Esta historia no es locura: fue verdad. En 1969, David Rosenhan , profesor de Psicología, acudió a un hospital diciendo que escuchaba voces en su cabeza. Fue internado y diagnosticado con esquizofrenia.
Entre ese año y 1972, siete amigos y estudiantes terminaron en hospitales de Estados Unidos al afirmar que también escuchaban voces. Les diagnosticaron esquizofrenia y desorden bipolar. A todos les obligaron a tomar medicinas antisicóticas, 2.100 pastillas entre todos.
Entrados al hospital nadie se dio cuenta que estaban sanos. Era un truco. El experimento de Rosenhan apareció publicado en un paper memorable en Science en 1973. Su título: Estando sano en lugares insanos.
La conclusión era contundente: los psiquiatras no tenían una manera válida de diagnosticar la enfermedad mental.
Del experimento provino el Manual de Diagnóstico y Estadísticas de Desórdenes Mentales. Del texto van cuatro versiones y se prepara la quinta, que aparecerá en 2013 tras un proceso de revisión y muchas voces críticas.
Ese documento, quiérase o no, nos afectará, pues será base para el diagnóstico en distintos países. Además muchos médicos se especializan allí. Y aunque algunos psiquiatras se valen de su experiencia para diagnosticar, el Manual marcará las acciones de las aseguradoras, de modo que su importancia es bien obvia.
Es la revisión más extensa de enfermedades mentales en 30 años. Introducirá guías para calificar la severidad de los síntomas y retirará varios desórdenes, como el síndrome de Asperger (relacionado con autismo) y el desorden de personalidad paranoica, e incluirá otros como la adicción al juego y al sexo y los arrebatos por comer mucho.
La versión IV ha sido una locura: por la vaguedad de síntomas que define, muchos pacientes salen del consultorio más despistados al recibir varias posibilidades y no una. Otras condiciones benignas no aparecen en el Manual y los pacientes salen con un diagnóstico que desconcierta: sufren de "desorden no especificado". O sea: soy loco de no sé qué.
Digo loco en término coloquial y amplio, no despectivo ni discriminatorio, pues tener un problema mental no es sinónimo de locura. Véanse recientes estudios sobre los índices de enfermedad mental en el Aburrá y Medellín. Hoy todos tenemos algo desbarajustada la cabeza, difícil que no, y si no las farmacéuticas se inventan el desbarajuste.
En serio: algunos saldrán de la locura, otros comenzarán a padecerla. ¡Qué cosa!
Maullido: aterra que en Medellín existan casas de ajusticiamiento.
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