La crisis financiera norteamericana ha adquirido un carácter global. Es previsible que la última década de este siglo termine bajo el signo de una recesión mundial. Con respecto a Estados Unidos, las siguientes observaciones resultan pertinentes. El plan de rescate aprobado por el Congreso, no obstante su magnitud, será insuficiente para solucionar la crisis financiera. Los mercados bursátiles lo interpretaron de esa manera. Así lo confirman también las recientes intervenciones masivas y novedosas de la Reserva Federal para suministrarle liquidez adicional al sistema internacional de pagos.
Varios factores explican esa reacción. La suma que se puso a disposición del Secretario del Tesoro es cuantiosa en términos absolutos, pero es pequeña en relación con la magnitud del problema y el costo que tiene conjurar una crisis financiera. Por lo general, ese costo fluctúa entre el 10% y el 20% del producto interno bruto del respectivo país. La suma autorizada por el Congreso, US $700.000 millones, equivale al 5% del PIB norteamericano. Se estima que el costo eventual para Estados Unidos de esta crisis será entre el doble y el triple de la cifra contemplada en el plan de rescate.
Por otra parte, habida cuenta de las circunstancias de emergencia en las cuales fue adoptado, el plan de rescate es de corto plazo. Las facultades extraordinarias concedidas al Ejecutivo expiran el 31 de diciembre de este año. La decisión de extenderlas o modificarlas le corresponderá al próximo Congreso. La restructuración del sistema financiero norteamericano y los cambios requeridos en las normas de regulación y supervisión del mismo harán parte de los problemas pendientes que esperan al nuevo presidente de Estados Unidos.
En medio de una crisis económica, durante la etapa final de un gobierno débil e impopular, el dólar se ha fortalecido y los bonos del Tesoro se han hecho más atractivos para inversionistas en búsqueda de seguridad. Lo cual constituye un voto de confianza en la economía de Estados Unidos y en la fortaleza de sus instituciones. El Departamento del Tesoro y la Reserva Federal han demostrado tener la autoridad, los recursos necesarios y la pericia requerida para evitar que un trastorno bancario se convierta en un colapso sistémico tal como el que condujo a la Gran Depresión de los años treinta.
El impacto de la crisis sobre los distintos países de América Latina va a depender de la diversificación de sus exportaciones, su vulnerabilidad fiscal, su nivel de endeudamiento, la calidad de sus cuadros técnicos y la coherencia de su manejo macroeconómico. Este no es el momento indicado para tratar de financiar gasto público con deuda externa o para adoptar políticas inflacionarias. Aquellos gobiernos que violan los derechos contractuales y atropellan a sus bancos centrales van a tener enormes dificultades.
Estas reflexiones del prestigioso economista brasileño, Edmar Bacha, son de una encomiable sensatez: 'Esta crisis va a estar con nosotros por un buen tiempo. Vamos a atravesar este año y el 2009 en crisis. Aun si los mercados financieros recobraran una relativa tranquilidad, la crisis fácilmente llegará hasta el 2010. La crisis va a ser fuertemente recesiva. Durante un buen tiempo, el mundo tendrá que funcionar con flujos de crédito extremadamente restringidos.'
'El Brasil está mejor ahora que en épocas anteriores y debe crecer 3% en el 2009. Pero la crisis llegó a Corea del Sur y a Rusia, países con abundantes reservas cambiarias. La cotización del dólar en reales ya se está acercando a 1.90. Debemos colocar las barbas en remojo, ponernos las sandalias de la humildad y dejar de decir que nuestra economía es poderosa y que somos invencibles.'
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