Europa es un continente envejecido. Muchos de sus países están enfrentando el drama del descenso poblacional, ya que en varios de estos la tasa de natalidad es inferior a la de 2,1 por mujer, cifra necesaria para que exista el reemplazo generacional. Pero esta realidad ha llegado también a nuestro continente.
Un informe reciente de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), indica que la tasa de natalidad en Chile es actualmente de 1,8 por mujer, por lo cual se están implementando políticas para el crecimiento de las familias, inversión en tratamientos de fertilidad y algunas estrategias para que en un futuro no tan lejano el sistema de pensiones no colapse, cuando los ancianos superen ampliamente el número de jóvenes en edad laboral.
Europa ya ve las consecuencias del llamado invierno demográfico, donde la pirámide poblacional se invierte cada vez más.
Las causas las vemos en el día a día: un mayor atraso o cancelación en el proyecto de la maternidad, políticas agresivas de anticoncepción y aborto, la ruptura de los vínculos familiares o los bajos sueldos que no dan para pensar en un proyecto familiar que vaya más allá de uno o dos hijos máximo.
Un artículo publicado recientemente en El Mundo de España indicaba que luego de la crisis económica de 2008 la natalidad ha descendido en un 13 por ciento. Hoy el número de hijos por mujer es de 1,3.
El 20 por ciento de los nacimientos que hubo en el 2012 fueron de madres extranjeras y el promedio de la edad de acceso a la maternidad es de 31,6 años. Un país donde hay cada vez menos niños, menos hijos de españoles y más ancianos.
Benedicto XVI advirtió en su última encíclica Caritas in veritate que el descenso poblacional "pone en crisis incluso a los sistemas de asistencia social, aumenta los costes, merma la reserva del ahorro y, por consiguiente, los recursos financieros necesarios para las inversiones, reduce la disponibilidad de trabajadores cualificados y disminuye la reserva de "cerebros" a los que recurrir para las necesidades de la nación".
Además hay que ver las consecuencias culturales que trae el hecho de que nuestros niños crezcan cada vez más solos, sin hermanos, primos o con pocos de ellos.
Compañía que reemplazan por su mascota o sus miles de jueguitos electrónicos que están lejísimos de sustituir la cálida compañía de otros seres humanos.
Según el Centro Latinoamericano y Caribeño de Demografía (Celade), el número de hijos por mujer en Colombia está actualmente en un 2,3, lo que hace que en nuestro país también esté cada vez más cerca el drama del descenso poblacional.
Hay que ver si la baja natalidad será lo que nos saque del tercermundismo o si es necesaria más bien una mejor distribución de las riquezas que permita a las familias decidir con libertad y no con miedo a los supuestos peligros de la explosión demográfica, el número de hijos.
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