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Juan Jaime, mucho más que un cura

Coloquial, humorista, juvenil. El padre Juan Jaime Escobar visita a su feligresía, a la que consentirá con dos de sus ovacionadas charlas.

  • Juan Jaime, mucho más que un cura | FOTO MANUEL SALDARRIAGA
    Juan Jaime, mucho más que un cura | FOTO MANUEL SALDARRIAGA
03 de septiembre de 2012
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El padre Juan Jaime Escobar lleva poco más de un año en México como rector de la Universidad Cristóbal Colón pero aún no se aventura a imitar, como lo hacía todo el tiempo aquí en Medellín, la jerga de los jóvenes. “Creo que no me saldría natural ponerme a decir híjole, no manches”.

Con la delgadez que todavía sorprende a muchos -hasta 2005 pesaba 170 kilos-, este experto conferencista, exprovincial del Colegio Calasanz, está celebrando 25 años de sacerdocio. De paso por su ciudad natal, donde tanto lo extraña una comunidad católica, el padre Juan Jaime habló de lo divino y de lo humano con EL COLOMBIANO.

¿Cuáles son las claves para dar una buena conferencia?
“Me costaría mucho dar un curso sobre cómo dar conferencias porque lo que yo hago me sale natural. Si le tuviera que hacer una disección a eso, diría que como mínimo hay que plantear temas reales en términos reales. El segundo punto es hablar de manera que la gente entienda. Tercero: conectar con sentimientos”.

¿Y el humor?
“La risa tiene una ventaja: hace que la gente se desproteja. El método que tradicionalmente hemos utilizado los curas para romper el cascarón es la cantaleta, que no funciona pero sí ofende. Cuando haces reír a la gente y le hacemos entender lo que vivimos, baja un poquito la defensa y podemos entrar a cuestionar si podríamos hacer un esfuerzo, cambiar, ser mejores, dejar entrar a Dios en nuestras vidas”.

¿De dónde saca ese lenguaje coloquial?
“No es fruto de una investigación, que ahora dicen sisas, calidoso, entoes qué (sic)... Yo soy una persona que mira mucho y está muy pendiente de los detalles. Veo cómo se comportan los muchachos, de qué hablan, qué les preocupa. De esa manera logro meterme en esa realidad”.

¿Nunca a través de la confesión?
“Sí, pero lo que pasa es que la relación mía con los muchachos desborda el universo de la confesión. Yo no soy un cura solo cura. Los muchachos me ven más como un amigo que habla con ellos. Muchas veces, cuando terminamos de hablar, les digo: ‘¿querés que además te dé la absolución?’”.

¿Cómo fue que sus conferencias terminaron masificándose?
“Yo en verdad soy un maestro que se puso a dar conferencias y se las grabaron en televisión. A mí me bastaba con conocer a Sebastián, Andrés, a Carolina, que eran mis alumnos. Por eso nunca me he hecho la pregunta del alcance. Dentro de mi lógica está hacer el mayor bien posible a la mayor cantidad de personas posible, y por eso no me puedo quedar quieto”.

¿Cuál cree usted que es la función principal del sacerdocio?
“Es una función testimonial. A muchos sacerdotes les pasa que cuentan como si no les hubiera pasado sino que lo supieran. No es lo mismo hablar de un Dios que conozco que hablar de un Dios del que soy profesional en conocer”.

La gente se había acostumbrado a verlo robusto, ¿por qué decidió hacerse la cirugía bariátrica?
“Yo era un gordo feliz, contento y descarado, porque no quería dejar de serlo. Pero tenía muchos problemas para dormir, para caminar. Todo estaba pasando de ser una cosa muy agradable a un pequeño calvario. Todo estaba colapsando, así que simplemente me hice la operación para mejorar mi salud”.

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