Mientras está presionado en vísperas de una competencia, como la que le representó su segunda medalla olímpica, Óscar Figueroa es callado, introvertido y hasta pasa por agrandado, especialmente con los periodistas, con quienes tiene un pacto de no entrevistas hasta después de terminadas sus competencias.
Por los pasillos del edificio 29 que ocupa Colombia, entre los pisos quinto y décimo, su figura seria y rígida, por la ansiedad, se paseó sin compartir demasiado con nadie en los días previos a la competencia en la que ganó medalla de oro.
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La víspera del día señalado llegó hasta la habitación 603, saludó, porque jamás pierde su cortesía, ni en los momentos de mayor presión, a quienes comparten...
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