El hecho ocurrió el 30 de mayo de 1973. Un nuevo secuestro aéreo se daba en Colombia en un periodo —de 1968 a 1973— considerado como la época dorada de la piratería aérea en la que fueron secuestrados en el mundo un total de 348 aviones.
Los relatos de ese momento daban cuenta de que más de la mitad de esos casos ocurrieron en América Latina, donde las aeronaves eran llevadas a Cuba, bastión del comunismo. En Colombia se registraron 17 secuestros, pero uno de ellos consiguió un récord, ser el más largo del continente.
De esa historia olvidada, de la que hace poco salió un libro llamado Los condenados del aire de Massimo Di Ricco, nace una miniserie de 6 episodios que se acaban de estrenar por Netflix.
Desde la producción aclaran que la serie está inspirada en hechos y personas reales, pero que algunos personajes, incidentes, lugares, diálogos y nombres son ficticios “a efectos de dramatización. En lo que respecta a la dicha ficcionalización, cualquier similitud con el nombre o con el carácter o la historia real de cualquier persona, viva o muerta, o incidente real se realiza exclusivamente con fines dramáticos y no pretende reflejar ningún carácter o historia real”.
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Por eso se cambian nombres como el de la aerolínea, que en la historia real es SAM, en la ficticia es Aerobolivar y algunos nombres de personajes como el del piloto, que en la serie se apellida Wilches mientras que en la vida real es Lucena. También situaciones como que en los hechos del 73 iban, además del piloto, un observador de vuelo que en la serie no está, por ejemplo.
Una noticia que abrió periódico al día siguiente, el 31 de mayo de 1973, con el titular: “Colombia no negocia con secuestradores”. En el texto se empezaba a narrar lo que poco a poco se sabía de la historia de este secuestro aéreo en el que dos personas —al inicio se decía que eran tres— tenían un avión con todos sus pasajeros como rehenes.
En esa misma edición también se narraba cómo el avión había hecho escala en Medellín para tanquear y seguir su periplo no hacia Cuba sino hasta Aruba, pero además cómo el piloto sorteó esa situación con muchísima tranquilidad: “Enterado de esta situación con voz serena, pero sin ocultar nerviosismo, el piloto del HK 1274, el capitán Lucena comunicó la escalofriante nueva a la torre de control del aeropuerto Olaya Herrera y guión al pie de la letra la instrucción de los enmascarados que le indicaron que debía hacer escala en la capital de la montaña para reabastecimiento de combustible”.
En la serie también se muestran estos hechos, la llegada a Medellín y el tanqueo. Muchos de los pasajeros de ese vuelo debían bajarse en el Aeropuerto Olaya Herrera, pero no pudieron hacerlo ante la angustia de los familiares que los esperaban.
En el relato periodístico también se conoció que en ese avión viajaba el periodista Álvaro Lloreda de El País de Cali, así como una delegación ciclística del Valle del Cauca.
“Los aeropiratas ordenaron al piloto que después del necesario reaprovisionamiento de combustible emprendiera viaje rumbo a las Antillas Holandesas, a Aruba”, seguía el relato.
El cubrimiento de esta noticia siguió el 1 de junio y 2 de junio, cuando terminó la odisea, pero además cuando varios días después daban captura a uno de los secuestradores.
A propósito de quienes cometieron este crimen, al principio no era clara ni la identidad de los secuestradores ni la nacionalidad porque desde el inicio amenazaron a los ocupantes del avión con la cara cubierta (en la serie solo se la tapan en algunos momentos) y el nerviosismo de los pasajeros no permitían identificar de dónde eran. “Es un acento como del sur de América Latina”, se leía en los relatos que registraba EL COLOMBIANO en sus páginas.
Luego se supo que ambos eran paraguayos, que no tenían afiliaciones políticas —como se pensó desde el inicio cuando exigían la libertad de los presos políticos en Colombia— y que eran futbolistas que no habían tenido mucha suerte en sus clubes.
En la serie quisieron ser fieles a ese punto y por eso, los dos secuestradores son los actores argentinos Valentín Villafañe y Alián Devetac.
A medida que avanzaban las horas, las exigencias de los secuestradores disminuían en el monto de dinero y la liberación de los presos. Al final solo querían el dinero y también poco a poco y mientras hacían escalas en otros países, los iban liberando.
Cuando la odisea terminó, EL COLOMBIANO recreó en un mapa la ruta que siguió este avión y detalló cómo se fugaron los secuestradores para luego reseñar la captura de uno de ellos.
“Un defecto físico causado por un botellazo en el dedo índice de la mano derecha del exfutbolista Francisco Solano López fue la clave para que agentes secretos y de policía de Paraguay y Colombia establecieran la identidad y posterior captura de uno los dos hombres que hace diez días protagonizaron la más espectacular odisea de la piratería, sin precedentes en la historia de esta modalidad delictiva en cuanto a América Latina respecta”, escribió este diario en su primera página.
EL COLOMBIANO habló con algunos de los secuestrados en este vuelo, registró con fotografías a los protagonistas y héroes de esta historia que al comienzo fue muy confusa, pero que con el pasar de los días se iba haciendo más clara.
En tiempos en los que no existían ni internet ni redes sociales, era la prensa y la radio las que registraban estos hechos, que se propagaban también con el voz a voz en las calles y las ciudades. Eran otros tiempos en los que además la seguridad aérea tenía fallas que con los años se fueron arreglando a lo que conocemos hoy en día.
Esta historia olvidada ahora revive gracias a la serie de Netflix con una producción colombiana que quiere darle la vuelta al mundo.