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Todo son flores para Cardona y su familia

03 de agosto de 2008
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Una típica familia antioqueña es la que rodea la vida del atleta Juan Carlos Cardona.

Ellos son diez hermanos. Tres quedaron en el camino, pero la ligazón familiar es la que le brinda alientos para que el maratonista se ganara el cupo para correr en Pekín.

Los Cardona Ríos son un solo as de corazón. Su entorno es de alegría y felicidad, como las flores que cultiva Juan Carlos en compañía de la familia de su novia Viviana en las afueras de La Ceja, en el oriente antioqueño.

Para ellos como familia, de esas antioqueñas de antes, el sentido de pertenencia es el que los ha llevado a lo que son hoy: gente superada y con muchos sueños de vida.

Y si hay una responsable de que esto hubiera sucedido es Dora, 46 años, la mayor de esta decena de hermanos Cardona que se asemejan a esos fondistas que sacaron fuerzas de donde no tenían para poder aproximarse a la meta de sus vidas.

Es como si todos fueran de la mano después de la muerte de la mamá Laura Rosa. Como en las viejas novelas quedó el mensaje de uno para todos y todos para uno, en esa búsqueda del sustento diario que tienen, después de haber salido de los sacrificados caminos del campo, donde el verbo a conjugar es aguantar.

De su singular testimonio queda lo duro que fue cocinar con leña; tener que lidiar con vacas y marranos como agregados de una finca que tenía el nombre de sus pensamientos de la época: El Silencio.

Para su fortuna dejaron el campo. Atrás quedó la estricta posición del padre que los quería atar a una finca que no era suya.

Dora se hizo valer con su valentía, vino la independencia y con ello el avanzar en la existencia para conocer lo que era el estudio, otra clase de labores para los hermanos, e incluso el deporte base, ese que acogió al séptimo en el orden familiar.

"Juan Carlos tenía el delirio por el ciclismo en los tiempos de Lucho Herrera y Fabio Parra, pero una competencia en la que corrió con unos tenis prestados que le sacaron ampollas, lo vincularon del todo al atletismo de fondo", cuenta orgullosa Dora, esa voz cantante.

El cultivo de flores está a quince minutos de La Ceja. Y allá todos se aglutinan bajo un cálido techo lleno de amor.

Dora, Ana Miriam, Uriel, Alba Nury, Otoniel, Marleny, Juan Carlos, Rosa, Luis Evelio y David son los que andan atados al tronco familiar, que en cada cumpleaños hace de la vida un sancocho, una celebración o una dicha, para contarle a los que vienen atrás, hijos y sobrinos, que ahí están ellos para quererlos y poderles transmitir el idioma del ejemplo.

Como el que pone Juan Carlos cuando se traslada con sus zancadas a un promedio de 19 kilómetros por hora dando aproximadamente 35.000 pasos en el trazado de 42 kilómetros y 195 metros.

Pasos firmes
El rubio de ojos azules que va para China es casi que un punto de referencia de todo lo bueno que sucede en la casa de los Cardona Ríos. Desde el segundo piso que está acabando de construir, entrega el testimonio de una existencia sacrificada que según varios de sus hermanos "es responsable, serio, alegre y descomplicado".

Como en los diciembres o en las fechas especiales en los que un plato de comida caliente junta hasta a 36 familiares, alrededor de una buena conversación y las cartas, así esperan que a Juan Carlos le llegue la hora del maratón que quieren ver por la televisión.

"Esperamos con mucha ansiedad que Juan Carlos corra en Pekín. En los pasados Juegos de Atenas también nos juntamos todos para hacerle barra", cuenta feliz la simpática Rosa, otra de las que pone fuerza positiva por el hermanito, quien pocos meses atrás les dio una alegría más grande que el ganar un maratón: el pequeño Juan José, el hijo de Juan Carlos con su novia Viviana Villada.

Ambos comparten los pequeños sembrados de begonias y cartuchos, uno de los ingresos del deportista.

Ocho personas de la familia son las que devengan de las flores, las mismas que rodean a Juan Carlos después de los durísimos entrenamientos que realiza por las vías del Oriente, donde el único representante de Colombia en el maratón olímpico, ha tomado aliento, gracias al apoyo de sus nueve hermanos, especialmente de Dora que se convirtió en la mamá que no tienen, pero que ahora es el eje de los Cardona Ríos.

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