En las noches calurosas de Azinhaga —un corregimiento a 120 kilómetros de Lisboa— el abuelo Jerónimo le decía al niño José: “hoy vamos a dormir debajo de la higuera”. Y bajo el follaje que filtraba a medias la luz de las estrellas le contaba historias, leyendas, anécdotas alucinadas que mantenían en vilo al pequeño hasta que el peso del sueño cerraba sus párpados. Con los años el niño se convirtió en el novelista más importante del siglo XX de Portugal, ganador del Nobel de Literatura en 1998. Y fue precisamente en la ceremonia de entrega del premio que recordó a su abuelo, un campesino que en el invierno llevaba a las crías de los cerdos a la cama matrimonial para salvarlas de una muerte segura. “El hombre más sabio que he conocido en toda mi vida no sabía leer ni escribir”, dijo el escritor ante un público compuesto por la aristocracia europea y la intelectualidad del mundo.
José Saramago nació el 16 de noviembre de 1922. Aunque el apellido de la familia era De Sousa, todos en el pueblo la llamaban Saramago por una planta que crecía en la zona. Los Saramago nunca fueron propietarios: los primeros años del escritor estuvieron marcados con fuego por la pobreza y las faenas agrícolas: “En la aldea anduve siempre descalzo hasta los catorce años”, dijo en Estocolmo. De esos tiempos Saramago adquirió una consciencia de clase que lo llevó a unirse en la adultez a las filas del partido comunista y una visión del arte centrada en la belleza del mundo y en el compromiso con los pobres. La precariedad de la economía familiar le impidió terminar sus estudios formales: muy pronto debió dedicarse a empleos alejados en apariencia de la creación literaria: trabajó en una herrería y en la burocracia de la seguridad social. Sin embargo, las historias del abuelo y la lectura en los textos escolares de fragmentos de las obras clásicas le hicieron tomar el camino de la escritura.
La primera novela de Saramago —publicada en los cuarenta, cuando ya estaba casado con la pintora Ilda Reis y era padre de Violante— pasó sin pena ni gloria. En esa década hizo trabajos periodísticos para Diario Noticias, del que fue expulsado, y escribió crítica literaria para la revista Seara Nova, un foco de la inteligencia de Portugal. Las convicciones ideológicas del escritor chocaron con los valores del salazarismo, un régimen instaurado en los treinta por António de Oliveira Salazar —época retratada en Sostiene Pereira, novela del italiano Antonio Tabucchi—. La militancia de Saramago lo hizo padecer la persecución de la dictadura, confinándolo a labores pequeñas en editoriales. Tradujo del francés los cuentos de Guy de Maupassant y los ensayos de Charles Baudelaire y libros de menor importancia, novedades ancladas a la coyuntura mediática.
El primer título de Saramago que llamó la atención de la crítica nacional fue la novela El año de la muerte de Ricardo Reis, una ficción publicada tras el triunfo de la Revolución de los claveles –que llevó la democracia a Portugal– y que retoma en clave imaginativa la vida de uno de los heterónimos de Fernando Pessoa, el otro gran escritor portugués del siglo XX. En los dos siguientes libros se perfiló el estilo narrativo de Saramago: la invención de un universo a partir de una pregunta sencilla: ¿qué pasaría si...? En La balsa de piedra (1986) la pregunta fue ¿qué pasaría si la península ibérica se desprendiera de Europa? Y en Historia del cerco de Lisboa fue ¿qué pasaría si los cruzados no hubieran contribuido en la expulsión de los musulmanes de la ciudad? En dichas preguntas descansa una reflexión sobre la configuración de la Unión Europea y la fragilidad del relato histórico.
La celebridad europea y mundial le llegó con las novelas El evangelio según Jesucristo y Ensayo sobre la ceguera. La primera obra consiste en un relato alternativo de los evangelios sinópticos que no soslaya los matices éticos de las actuaciones de los personajes bíblicos. En el primer tramo de la novela el protagonismo recae en José, un personaje menor en la historia del cristianismo a pesar de su vínculo con Jesús. El narrador cuestiona las decisiones de José, en particular el no haber dado aviso a los demás padres de los niños masacrados en Belén por los soldados de Herodes. Esta obra le acarreo a Saramago la censura de los curas y los pastores cristianos, que vieron en ella una postura herética frente a los instantes fundacionales del cristianismo. Ensayo sobre la ceguera crea una distopía en la que personajes anónimos enfrentan una peste de ceguera blanca que se desata sin razón. Una ciudad entra en crisis ante una emergencia sanitaria que hace aflorar los instintos básicos de la humanidad, y que no son los de la bondad y la empatía. En estos libros el estilo de la prosa de Saramago alcanzó completa madurez: la frase larga y muy culta en la que el narrador inserta digresiones y comentarios.
Tras su divorcio de Reis en 1970, Saramago se casó con la periodista española Pilar del Río en 1988 y se fue a vivir en la isla de Lanzarote. Desde 1997 en adelante, del Río fue la encargada de la traducción al castellano de los libros de Saramago. Las primeras traducciones al español estuvieron bajo el cuidado de Basilio Losada. La consagración definitiva le llegó en 1998 cuando la Academia sueca le concedió el Nobel de Literatura porque “con parábolas sustentadas en la imaginación, la compasión y la ironía permite aprehender continuamente una realidad esquiva”.
Sus actuaciones públicas no estuvieron por fuera del escándalo y la discusión internacionales. En 2002 le dijo a un reportero de la BBC: “Los judíos que han sido sacrificados en las cámaras de gas quizás se avergonzarían si tuviéramos tiempo de decirles cómo se están portando sus descendientes”. Esta afirmación desató la ira de Israel: se retiraron los libros del portugués de las librerías de dicho país. Un año después dirigió sus críticas a las dirigencias comunistas de Cuba, una isla con la que lo unía simpatías históricas. En una columna publicada en El País, de España, afirmó categórico: “Hasta aquí he llegado. Desde ahora en adelante Cuba seguirá su camino, yo me quedo”. Lo hizo tras enterarse del encarcelamiento de 75 opositores y el fusilamiento de tres jóvenes. De inmediato le llovieron los tomates de la izquierda latinoamericana.
José Saramago murió el 18 de junio de 2010: una leucemia crónica le causó un fallo multiorgánico.
Pilar del Río dirige la Fundación José Saramago, una ONG dedicada a preservar y difundir la obra del nieto del campesino portugués que contaba historias en las noches de verano.