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El vuelo, de Robert Zemeckis o Denzel 747

  • El vuelo, de Robert Zemeckis o Denzel 747 | FOTO CORTESÍA
    El vuelo, de Robert Zemeckis o Denzel 747 | FOTO CORTESÍA
08 de febrero de 2013
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A Robert Zemeckis le gustan los medios de transporte. Si uno se fija en su filmografía se encontrará con aquellos "Carros usados" que tenía que vender Kurt Russell por allá en 1980, verá las huellas flameantes del DeLorean con el que Marty McFly volvía al futuro, se asombrará ante el vehículo extraterrestre que usaba la doctora Arroway en Contacto y gritará de alegría cuando se desplieguen las velas de la balsa que le permite a Chuck Noland dejar su condición de Náufrago. Y eso sin contar con los transportes de sus películas de animación, como El expreso polar.

Zemeckis sabe que el viaje y el mando de un vehículo son metáforas poderosas relacionadas con el control que tenemos sobre nuestra vida. Por eso decimos que "nos quedamos sin frenos" o le "metemos el acelerador" en determinados momentos de nuestra existencia. El título de su última película, El vuelo, no se refiere solamente al viaje en avión que el piloto Whip Whitaker comandará bajo condiciones extremas durante una de las secuencias más asombrosas que Hollywood ha producido en los últimos años. También está relacionado con esa sensación de volar sobre los demás que todo adicto (incluso el adicto al poder) siente cuando consume: estás más arriba que los otros, tu mirada lo abarca todo, te elevas hacia mundos que los demás no pueden ni ver.

Pero como ocurre con el vuelo de Whip Whitaker, por mucho que los adictos sientan que tienen todo en orden, siempre hay algo que se les sale de las manos. El comandante Whitaker pasará de héroe nacional a sospechoso judicial cuando encuentren en su sangre rastros del alcohol y de las drogas que había consumido antes de su hazaña. ¿Lo habría logrado sin ella?, ¿resta mérito a su comportamiento el hecho de que sea un alcohólico? Estas preguntas éticas y pertinentes logra formularlas el guión de John Gatins sin caer jamás en el aburrimiento, gracias a la impecable dirección de Zemeckis y a lo mejor de esta película: la fantástica actuación de Denzel Washington, justamente nominado al Óscar por ella.

Washington construye a su personaje despojándolo de ciertos gestos repetidos que suele usar en películas menos ambiciosas. Apela a su talento para que sean principalmente sus ojos, su mirada, la que nos cuente qué está sintiendo el comandante Whitaker tanto en los momentos de euforia como en los episodios de oscuridad que vive. Verlo es apreciar a un campeón de tenis que responde a todas las bolas de sus compañeros de reparto (especialmente al encantador personaje de John Goodman ) con tiros ganadores. Que como espectadores sintamos vergüenza ajena por su comportamiento cuando visita a su exesposa y a su hijo, es la mejor prueba del nivel de actuación al que nos referimos.

Si Robert Zemeckis deseaba volver a las películas con actores reales en pantalla por la puerta grande, lo consigue. Y si lo que quería era volver a sus adorados medios de transporte, no podía haber escogido un avión que volara más alto y con más potencia que Denzel Washington.

Twitter: @samuelescritor

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