
El exilio
La dictadura, así mismo, generó el mayor movimiento migratorio en la historia de Chile: Poco más de 200.000 personas se exiliaron, según la independiente Comisión chilena de derechos humanos.
Funcionarios del gobierno de Allende, dirigentes sindicales, obreros, estudiantes, campesinos debieron abandonar el país junto a sus familias. Suecia, México, Argentina, Francia y Venezuela fueron los principales países de destino.
La mayoría pudo regresar a Chile a partir del 1 de septiembre de 1988, cuando un decreto autorizó su regreso, un año y medio antes del final de la dictadura.
Silencio en las aulas
Pinochet nunca fue juzgado por los crímenes de la dictadura, por lo que tampoco recibió una sanción social unánime. Faltó tiempo para condenarlo, afirma el expresidente de la Corte Suprema entre 2010 y 2012, Milton Juica. Durante el régimen militar, ese tribunal fue “completamente afín al régimen”, señala.
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Recién a partir del 2000 comenzaron a investigarse en profundidad las denuncias por secuestros, violaciones, asesinatos y torturas. Unos 250 militares están presos por violaciones de los derechos humanos.
Recién este año la Corte Suprema emitió sentencias definitivas en casos emblemáticos como el de la “Caravana de la muerte” o el asesinato del cantautor Víctor Jara, en 1973.
“Muchos de quienes dijeron que nunca iban a ir a la cárcel, empezaron a ir”, sostiene Juica.
También en los colegios se comenzó a hablar tarde de la dictadura, a la que los libros escolares reseñaban como gobierno militar. “Hubo un silencio de casi 20 años”, critica el profesor de Historia Francisco Hevia.
Desde 2009 “hubo un cambio y se da cuenta de que fue un régimen autoritario impuesto por la fuerza”, agrega este profesor, que nació el año en que regresó la democracia a Chile.