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Anímese a visitar Karmata Rúa: la primera ruta de turismo étnico en Antioquia

Este resguardo, de la comunidad indígena Emberá Chamí, está ubicado en el municipio de Jardín y comenzó una ruta de turismo comunitario de la mano de Comfenalco y otros aliados.

  • Anímese a visitar Karmata Rúa: la primera ruta de turismo étnico en Antioquia
14 de julio de 2023

Llevábamos mucho rato trepando la montaña. No tanto como para decir que estábamos a punto de llegar a la cima, pero sí lo suficiente como para sentir que a las piernas les costaba seguir. Entonces, encontramos una planicie, un punto de tregua en el que la mayoría nos recostamos en las piedras que el camino y el tiempo habían dispuesto para nosotros, mientras la voz de Norberto Tascón, un integrante de la comunidad Embera Chamí, en el municipio de Jardín, que actuaba como guía turístico, desvanecía el paisaje con las historias que nos iba contando.

Nos hablaba de los espíritus del camino, del pájaro maligno y del Mohán con tanta convicción que, cuando subió el tono de la voz para decir que ese animal, al que en su lengua le llaman bíu-bíu, es el ave de los malos augurios, muchos levantaron la cabeza hacia el firmamento con la esperanza de que no se apareciera, pues era enfático en repetir que si se le veía volar en círculos por un territorio o cerca de una persona, lo fatal ocurriría.

Esa no era la única historia milenaria que habíamos escuchado durante las tres horas de recorrido, en la ruta de turismo comunitario e indígena llamada Karmata Rúa, la primera articulada en Antioquia por esa comunidad de la mano de Comfenalco, la Corporación Compás Urbano, CoimpactoB, el Viceministerio de Turismo, la Alcaldía de Jardín y la Universidad de Antioquia, con la intención de construir alternativas sostenibles para el fortalecimiento del progreso local, generando oportunidades laborales y disminuyendo la desigualdad social en esa zona rural.

Así que ya habíamos sido impresionados con un desayuno exquisito y propio de la gastronomía que incluía pan, huevos revueltos en cogollos de cidra, envuelto de maíz y chocolate. Y con un ritual de iniciación encabezado por el mayor Arnulfo Tascón, y que —según comentó— es como una limpieza espiritual que dentro de sus costumbres le practican a todos los que llegan a esas tierras con el fin de que se ahuyenten los malos pensamientos y las malas energías, y que es realizado con plantas medicinales y con el acompañamiento de un médico tradicional o jaibaná, que es el título oficial de él mismo.

Después, con el verde hierba que abraza por doquier todo el resguardo, ubicado en una extensión de tres kilómetros cuadrados y conformado por 1.823 habitantes y 535 familias, el recorrido está trazado por 11 paradas en un camino ancestral al que llegaron sus primeros pobladores, tanto campesinos como indígenas, en 1820, aunque estos últimos con la particularidad de que la comunidad allí asentada, es decir, los Embera Chamí, se conformó a partir de la unión de tres pueblos: “Los que llegaron de Risaralda con el cacique José Vicente Guaticamá; los que llegaron de Chocó, los Embera Wounaan; y los que llegaron de Urabá, los Embera Katíos”, explica Norberto.

La primera parada fue la del ritual de iniciación e incluyó la participación de la asociación de 40 mujeres cabezas de familia que tejen artesanías con mostacilla para vender y sostener a los suyos, cada una con significados especiales conforme sean sus colores —el negro, por ejemplo, representa la oscuridad, el amarillo el sol, el azul el río y el cielo, el café la tierra y el verde la naturaleza—, o las figuras que tengan grabadas —el ojo del jaibaná que puede ver el fondo de cada ser, los bastones de los guardianes que es donde se contiene el poder del mundo, o los caminos por donde sus ancestros transitaron en busca de un territorio—.

La segunda se centró en las plantas con las que, a través del conocimiento ancestral, hacen ungüentos, remedios y otros rituales de carácter curativo. La tercera, en la importancia de las arepas de mote y de la alfarería, un arte algo olvidado dentro de los Embera Chamí, que practica incansablemente Alexa Yachi para resignificarlo, como ha hecho con otros temas, en su condición de mujer trans que lucha día a día por preservar su cultura, defender los derechos de la comunidad LGTBIQ+ ante su comunidad y sobrepasar los obstáculos a los que se ha visto, al lado de sus compañeras, enfrentada por ello: “Somos seis chicas trans en la comunidad y nuestro proceso para que nos reconociera el cabildo no fue para nada fácil y aun así lo logramos”.

Y es que con esta iniciativa que resalta la diversidad étnica —comentan desde Comfenalco— se espera impactar a más de 15 familias indígenas de manera directa y a más de 300 integrantes del resguardo de manera indirecta, con el apoyo a sus emprendimientos.

La siguiente parada, centrada en Aníbal Tascón, el primer abogado indígena de Colombia, nacido en Karmata Rúa y al que asesinaron hace más de 40 años por defender los derechos de los Embera Chamí en una cruzada por la recuperación de la madre tierra, es decir, del territorio que estábamos transitando los turistas. La siguiente, en donde conocimos los espíritus del camino. Luego, una parada en la que Norberto nos envolvió con los ritos de la muerte mientras saboreábamos una chicha.

Casi sobre el medio día, tras haber disfrutado de las vistas de los Farallones del Citará, del Cañón del Río San Juan y de la cordillera occidental, de la narrativa y de las experiencias, hubo espacio para la contemplación, para respirar y para almorzar carne de res ahumada con plantas medicinales, ensalada de vegetales y cidra, torta de chócolo, fríjoles con maíz tierno y guandolo.

Anímese a visitar Karmata Rúa: la primera ruta de turismo étnico en Antioquia

Y siguió la travesía

En las siguientes paradas hubo conversaciones sobre el café, el plátano y la caña que es en lo que basan sus diversas formas de economía, sobre el sistema electoral que los gobierna, y sobre un museo construido por el artista James Tascón, otro integrante de la comunidad que se ha dedicado en los últimos años a rescatar la tradición de pintarse el cuerpo con una tinta negra llamada jagua, que es también el nombre del árbol del que proviene el fruto con el que se prepara.

Un espacio que recrea las casas tal cual eran construidas por sus antepasados y que le hace una oda, como lo cuenta, “a esa planta mística y curativa que hace parte del ser, y además a los materiales antiguos, a las piedras talladas y a las ollas de barro, que son representaciones de nuestra cultura que se están perdiendo y de las que nosotros, la nueva generación, nos estamos apropiando gracias a iniciativas como esta de Comfenalco que nos invita no a seguir entorpeciendo la vida o el pensar o la esencia, sino a fortalecer y rescatar lo que hemos ido perdiendo. Este museo existe gracias a ese rescate”.

Una postura bastante curiosa ya que cuando los voceros de Comfenalco se acercaron a los Embera Chamí para proponerles profesionalizar el turismo del resguardo y así fortalecer su economía local con servicios que preserven su cosmovisión, sus conocimientos ancestrales y su territorio, James fue uno de los más reacios ante el tema.

Sin embargo, al darse cuenta de que el proyecto tenía más ventajas y que les iba a permitir mover la economía y apropiarse de sus raíces, empezó a tomarse la ruta más en serio que los que se implicaron desde el día uno en ella, planteando nuevas ideas y convirtiéndose en un abanderado porque le resultó bastante llamativo reivindicar y rescatar los ritos o las prácticas que estaban casi extintas dentro de los integrantes más jóvenes, así como recuperar los usos y las costumbres que no se practicaban hace mucho y que se conservaban intactos en la memoria del pueblo, como la pintura con jagua que empezó a usar en su cuerpo desde hace ocho años pese a que nadie más lo hacía, con la esperanza de que en el futuro sea de nuevo una práctica comunitaria.

“Este recorrido y esta ruta ha sido una construcción colectiva muy bella. Tuvo un proceso de resistencia fuerte porque cuando nosotros nos acercamos nadie daba un peso por esto y nos decían que era imposible entrar acá, que la comunidad era muy difícil, y sí lo fue. Luego nos conectarnos en un bien común para articular una iniciativa que busca resignificar la cultura Embera Chamí en el tema étnico y en los temas de paz para que el turismo fluya de otras formas y tengamos acceso, dentro de Antioquia, a otras regiones”, recuerda Alejandro Muñoz, coordinador de promoción y diseño de oferta de la unidad de turismo de Comfenalco, sobre este piloto que esperan poder replicar en otros territorios.

Finalmente llegamos a la última estación, donde nos esperaba John Jairo Tascón, encargado del ritual de cierre, que consistió en la armonización de distintas plantas aromáticas alrededor de una bella laguna en la que las palabras no hicieron falta porque el silencio y el vapor nos abrazó sin pedirnos nada a cambio.

Las personas que quieran realizar este plan de conexión espiritual encuentran toda la información en la página web www.kakidua.co.

Ritual de cierre del recorrido Karmata Rúa. FOTO<b><span class=mln_uppercase_mln> Esneyder gutiérrez. </span></b>
Ritual de cierre del recorrido Karmata Rúa. FOTO Esneyder gutiérrez.

¿Cómo surgió esta propuesta?

Surgió como una iniciativa del área de innovación de Comfenalco Antioquia con el fin de resalta la diversidad étnica y de impactar positivamente el resguardo, así que durante su fase de construcción realizaron una consulta previa con el cabildo indígena, organizaron talleres de creación para reconocer sus expectativas y para identificar las posibles experiencias turísticas que se le ofrecerían a los visitantes, como el plan de medicina ancestral o el reencuentro con el arte embera. Además se invitó a diferentes aliados que le aportaran algo a la materialización de lo que llamaron la Primera Ruta etnoturística por el territorio de la pringamosa por el resguardo Karmata Rúa de la comunidad indígena Embera Chamí, ubicada en Jardín, Antioquia.

300
integrantes de la comunidad Embera Chamí se verán impactados por este proyecto.
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