En las tribunas del complejo Riocentro, escondida entre banderas de Colombia, una mujer miraba atenta la competencia. Ella, como nadie, sabía de los sacrificios que Óscar Figueroa había tenido que hacer para estar ahí.
Hermelinda Mosquera, la madre del deportista, esperaba con paciencia pero no gritaba. Temía -contó luego- que su hijo supiera que ella estaba muy cerca y perdiera la concentración que necesitaba para la competencia.
Mosquera había viajado el pasado miércoles 3 de agosto con su hija y su nieto, en medio del total hermetismo. Pocos sabían de su viaje y antes de partir dejó la instrucción clara: Óscar no podía saber que ella estaría también en Río, viendo de cerca cómo los sueños se hacen realidad.
Luego del último arranque, cuando...
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