El 7 de agosto de 2010, en la Plaza de Bolívar, se encontraban entre la multitud dos chamanes con poderes sobrenaturales especiales, que les permitían resolver problemas imposibles para el resto de los colombianos.
El primero de estos chamanes era Jorge Elías González, un humilde campesino tolimense, quien fue contratado para evitar que lloviera en la ceremonia en la que el segundo chamán, Juan Manuel Santos, se posesionaba como Presidente.
Antes de la ceremonia, mientras el chamán encargado de evitar que lloviera se preparaba, frotando sus manos en medio de meditaciones y mirando la trayectoria de cada nube, el chamán Presidente se encontraba con su familia en la Sierra Nevada de Santa Marta, asistiendo a un templo ceremonial de Seiyua, intercambiando trascendentales ideas con líderes y representantes de los pueblos Kogi, Arhuaco, Wiwa y Kankuamo.
Más tarde, en la ceremonia de posesión, todo parecía funcionar: Un día sin lluvia y todos los poderes presidenciales recargados.
El nuevo Presidente en la tarima, cual chamán, se fajó un discurso en el que todos los problemas parecían fáciles de resolver: Prometió un país con un solo partido al que denominó La Unidad Nacional. Se comprometió con los que nada tienen y con los que se habían cansado de esperar. Deseó estudiantes bilingües y con computador. Empresas rentables y trabajo. Subsidios, salud y viviendas.
Prometió acabar con la corrupción y construir un nuevo amanecer. Sacó la palabra guerra de su diccionario, prometió combatir la guerrilla y enterró los odios. Luego de cientos de frases esperanzadoras, finalizó en medio de aplausos, gritando: ¡Le llegó la hora a Colombia!
Los colombianos presentes escuchaban el discurso en el que todo era fácil de solucionar y creían que en la ceremonia había un único chamán: el Presidente. Nadie imaginaba que, tras bambalinas, había un segundo chamán haciendo marañas para contener el aguacero.
Meses después, la Presidencia de la República reconoció que en la ceremonia había un segundo chamán encargado de evitar que lloviera, pero que quedaba claro que la Presidencia no había girado un solo peso para pagar sus servicios. También informó que la compañía operadora contratada por la Campaña Santos Presidente, que prestó algunos servicios durante la ceremonia en forma independiente a lo contratado por la Presidencia, encontró que uno de sus subcontratistas contrató de su propia iniciativa los servicios del chamán González, por la suma de $3.000.000.
Luego de todo esto quedé un poco enredado con dos cosas: la primera es que un chamán no contrató al otro chamán. En realidad, creo que al mejor estilo del elefante, a espaldas de la campaña política de un chamán, se contrató a otro chamán. La segunda es que el Presidente chamán está tranquilo porque fue su campaña y no la Presidencia la que pagó los servicios del humilde chamán. Es decir, probablemente la plata del humilde chamán la pagamos los colombianos cuando el Estado le devolvió, por reposición de votos, el dinero invertido a la campaña del Presidente chamán.
No entiendo por qué el Presidente aclara que quien pagó fue la campaña y no la Presidencia.
¿Acaso, ambas no eran manejadas por él?
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