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La Pekín que honra la modernidad y al emperador

La capital de la República Popular China es una megaurbe con un legado antiguo.

  • La Pekín que honra la modernidad y al emperador | La Ciudad Prohibida, la residencia del emperador, es un conjunto de edificios declarados como patrimonio de la humanidad por la Unesco. Se calcula que lo visitan 14 millones de personas al año. FOTO CARLOS MONZÓN
    La Pekín que honra la modernidad y al emperador | La Ciudad Prohibida, la residencia del emperador, es un conjunto de edificios declarados como patrimonio de la humanidad por la Unesco. Se calcula que lo visitan 14 millones de personas al año. FOTO CARLOS MONZÓN
26 de octubre de 2013
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Basta cruzar la ciudad de Pekín, de un extremo a otro, para tener la sensación de colmena humana. Un viaje interminable entre carros y edificios con un aire industrial, que a veces deja atrás los perennes niveles de contaminación para revelar un legado milenario.

En el casco antiguo está La ciudad prohibida, el bastión amurallado de 980 edificios, construido en el año 1400, donde vivieron el último emperador, hasta 1912, sus 30 concubinas y su esposa, con una legión de 200 servidores. Repartidos entre un extremo y otro de la ciudad, el Palacio de Verano o el Templo del Cielo, concentran los vestigios del imperio.

La modernidad convive con la tradición. El rojo, el color de la fortuna y la protección, es un omnipresente símbolo. Está en la entrada de la puerta de una casa, en las columnas de los palacios imperiales, es un pequeño recuerdo, va en un hilo en un collar que acompaña la figura de Buda en jade.

En la ciudad capital de China, donde se concentran la manufactura de algunas de las más importantes empresas del planeta, viven 20 millones 700 mil personas. El mejor lugar para dimensionar esta urbe es el piso 80 de la torre más alta de Pekín, donde funciona un bar llamado Atmosphere.

Hay que ir en un día despejado. Los días de cielo azul son un privilegio inusual y los de bruma intensa hacen ver a Pekín como un Londres permanente.

¿Todos los chinos parecen iguales? Resulta ser una típica pregunta de viajero. Sí, con el tiempo, responde Jaime Daza, un arquitecto bogotano, que trabaja en Pekín desde hace siete años como diseñador de interiores.

El ideal de belleza chino es la blancura y este es el lugar para comprar cremas que aclaren la piel. Las mujeres van de sombrilla cuando sale el sol, para asegurar la apariencia de porcelana. Tienen una cara redonda en la mayoría de los casos. Ellas, como la guía turística Snow (su nombre occidental) los prefieren de rasgos angulosos, menos mongoles.

Octubre es muy turístico
En un país de 1.300 millones de personas, si por lo menos el uno por ciento de la población decide hacer turismo en la ciudad capital, destino obligado, resulta una multitud considerable. Y así se siente Pekín en octubre.

Las filas crecen en la plaza de Tiananmen. El objetivo principal es visitar el mausoleo de Mao Tse Tung. La imagen del líder chino, que se observa en un cartel gigante, en medio de la plaza se cambia cada tres meses. Y efectivamente, Mao parece un eterno adulto joven de piel de porcelana. Para los padres de Snow, esta visita es una muestra de respeto.

Los mayores, la generación que vivió la revolución de Octubre, que adoran a Mao como un dios, van con una especie de afán, quieren subirse de primeros en un avión o el metro. Empujan. No tienen la intención de molestar, es su manera de ir por el mundo.

Es usual encontrarlos en el parque que alberga el Templo del Cielo, un complejo de 273 hectáreas, construido durante las dinastías Ming y Qing, con el fin de hacer sacrificios para asegurar las cosechas y la lluvia favorable.

Van a jugar una especie de ajedrez, se reúnen en coros espontáneos a cantar o aprovechan las amplias zonas verdes, escasas en Pekín, para caminar o practicar deportes. Se acompaña con radios anacrónicos en los que escuchan música. Los aparatos se venden en las tiendas de tecnología entre móviles de última generación y tabletas.

Las nuevas generaciones
Un ritual que no cumplen las generaciones actuales con tanto apremio, que siguen la tradición del hijo único. Si quiere ver crecer la familia debe pagar por ese derecho o emigrar del país. La hija de Snow se cansa de jugar sola y espera a que llegue su mamá. Ella ha tenido un poco del sabor de occidente: vivió en San Francisco, E.U.

Cuenta que cada vez es más frecuente ver parejas divorciadas y el trabajo y la expansión de China en el mundo han hecho que emerja una clase pudiente que tiene mucho dinero. Es la que sostiene los precios absurdos de las grandes marcas en Pekín.

El costo de vida es alto en esta ciudad capital, y es usual que los trabajadores duerman en las factorías para evitar sobrecostos de una vida diseñada para laborar. Compran por internet y prefieren quedarse hasta altas horas en su lugar de trabajo. La soledad les pasa factura y cada vez se ven más mascotas en la calle.

En la calle Viangfujing Dajie, una zona turística, se puede entrar a un callejón donde venden escorpiones vivos para comer sujetados a un palillo, como si fuera un chuzo.

Comen mucho arroz frito en su vida diaria, cerdo, pato y cordero, la carne de vaca es costosa. ¿Comen perro? ya no se ve casi, dice Jaime, que alcanzó a probarlo cuando llegó.

Y ni qué decir de los derivados de la leche, como el queso, que son escasos y todo un lujo. Las generaciones actuales consumen menos vegetales y frutas, pero el té podría ser el único recurso para permanecer delgados entre tanta comida frita con aceite de maní.

La vida vale poco en un país sobrepoblado. Se escucha en las noticias que una pareja vende su hija para comprar un iPhone. El celular, como en otras partes, aquí también es un imprescindible.

Aunque está la tienda oficial de Apple, a unas cuadras se consigue la réplica por menos de diez dólares. Pesa lo mismo que un original, pero los íconos tienen un diseño extraño.

Además, ¿un iPhone con Facebook? esta red social, al igual que Twitter están bloqueados. Sí hay acceso a internet, aunque entrar a los sitios de medios de comunicación se vuelve lento. Hay palabras claves que si busca en Google remiten a vínculos inexistentes.

De acuerdo con una información de la cadena estatal CCTV, replicada por la agencia Efe, unos dos millones de personas trabajan "vigilando" internet en China.

Lejos de referirse a estos trabajadores como "censores", la CCTV asegura que su labor está más del lado del análisis, de conocer la opinión pública.

Weibo es el Twitter en China, pero según la información de Efe, "un comentario considerado "difamatorio" en la red puede acarrear penas de hasta tres años de cárcel, si consigue 5.000 seguidores o si es reenviado por otros usuarios más de 500 veces".

No resulta simple confirmar que esto suceda, pero no se siente esta paranoia para un extranjero, excepto cuando se advierte guardar las medidas de seguridad, como coger solo los taxis con la letra B en la placa. No hay que confiar demasiado en una ciudad inmensa, tan extraña y difícil de decodificar para quien no tiene el idioma, pero está dispuesto con los ojos bien abiertos a dejarse sorprender por este gigante urbano

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