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Una historia inspiradora: así fue como surgió el GEA, en defensa de la industria antioqueña

Este año Sura y Argos anunciaron el fin de sus participaciones cruzadas, y con ello, de un capítulo dorado de lo que por casi 50 años fue el Sindicato Antioqueño. Esta es la historia contada por el exejecutivo de Proantioquia, Adolfo León Gómez.

  • Santiago Mejía Olarte (izq.) y Ricardo Ángel Villa (der.) fueron los cerebros detrás del “Sindicato Antioqueño”, en defensa del empresariado paisa. FOTOS CORTESÍA
    Santiago Mejía Olarte (izq.) y Ricardo Ángel Villa (der.) fueron los cerebros detrás del “Sindicato Antioqueño”, en defensa del empresariado paisa. FOTOS CORTESÍA
  • Los empresarios invitados a participar en el movimiento en defensa de la industria antioqueña. FOTO CAPTURA DE PANTALLA
    Los empresarios invitados a participar en el movimiento en defensa de la industria antioqueña. FOTO CAPTURA DE PANTALLA
  • Don Santiago Mejía Olarte trabajó en silencio por la defensa de las empresas de Antioquia. FOTO CORTESÍA
    Don Santiago Mejía Olarte trabajó en silencio por la defensa de las empresas de Antioquia. FOTO CORTESÍA
  • Adolfo León Gómez, exsecretario de Proantioquia, contó con lujo de detalle la historia de la creación del Sindicato Antioqueño. FOTO CORTESÍA
    Adolfo León Gómez, exsecretario de Proantioquia, contó con lujo de detalle la historia de la creación del Sindicato Antioqueño. FOTO CORTESÍA
30 de diciembre de 2024
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El próximo 3 de enero se cumplirán 21 años del fallecimiento de don Santiago Mejía Olarte, uno de los decanos del empresariado antioqueño, mismo que defendió durante los intentos de tomas por parte del Grupo Santodomingo, Carlos Ardila Lülle y Jaime Michelsen.

Podría interesarle: La historia del desenroque del GEA, contada por Jorge Mario Velásquez: así se dio el acuerdo de Argos y Sura

En estos días que se habla del “fin del GEA” por cuenta del desenroque accionario de Sura y Argos, recopilamos la historia de cómo nació el Sindicato Antioqueño, encabezado por don Santiago y por Ricardo Ángel Villa.

Un capítulo de un libro que no fue publicado, escrito por el exejecutivo de Proantioquia, Adolfo León Gómez, narra la impresionante forma en que las compañías de estas montañas se articularon para defender un modelo de hacer empresa creando valor, desarrollo y bienestar.

El autor afirmaba que el ejercicio del periodismo lo había hecho escéptico, pero que “Don Santiago me impresionó por su inteligencia, la manera de juzgar las cosas y antever lo que ocurriría”.

Encuentre: “Hoy más que nunca el GEA está y estará”: así ven Sura y Argos su histórico desenroque

El texto no es un intento de biografía, pero resalta la influencia de Don Santiago en Antioquia. A continuación puede leer el capítulo titulado “La defensa de las Empresas de Antioquia - La concepción y creación de ‘El Sindicato’”:

La defensa de las Empresas de Antioquia - La concepción y creación de “El Sindicato”

La defensa de las Empresas de Antioquia, fuente de empleo y de progreso, fue siempre una de las constantes, de las obsesiones de Don Santiago. Cada que se hablaba de que alguna iba a trasladar su gerencia a Bogotá para un más eficaz lobby ante el gobierno central, y para refutar a quienes argumentaban que eso no importaba porque las fábricas seguían aquí, él hacía ver que se iban para la capital los ejecutivos más calificados, se llevaban sus familias, dejaban de construir o alquilar casas aquí, de enviar sus hijos a los colegios, de concurrir a sus clubes, de comprar sus seguros en la ciudad, de pensar en negocios para Medellín, etc.

Como él solía decir, “le daban las enfermedades más raras”. En uno de sus escasos viajes al exterior, en Panamá adquirió la llamada “fiebre de los legionarios”, la cual se transmite por medio de bacteria que se instala en los ductos del aire acondicionado. Estuvo al borde de la muerte porque en Medellín no se conseguía el antídoto. Repuesto de la enfermedad, me llamó a su casa para escribir (un) documento en el cual se consignase cómo había sido el intento del Grupo Santodomingo por tomarse a Suramericana de Seguros, empresa en la cual no tenía entonces ni una sola acción, y de cuya Junta Directiva no hacía parte aún, y cómo se había impedido.

(Para evitar que lo revelado por él llegase a divulgarse, llevé una pequeña máquina portátil, escribí allí su relación y una vez concluida se la entregué. Meses después, cuando el Dr. Gilberto Echeverri llegó al Ministerio de Desarrollo, en el gobierno del Dr. Turbay Ayala e inició gestiones para crear la Comisión de Valores, la cual nació adscrita a su cartera, Don Santiago le entregó dicho relato. Al Dr. Echeverri se le embolató y nunca lo pudo encontrar, pese a que lo buscó una y otra vez).

Los empresarios invitados a participar en el movimiento en defensa de la industria antioqueña. FOTO CAPTURA DE PANTALLA
Los empresarios invitados a participar en el movimiento en defensa de la industria antioqueña. FOTO CAPTURA DE PANTALLA

Allí se contaba, en síntesis, cómo dicho conglomerado había comprado un paquete apreciable de acciones de Suramericana y amenazaba con adquirir más, con el fin de tomarse la Empresa. Don Santiago llamó a Alfonso Mora, entonces presidente de Cervunión, y a Augusto López, el subgerente, y les propuso comprárselas a buen precio, si se comprometían a que el Grupo no volvía a comprar más acciones de las Empresas antioqueñas. Estos se comprometieron solemnemente a ello. Alfonso Mora tuvo siempre un respeto reverencial por Don Santiago, su amigo. Aquel, a quien me unió amistad relativamente estrecha después de que salió de Cervunión y hasta la semana anterior a su suicidio, cuando me visitó para que le pusiese “puntos y comas” al artículo que había escrito para El Mundo sobre el asesinato de Gilberto Echeverri, solía repetirme una y otra vez: “Yo le cumplí a Santiago. Mientras estuve en el Grupo Santodomingo no volví a comprar ni una sola acción de las Empresas Antioqueñas...”. Augusto López, cuando asumió la gerencia de Cervecería Unión, incumplió el compromiso.

Así fue frenado este primer intento del Grupo Santodomingo de tomarse las industrias de Antioquia. Después se produjo la compra de Coltejer por el Dr. Carlos Ardila Lulle. En ese entonces, no se hablaba de otra cosa que de la “toma de empresas”. El Grupo Grancolombiano, de Jaime Michelsen, compraba el 25% o menos de una Compañía –casos de Simesa Y Cineco– y votando en las asambleas, con ese paquete se hacía al control de su Junta Directiva y luego procedía a vender activos para obtener liquidez y emprender otra operación similar. Todas las Empresas se sentían amenazadas, pues el peligro era inminente. El martes 28 de marzo, Don Santiago Mejía Olarte y el Dr. Ricardo Ángel Villa citaron a una reunión a las 4:30 de la tarde en Proantioquia (piso 15 del edificio Banco de la República en el Parque Berrío) a los 12 principales dirigentes antioqueños del momento para convenir una estrategia para evitar la “toma” de más Empresas. Además de ellos, asistieron:

Dr. Pedro María Botero, presidente de Proantioquia; Dr. Sergio Restrepo Londoño, director de Proantioquia; Dr. Vicente Uribe Rendón, presidente del Banco Comercial: Dr. Jorge Molina Moreno, presidente de Suramericana; Dr. Adolfo Arango Montoya, presidente de Cemento Argos; Dr. Carlos A. Córdoba Congote, presidente de Noel; Dr. Fabio Rico Calle, presidente de Colcafé; Dr. Darío Múnera A., presidente de Colombiana de Tabaco; Dr. Iván Correa Arango, presidente del Bic; Dr. Jorge Posada Greiffenstein, presidente de Fabricato; Dr. Samuel Muñoz Duque, presidente Nacional de Chocolates; Dr. Carlos Ángel Villa, del Grupo Almángel.

Otros 5 convocados a la reunión no pudieron asistir: Dr. José Gutiérrez Gómez, presidente de la Corporación Financiera Nacional; Dr. Abel Pérez Gil, presidente de Tejicóndor; Dr. Tomás Santamaría, presidente de Cadenalco (Almacenes Ley); Dr. Juan Gonzalo Restrepo Londoño; Dr. Darío Moreno Restrepo, presidente de Grafi (Grupos Asociados Financieros).

Don Santiago Mejía Olarte trabajó en silencio por la defensa de las empresas de Antioquia. FOTO CORTESÍA
Don Santiago Mejía Olarte trabajó en silencio por la defensa de las empresas de Antioquia. FOTO CORTESÍA

Contra lo que se ha publicado a raíz de su muerte, en ese momento, Don Santiago no poseía “ni una acción de las Empresas” amenazadas, lo que hace más meritoria su acción, pues no litigaba en causa propia, ni buscaba defender sus intereses personales, lo que habría sido perfectamente lícito. Inició el movimiento para salvarlas, porque consideraba que representaban el esfuerzo de varias generaciones que urgía preservar.

Las empresas antioqueñas vivían una situación excepcionalmente difícil. Por el auge que aquí había adquirido el sistema de sociedad anónima, su propiedad estaba muy democratizada y de ellas eran dueños miles de accionistas, quienes no se preocupaban mucho por su manejo: les bastaba con recibir unos rendimientos por concepto de dividendos y de “crías”, o sea emisiones anuales de acciones a precios favorables. Sus asambleas eran cada vez menos concurridas y ello hizo que acabasen siendo manejadas por quienes poseían paquetes más o menos importantes o conseguían poderes de representación. No era raro que con mucho menos de la mitad de los accionistas se manejase una asamblea.

Mediante este mecanismo –control de un “paquete” de acciones– se produjo la “toma” de varias Compañías.

Don Julio Mario Santodomingo, el mayor accionista de Bavaria, y propietario del Banco Santander colombiano, (organismo de crédito diferente al que hoy tiene ese nombre) instrumento financiero que le daba una gran capacidad de maniobra, se había hecho al control de Cervecería Unión, la única compañía cervecera de Antioquia.

El Dr. Carlos Ardila Lulle, después de convertirse en el principal accionista de Gaseosas Lux, había adquirido el dominio de gaseosas Posada Tobón y posteriormente el de Gaseosas Colombiana, la cual poseía fábricas en varias ciudades.

El Dr. Jaime Michelsen, quien presidía tanto el Grupo Grancolombiano como el Banco Colombia –y tenía, en consecuencia, el manejo de parte muy importante del ahorro del público– se había “tomado” a Cine Colombia y a Simesa, cuyas Juntas Directivas presidía su hombre de confianza, el abogado Gustavo De Greiff, (quien después fuera el primer y muy discutido Fiscal) a quien se consideraba su “conciencia jurídica”. Este llegaba en la mañana en el jet privado de aquel, y lo parqueaba en el aeropuerto local mientras transcurrían las reuniones de ambas Juntas (una tras otra) y era hora de regresarse a Bogotá, ritual que se repetía cada semana.

Estas inversiones iniciales les dieron a los tres tan sorprendentes resultados, que, fundamentalmente con el apoyo de los Bancos que controlaban, y mediante el anterior mecanismo, penetraron otras Empresas y estaban en condiciones de llegar a dominarlas totalmente:

Santodomingo estaba comprando fuerte en Suramericana y con las acciones que poseía se aseguró un miembro en la Junta, en donde ubicó como principal y suplente, en su orden, a Alfonso Mora de La Hoz y a Augusto López Valencia, en ese entonces respectivamente presidente y vicepresidente de Cervunión.

Ardila estaba haciéndose a todas las acciones de Coltejer que podía adquirir. Y como esta poseía gran parte de las de Tejicóndor (un 37% a 38%), al comprar una Empresa se hacía automáticamente al control de la otra. Coltejer, además, era dueña del 12% de Suramericana. (Antes de cerrar la operación de compra de Coltejer, el Dr. Carlos Ardila accedió a vender las acciones de Tejicóndor, y así se evitó que al controlar totalmente a Coltejer obtuviese simultáneamente el dominio de aquella. Esta operación fue posible gracias a que el Dr. Guillermo Londoño Mejía, era grande amigo de Don Santiago y persona supremamente respetada, y ocupaba la Presidencia de Coltejer, de la cual era su representante legal. Convenida por Don Santiago la estrategia de salvación de Tejicóndor, se llamó a su presidente, Dr. Abel Pérez Gil, a su finca de recreo en Santa Fe de Antioquia, utilizando el teléfono de la cercana, “Mi potrero”, de propiedad del Dr. Jorge Delgado Giraldo, a quien le respondió ser testigo de esta operación. Ardila vendió también las acciones que poseía en Suramericana de Seguros. Se compraron, asimismo, acciones de Colseguros, para salvar al Banco Comercial Antioqueño).

Michelsen, por su parte, tenía “puestos los ojos” en la Compañía Nacional de Chocolates y en otras Empresas. En la práctica, todas se sentían inseguras y expuestas a sus maniobras especulativas.

Toda la actividad industrial discurría bajo el signo del pánico, pues se sabía que con la financiación de un Banco bastaba con comprar un paquete grande de acciones, hacerse al control de una Compañía, vender parte de sus activos (casi todos subvaluados) y realizar enormes ganancias.

Ante esta situación, y lo que se veía venir, Don Santiago Mejía Olarte, aprovechando la aceptación de que disfrutaba tanto en el Grupo del Banco Comercial como en el del Industrial, inició una serie de reuniones con quienes manejaban entonces las Empresas antioqueñas. Estas se realizaron en las oficinas del Banco Comercial, del Bic, de la Corporación Financiera, en Proantioquia, en su oficina del Edificio La Bastilla, en su finca de Rionegro, etc. Después se cumplió la de Proantioquia.

Partía él de la base de que aquellas no tenían un único dueño y que quienes las dirigían no eran sus propietarios, ni habían utilizado sus Presidencias y Gerencias para comprar acciones de ellas. La excepción (pero exclusivamente en cuanto a propiedad, no a compras) era el Dr. Adolfo Arango Montoya, el único que las poseía de Cemento Argos, “muy bien adquiridas”: heredadas de su familia. Podían, en consecuencia, cambiarse acciones de unas por otras o venderse (eso sí: al precio razonable del mercado) y con el objeto de poder defenderse. Se habló entonces de un enroque de estas Compañías.

Enrocarse es, en ajedrez, ejecutar un movimiento táctico extraordinario para defender las fichas principales. En Medellín se habló siempre de enrocarse. Donde se acuñó el calificativo de Sindicato, que es la palabra que se generalizó y se volvió antonomásica, fue en Bogotá, en reminiscencia de lo acaecido cuando el Dr. Mariano Ospina Pérez deseaba que el candidato presidencial para suceder al Dr. Carlos Lleras fuese el Dr. Misael Pastrana Borrero y este último fue postulado en la convención nacional conservadora. Allí, todos los aspirantes a la candidatura, encabezados por José Elías Del Hierro –por muchos años considerado “el hijo predilecto” del Dr. Ospina, quien lo había nombrado gerente de la Caja Agraria y ministro de Minas– se rebelaron y se unieron contra la jefatura del expresidente Ospina Pérez y las aspiraciones de Pastrana. Se habló, entonces, de que se había formado un Sindicato de defensa de los candidatos y en contra de Ospina y de Pastrana.

El apelativo se volvió de uso frecuente en el habla popular y acabó por aplicarse al movimiento iniciado por las Compañías antioqueñas para defenderse. No pocos lo utilizan sin tener conciencia exacta de su significado.

Todas las Empresas aceptaron entusiasmadas la propuesta de Don Santiago.

Para elevar el acuerdo a compromiso serio, este volvió a solicitar el concurso de su gran amigo, el Dr. Ricardo Ángel Villa, y por invitación de ambos se efectuaron dos reuniones en las oficinas de Proantioquia, entonces en el quinto piso del edificio del Banco de la República en Medellín, los días martes 28 de marzo y martes 4 de abril de 1978.

Proantioquia, en 1978, tres años después de su creación, por la prestancia de sus integrantes y por sus ejecutorias, era ya una institución sumamente prestigiosa y de un gran poder de convocación: ello permitió la confluencia allí de los directivos de las Empresas que se sentían amenazadas. Se dio el encargo al secretario de Proantioquia, Adolfo-León Gómez, de elaborar un acta conjunta de ambas reuniones, con el fin de que quedase la historia de las decisiones adoptadas. Este documento nunca ha sido hecho público en su totalidad: solo se revelaron apartes de él en el libro “Horizontes de Futuro”, publicado en 1996 por Compañía Nacional de Chocolates, con motivo de cumplir 75 años, y el cual incluyó parte de la historia de la creación de “El Sindicato”.

Adolfo León Gómez, exsecretario de Proantioquia, contó con lujo de detalle la historia de la creación del Sindicato Antioqueño. FOTO CORTESÍA
Adolfo León Gómez, exsecretario de Proantioquia, contó con lujo de detalle la historia de la creación del Sindicato Antioqueño. FOTO CORTESÍA

Después de las reuniones en las cuales se planteó y acordó la estrategia defensiva de las Industrias Antioqueñas, se ofreció a Don Santiago Mejía Olarte que dirigiera la “Operación de Salvamento”. Este agradeció la demostración de confianza implícita en la oferta, pero rehusó aceptarla. Propuso para esta tarea el nombre del Dr. Fabio Rico Calle, entonces gerente de Colcafé, y se ofreció para gestionar ante el Dr. Samuel Muñoz Duque, entonces Gerente General de la Compañía Nacional de Chocolates, que “prestara” al Dr. Rico (claro: si este aceptaba), y de quien hizo un alto elogio, para tan importante encargo.

Don Santiago Mejía Olarte obtuvo del Dr. Muñoz Duque la colaboración solicitada, que además suponía la utilización de toda la infraestructura administrativa y gerencial de Colcafé, que era una de las pocas Empresas que en esa época poseía computadores en Medellín. A partir de entonces, el Dr. Rico se encargó de lo que podría considerarse toda la “ingeniería” financiera y accionaria del movimiento de defensa, gestión en la cual fue supremamente exitoso. Pero esta es la segunda parte de la historia, la “carpintería” de la operación, de la cual muchos dudaron, y que solo su protagonista, el Dr. Fabio Rico Calle, puede contar en detalle.

Don Santiago Mejía Olarte fue comisionado para enterar al presidente, Alfonso López Michelsen, de todo lo acordado. Posteriormente, al gobierno siguiente, informó también de ello al presidente Julio César Turbay Ayala, durante cuya administración, que tuvo como ministro de desarrollo al Dr. Gilberto Echeverri Mejía, se creó la Comisión Nacional de Valores, (dependiente de este último ministerio y no del de Hacienda) que empezó a poner freno a la “toma” de Empresas. En dicha creación intervino el Dr. Juan Gonzalo Restrepo Londoño, consejero de Proantioquia, quien obtuvo en México los estatutos de institución similar, con el fin de adaptarlos a la situación colombiana.

Sus relacionados decían de Don Santiago que él prolongaba la tradición de su padre, un importante patricio antioqueño quien rehuyó siempre la publicidad. Y él suele confesar, a sus amigos cercanos: “A los Mejías siempre nos ha gustado escondernos. Y a veces nos escondemos tanto, que no nos ven y ni nos buscan...”.

Sin ser accionista de Suramericana de Seguros, fue llamado a hacer parte de la Junta Directiva de dicho conglomerado desde 1978, y allí –como en todas las entidades en donde intervino– jugó también papel protagónico primero en su salvación y después en el asombroso crecimiento que este Grupo ha tenido.

En desarrollo de la estrategia trazada, empezaron a hacerse negocios. El primero de ellos se realizó en la oficina de Don Santiago, y con la autorización de los interesados se compraron al Grupo Santodomingo las acciones que poseía en Suramericana de Seguros, más o menos al precio del mercado, que estaba entre $60 y $70, operación que dio mucho qué hablar. Se pagaron, parcialmente, con acciones de Bavaria y Banco Santander, que poseían las compañías antioqueñas. Los representantes del Grupo Santodomingo de nuevo prometieron que si se les compraba, “no volverían a adquirir una acción más de las Empresas antioqueñas”. Dieron como garantía de que así ocurriría la que llamaron “palabra de oro” de don Julio Mario Santodomingo.

No obstante, Santodomingo (cuando “su hombre” en Antioquia ya no era Alfonso Mora sino Augusto López) sí volvió a comprar acciones, entre ellas de Colombiana de Tabaco, para desprenderse de las cuales exigió y obtuvo precios superiores a los de la Bolsa.

Las acciones compradas por “El Sindicato”, se repartieron entre las Compañías que legalmente podían hacerse cargo de ellas. Como los Bancos tenían prohibición legal de comprarlas, les hicieron préstamos a las Empresas para que pudiesen tomarlas. Un ciudadano holandés, muy integrado a Antioquia, Rocus Van Der Wingert, presidente de la filial de la multinacional en Medellín de Enka, fue de gran ayuda. Como no podía comprar acciones de las Compañías en peligro, porque ello no sería entendido por sus superiores en Holanda, prestó dinero para facilitar las adquisiciones. Suramericana tampoco pudo hacerse directamente a las suyas y para tener cierta agilidad en las operaciones debió crear una filial, Inversiones La Merced, en cabeza de la cual quedaron durante bastante tiempo.

Estas operaciones –muchas fueron simples cambalaches, según la gráfica expresión de Don Santiago– tomaron varios años y debieron superar numerosas dificultades. Se buscó y se encontró la comprensión de la Comisión Nacional de Valores, presidida inicialmente por el Dr. Hernán Echavarría Olózaga. A esta se le explicó siempre que las Empresas Antioqueñas merecían un trato diferente porque quienes las dirigen no han sido nunca sus dueños, no han tenido acciones de ellas y jamás han utilizado sus posiciones para comprarlas en condiciones favorables y especular o hacerse personalmente a su dominio.

Los resultados obtenidos en esta labor de defensa de las Empresas Antioqueñas fueron increíbles: la mayoría, y las más importantes –y de ahí el termino enrocarse: maniobra para salvar las fichas principales– se salvaron. Pero algunas se perdieron, pues no siempre se dispuso de los recursos económicos para recuperarlas o impedir su “toma”:

Grasas La Americana, con sede en Cali, y de propiedad de Nacional de Chocolates, tuvo que ser entregada a Michelsen a cambio de acciones de esta última y de otras Compañías.

El Banco Comercial Antioqueño, Colseguros e Invercrédito se perdieron.

Tejicóndor debió desprenderse de terrenos costosos, ubicados en Sabaneta y que después llegaron a valer un potosí.

No se pudieron rescatar ni Cine Colombia ni Simesa de manos de Michelsen.

Este, ante la comprobación de maniobras dolosas con el ahorro del público, tuvo que huir del país, y solo se le permitió volver a Colombia a esperar la muerte en el suelo patrio cuando lo aquejó enfermedad incurable.

Fabricato cayó en poder de otro Grupo que surgió posteriormente –el de Félix Correa, apuntalado en la Financiera Furatena, que luego quebró en forma espectacular y cuya crisis lo llevó a la cárcel– aunque varios años después la primera pudo ser recuperada, mediante una acción cívica en la cual participó todo el pueblo antioqueño.

Se salvaron, entre las principales: Tejicóndor; Suramericana, con toda su galaxia de Compañías; Nacional de Chocolates, con las suyas (Noel, Colcafé, etc.); Cementos Argos y sus filiales.

Estas tres últimas –Suramericana, Chocolates y Argos– constituyen hoy el trípode del Grupo Empresarial Antioqueño conocido antes como “El Sindicato”, el más exitoso modelo de eficacia industrial y de manejo transparente, y cuya estructura llama la atención dentro y fuera del país, y a estudiar el cual han venido a Medellín catedráticos alemanes y españoles.

Finalmente, en 1997, un quinto de siglo después, en una especie de “final feliz”, el Banco Industrial Colombiano, propiedad de “El Sindicato”, compró el Banco Colombia, (dueño de Simesa) y organización financiera que fue el instrumento utilizado por Michelsen para “tomarse” las empresas antioqueñas. Las cuales, finalmente, “se sacaron la espinita”, como anotó entonces, un poco socarronamente, quien concibió la idea de aquel, y la implementó, (como ahora se dice) o sea Don Santiago.

1999
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