Me lo contó Rosa María Mateo, una de las figuras más populares de la televisión española.
Una mujer le había escrito una carta, desde algún pueblito perdido, pidiéndole que por favor le dijera la verdad:
-Cuando yo la miro, ¿usted me mira?
Rosa María me lo contó, y me dijo que no sabía qué contestar.
Del libro de los abrazos, de Eduardo Galeano.
Una cosa es mirarse al espejo y otra confrontarse con la imagen.
Hay que reconocer los esfuerzos que Teleantioquia con Aprendí a quererme y Canal capital con Crónicas de un sueño, hacen para ofrecer productos audiovisuales argumentales con propósitos educativos, preventivos y formativos.
Los televidentes colombianos están expuestos a elección a un buen número de programas de toda índole, reto que hace más difícil que se elija un dramatizado.
En el caso de Crónicas de un sueño se intenta dar a conocer la historia del país en los años 80, época espinosa de la que aún el dolor atraviesa miles de descendientes.
Aprendí a quererme quiere tratar temas protagonistas en todos los hogares que son motivo de interés por las entidades sanitarias: la anorexia, el desplazamiento, la drogadicción, el maltrato, entre otros.
Para todos la propuesta es interesante, importante incluso. Nadie lo niega pero todo está por verse. Estamos hablando de televisión y esto exige ciertas condiciones para que sea vista y no se eche mano del control y ejercer el zapeo, que se termine en la cama ronroniando, quedar con un sabor soso por el tiempo invertido o por el contrario conmovido por lo parecido a su propia vida o sorprendido porque se queda pensando.
Muy bien, la televisión es democrática y en ese sentido cada uno decide qué quiere ver y de qué quiere llenar su cerebro.
Educar, sensibilizar, tomar conciencia son buenas intenciones. El poder de este medio masivo es innegable y creer que con sociodramas la población puede entrar en razón y modificar su actitud y en lo posible su comportamiento, son retos que se lanzan al aire.
El televidente es cruel o justo. No está dispuesto a invertir su tiempo en algo que no lo entretenga con credibilidad.
La historia ya nos dirá si tal inversión y quijotada valió la pena.
Recordé a Victoria Camps en su libro El Malestar de la vida pública, les comparto:
…Todos los profesionales de la comunicación saben que educar o culturizar en televisión es otra cosa: más imagen, más variedad, más rapidez, más entretenimiento pues, si no es así, no funciona.
…Los recursos que ofrece la televisión pueden ser aprovechados para bien o para mal, y tan posible es conjugar el entretenimiento, la información y la educación, como impedir que actúen conjuntamente.
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