Después de cuatro años de estar suspendido, el tradicional desfile de la marca de lencería Victoria’s Secret regresó. Y volvió con varios cambios. Uno de ellos es la participación de un grupo de 20 mujeres de cuatro países (Colombia, Inglaterra, Japón y Nigeria) que fueron escogidas para que el mundo conozca sus talentos. Una de ellas fue la diseñadora antioqueña Melissa Valdés Duque.
Todo comenzó hace más de un año. Primero la contactaron por Instagram, por ahí vieron su trabajo, y luego tuvo una entrevista mientras estaba en París haciendo una pasantía en la casa de bordados de Chanel. Fue sincera. Les contó que no tenía marca ni taller, que en ese entonces seguía siendo estudiante, se graduó hace un par de meses en la Colegiatura de Medellín. Que tenía 23 años —ya tiene 24—. Los cautivó.
El reto: hacer una colección que mostrara una parte de Melissa. Se puso manos a la obra. Montó un taller y armó un equipazo con más mujeres que se unieron a este sueño: dos estudiantes de diseño del Sena, una confesionista, una experta en crochet y las vecinas del barrio donde creció en Carolina del Príncipe, bajo la dirección de la mamá, Gloria. También le ayudó el papá, Jairo: él cosió con ellas.
El concepto de esta propuesta surgió de cómo narrar una historia a partir de elementos visuales. Y se fue por las cicatrices. Las de ella, las de las mujeres que ve en la calle y las de su mamá luego de superar una extraña enfermedad. Las cicatrices que van más allá de una herida. Las que se ven, pero las que no también. Las cicatrices que marcan el camino.
“Siempre he conectado la moda con algo y para mí poderle contar a la gente lo que hice fue encontrarle un sentido. Que no se trata solo de una cicatriz, sino de todo lo que hay detrás. Yo cuando niña sufrí de bullying por la forma de mi cuerpo, y esa es mi cicatriz, esa marca que la gente no ve, pero que me marcó. Las cicatrices no son solamente las historias talladas en el cuerpo, sino todo lo que se guarda adentro”, dice Valdés.
Fueron 14 piezas hechas durante dos meses. Estos vestidos los lucieron Adriana Lima y Gigi Hadid, dos de los rostros más visibles de los ángeles de Victoria’s Secret. Además vistió a la cantante chocoana Goyo y a la coreógrafa Piscis Canizales, quienes también hacen parte de la representación por Colombia en este evento junto a la cineasta Cristina Sánchez y la pintora Lorena Torres.
Utilizó la técnica de crochet con varios tipos de materiales no convencionales: cadenas de metal, guaya (cable de acero), tubos de plástico, algodón, canutillos. Uno de los textiles que usó se produjo exclusivamente para esta colección en Suiza en Jakob Schlaepfer, la empresa que le hace las telas a las marcas de lujo como Chanel y Prada. Una tela que le permitió hacer una representación muy similar a lo que son las estrías en el cuerpo.
El fashion films del The Tour 23, que se podrá ver a partir de este martes 26 de septiembre por Amazon Prime, fue grabado en Barcelona, España. Melissa fue la encargada de escoger a las modelos. La pieza que lleva Adriana Lima, de color negro y con caída en la punta, prácticamente lo confeccionaron la mamá de Melissa y las vecinas del pueblo. El de Gigi es plateado y fue hecho con metal, pesa casi 20 kilos. En la lista además figuraron Yseult, una cantante francesa plus size, y la modelo trans Alex Consani.
“Adriana estaba muy emocionada de volver a Victoria’s Secret, porque era regresar después de tener cinco hijos, además por estar en la Casa Bogotá, la representación latina. Era feliz con el crochet porque decía que en Brasil sus abuelas también hacían esta técnica y que ella siempre había querido aprender. Gigi tiene una marca de punto, entonces todo esto también le encantó”, recuerda Melissa.
La moda como herencia
El gusto por la moda lo lleva en la sangre. Desde niña, Melissa creció viendo a la abuela Eliza y a la mamá hacer patrones, moldes, manualidades y crochet, técnicas que ya más grande la inspiraron para hacer sus propias creaciones que ha sido vistas en ferias como Colombiamoda (tres veces) y en concursos en Estados Unidos, Francia y Holanda.
Al principio dudó en estudiar Diseño de Moda, quería ser médica. Sentía que no tenía referentes estéticos para aventurarse en el mundo de la moda. Creció lejos de las pasarelas y las modelos, pero sí muy cerca a la abuela, la mamá y las vecinas que son bastante ágiles para el bordado. Sin embargo, entró a la universidad y le fue bien.
Tiene una hermana menor, Ana Isabel, quien también ahora hace parte de su taller. Todos en la casa, prácticamente, están involucrados con el proyecto de Melissa, quien por estos días está pensando en activar de nuevo su marca de accesorios hechos a mano.
La diseñadora antioqueña cuando está fuera de los hilos y las agujas, prefiere estar quieta: medita. Aterriza la mente. Fluye. Es de pocos agüeros, pero sí le gusta conservar unas muestras de las puntadas de la abuela. Su más grande amuleto es guardar hojas de los árboles de los lugares que visita y donde fue muy feliz, eso le recuerda que ahí estuvo la magia.