Las intervenciones en el espacio público que han hecho las autoridades en las primeras semanas del año develan un problema que no es nuevo, pero que genera alerta: la exposición de menores de edad a los riesgos de la calle.
Uno de los casos más recientes se conoció el fin de semana, cuando un niño de 5 años y una niña de 4 fueron rescatados por la Policía de Infancia y Adolescencia, que los encontró en un cambuche de plásticos sostenidos con palos, entre desechos, precarias condiciones y solos con un hombre que no era su familiar.
La madre los habría dejado allí, en una zona verde de El Poblado, y luego de ocho horas los habría buscado en la Comisaría de Familia, en aparente estado de alicoramiento, según el reporte oficial. Los dos hermanitos están en un hogar de paso para el restablecimiento de derechos.
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Durante las jornadas que hacen las patrullas de Atención para la Infancia Segura, se verifican con frecuencia las zonas donde se instalan cambuches porque en muchos casos estos son habitados por familias numerosas en las que se encuentran niños y niñas. A los menores de edad siempre se les deben verificar sus derechos, y a la familia se le ofrece la ruta de atención a través del grupo social de la línea 123.
El panorama que apenas se empieza a avizorar este año fue preocupante en el que acaba de cerrar. En 2023, las autoridades del área metropolitana dejaron bajo protección a 2.861 menores de edad, por delitos sexuales, situación de calle, mendicidad, abandono y trabajo infantil. Las autoridades informaron también que un 43% de estos niños, niñas y adolescentes fueron dejados en protección por contextos de calle.
Intervenciones este año
Según la Secretaría de Seguridad de Medellín, por medio de intervenciones al espacio público se han recogido este año 21 toneladas de materiales y basuras con apoyo de Emvarias, de las cuales 3 toneladas salieron de El Poblado y 5 de la Plaza Botero. También han desmontado 145 cambuches, de los cuales 33 eran construcciones y los demás montajes con plásticos, como en el que hallaron a los hermanitos.
A José*, un reciclador que tiene acopio en una de las zonas verdes grandes de la ciudad, ya le tocó una de las intervenciones. Aunque se le llevaron una carreta y dice que lo perjudicaron para poder trabajar, reconoce que en la ciudad se incrementó no solo la cantidad de personas que cumplen su mismo oficio, sino también la cantidad de basuras y cambuches. Él, por ejemplo, todos los días recoge y bota los desechos que no sirven, que otros dejan tirados en el suelo y que el viento se lleva, incluso, hacia la quebrada.
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Situación similar cuenta María Doris, quien tiene su cambuche, organizado en exceso, con cocina y todo, en los alrededores del Estadio. Nada puede hacer cuando otros llegan a quemar basuras o cobre, ahí al lado de la quebrada. Expresa que ha sido muy duro mantener el orden en su zona verde, donde también instaló un jardín, pero que lo hace con tanto ahínco que Espacio Público no se le llevó nada la semana pasada cuando la visitó.
Se queja, eso sí, de que sigue viendo niños y niñas en contextos de calle, utilizados para la mendicidad, caminando de un lado a otro, bajo el sol, a veces con un frasco de sacol en la mano.
“A una mujer que frecuenta estos lados ya le han quitado cuatro niños, porque los deja por ahí pidiendo. Y estos lugares, sobre todo de noche, son peligrosos, muy oscuros, roban los cables, dañan las lámparas, ha habido abusos sexuales y problemas hasta con apuñalados; a mí me han robado mis cositas mientras duermo”, apunta.
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Ese justamente es uno de los dos temores que siente Juan*, un migrante que llegó hace apenas unos días a Medellín, con su esposa y tres hijas de 1, 6 y 9 años. Ayer estaban en una carpa cerca de la sede principal de la Universidad Nacional, ataviados con bolsos, juguetes y otros elementos de primera necesidad que lograron traer luego de salir de Perú donde relatan que fueron víctimas de xenofobia.
Una de sus preocupaciones es que a las niñas, a quienes no permiten que pidan dinero ni estén solas en ningún momento, les pase algo, pues por lo pronto la única opción que tienen es armar la carpa para pasar el día y la noche: no han podido pagar una habitación, porque si lo hacen no tienen cómo comer.
El otro temor de los esposos es que les quiten a las menores de edad. La madre señala, mientras amamanta a la más pequeña y las otras dos juegan con unicornios de peluche, que un policía les dijo que si los volvía a ver por ahí llamaba al Bienestar Familiar.
Por eso, esperan que les brinden la ayuda que aseguran que van a buscar en la alcaldía, que hoy tiene el reto de limpiar la ciudad y controlar la invasión al espacio público que tanto creció en los últimos años, pero sin perder de vista el enfoque de derechos humanos para recuperadores, habitantes de calle y familias vulnerables.
Este medio consultó a la Secretaría de Inclusión Social sobre el tema, pero al cierre de esta edición no fue posible tener una respuesta.
Lo cierto es que la estrategia que se implementa y que se fortalecerá en la ciudad para recuperar o rescatar a niños, niñas y adolescentes afectados por los contextos de calle, se hace a través de las Patrullas de Atención para la Infancia Segura, que funcionan las 24 horas del día, los 7 días de la semana en el área metropolitana. Cuando rescatan a un niño o adolescente los dejan con las entidades competentes para el restablecimiento de sus derechos. Cualquier denuncia sobre un caso que atente contra los menores de edad se puede hacer en la línea 123.
*Nombres cambiados por solicitud de las fuentes.