En 2001, los seguidores de la fantasía vieron llegar la primera entrega de dos franquicias que transitaron de la literatura a las pantallas, cada una con su encanto particular. Por un lado estaba la creación de J.R.R. Tolkien y ese enfrentamiento entre el bien y el mal demarcado por el poder contenido en un anillo. Luego estaba la historia que se ingenió J.K. Rowling y que arrancó con un niño que, sin saberlo, se hizo leyenda entre los magos y que creció para convertirse en el principal oponente del mago más oscuro.
La primera película de la trilogía de El Señor de Los Anillos de Peter Jackson recaudó más de 888 millones de dólares en el mundo, mientras Harry Potter y la Piedra Filosofal sumó más de 1.006 millones en taquilla. Este año se cumplen 20 años de esos dos sucesos que parecían retornar a los duendes, los elfos y la magia después de una época en la que reinaban los encuentros supernaturales y alienígenas.
No es una novedad que esas películas presentadas en serie fueran un éxito. El docente del departamento de artes visuales la Universidad Javeriana Juan David Cárdenas, sin ser fanático de este tipo de cinematografía, cuenta que desde las décadas de los setenta y ochenta, la misma dinámica del cine fue acostumbrando al público a las “sagas” y referentes como la Guerra de las Galaxias lo demuestran.
Destaca que en Hollywood hubo, en esas décadas, un momento de transformación. Por un lado, la aparición del “nuevo Hollywood” con directores como Woody Allen, Martin Scorsese y Roman Polañski, y por otro llegó la “radicalización de las estrategias comerciales más tonificadas”, donde las sagas tuvieron mucho que ver.
Las dos adaptaciones que llegaron en 2001 “suponen una continuidad de la figura de la saga” y que van a la fija comercialmente porque cuentan con un reconocimiento previo entre los fanáticos del género “y que garantiza el éxito comercial no solo de sus películas sino de la saga completa”.
Ellas desataron, además, nuevas maneras diversas de relacionarse con la fantasía, apunta el investigador de la Universidad Externado de Colombia, Enrique Uribe-Jongbloed. “El inicio de este milenio vino de la mano de un nuevo auge de las grandes megaproducciones de atracción masiva. Se dio por un refinamiento de las habilidades de edición digital que permitió unas cosas más extremas de lo que se había logrado anteriormente en términos de la calidad visual”.
Dice que esos avances permitieron una mayor participación de la gente, debido a que las nuevas tecnologías generaron un intercambio entre quienes se hacían seguidores y un consumo más elevado de sus contenidos gracias a esas posibilidades digitales.
Además, Harry Potter y El Señor de los Anillos continuaron abriendo una puerta que mostraba que “la fantasía no solo era para niños y jóvenes sino que desde ella se puede cuestionar la naturaleza humana, la forma en como tratamos al otro y la misma en la que contamos las historias”, considera Dara Hincapié, física y miembro del Club de Ciencia Ficción que se desarrolla usualmente en el Planetario de Medellín.
Desde entonces, en el cine y la televisión han surgido una multiplicidad de propuestas tan diversas como Juego de Tronos, Avatar o Stranger Things, y otros contenidos que han ido expandiéndose a merchandising, videojuegos, juegos de mesa, cómics, versiones animadas y más.
Buenas historias
Antes de que El Señor de los Anillos y Potter fueran películas, ya habitaban en sus libros, la de Tolkien mucho antes que la de J.K. Rowling. “Unos de los primeros libros que me leyó mi papá cuando yo era niño fueron El Hobbit y El Señor de los Anillos, desde muy temprano había algo en ellos que capturaba mi imaginación”, dice el productor y realizador sudafricano Kynan Griffin, cuya vida profesional ha girado en torno a la creación de contenidos de fantasía.
Su más reciente proyecto es The Outpost, una serie que se desató como una búsqueda y una venganza por parte de una mujer llamada Talon, quien creía ser la única superviviente de una especie distinta a la humana llamada blackblood. En su camino van revelándose poderes que ella no sabía que tenía. El proyecto se estrenó en 2018 y que ahora estrenará su tercera temporada por el canal Syfy el 21 de febrero.
De esas herencias iniciales, al menos para Kynan, quedó un gusto que se manifestó además en juegos de rol como Calabozos y Dragones y películas que daban la sensación de haber sido rodadas en la Edad Media, así como la fascinación que desató una franquicia como la Guerra de las Galaxias de George Lucas.
Cada vez se hacía más grande ese universo de la fantasía, tanto que no se podía calificar como una sola cosa: cabían los zombies tanto como las hadas, los magos y “la fuerza”, pero cada una funcionando desde una lógica específica donde se le situara.
Más allá del elemento fantástico que se incluyera, lo fundamental “es que se alimente o se cree bien ese otro mundo – dice Uribe-Jongbloed – y que esa creación tenga sentido estructural sobre sí misma, que los elementos que se agreguen de ese mundo tengan una lógica que se conjugue y que encajen bien las distintas partes”.
Jason Faller, cocreador de la serie The Outpost junto a Griffin, agrega que “aunque se trate de fantasía, tiene que ser real: esa es la meta. Los personajes, sus decisiones y sus maneras de enfrentarse a los desafíos deben ser reales”.
Señala que muchos creadores de ciencia ficción y fantasía caen en la trampa de inventar cosas porque como creen que están en ese terreno de la fantasía y de mundos imaginarios, todo puede pasar, “pero la verdad es que debemos ser tan diligentes como si hiciéramos una película realista o de guerra. No tenemos un contexto histórico exacto o ese tipo de elementos, pero para los personajes debe ser real y sentirse como tal, porque si no, no creeremos en los elementos fantásticos”.
Griffin destaca que, para él, tanto la fantasía como la ciencia ficción están en su mejor punto cuando “reflejan los problemas y las situaciones que enfrentamos en el día a día. Que la gente pueda reconocerse en la historia”.
Cuenta que en su serie, por ejemplo, se han enfocado en que la tercera temporada incluya elementos que se ven en las sociedades alrededor del mundo: “Relaciones entre diferentes razas, por ejemplo”, solo que con un vestuario ligeramente distinto y unos toques de magia.
Lo que ha cambiado
Esas decisiones tienen que ver con los cambios sociales y culturales propios de este momento. “El público se conforma menos con historias simples de buenos contra malos”, opina Dara Hincapié, quien enfatiza en que el consumo actual de entretenimiento es cada vez más complejo.
“La forma en la que cuentas una fantasía de hoy, la vas a llenar de detalles que son propios de los cuestionamientos de hoy”, dice Uribe-Jongbloed, y eso incide también en cómo se juzgan obras hechas en periodos anteriores. Ha sucedido con El Señor de Los Anillos, el investigador explica que una de las críticas que hacía a esa saga en particular es que todos los personajes, al tratar de ser cercanos al libro, terminan siendo, en su mayoría, hombres blancos y “mantenían muchos elementos anclados a una historia anglosajona, blanca y masculina, y uno se pregunta, si ese es un mundo de fantasía, ¿esas características se deben mantener así?”.
Hincapié precisa que en la nueva serie del Señor de los Anillos en la que Amazon está trabajando, “se piensa en mostrar la opresión que sufrieron los orcos y mayor variedad racial y de género en los humanos”. Suma que también habrá espacio para más mujeres dentro de la trama y que a veces se hace a un lado la complejidad en los efectos visuales para darle énfasis a la historia”.
De hecho, ha sucedido en casos como Guerra de las Galaxias, que ha dado un vuelco en sus más recientes películas. “Puedes ver el cambio frente a quienes aparecían como personajes en la primera trilogía, que era algo centralmente blanco y masculino, y cómo empiezan a tomar un mayor rol en las otras producciones más mujeres y distintos grupos étnicos, de distintas partes del mundo y con distintos acentos”, comenta Uribe.
Además, la representación y el respeto por diversas identidades tuvo un momento importante cuando la escritora J.K Rowling, tras hacer señalamientos transfóbicos, despertó la necesidad de hablar de esos temas. Gracias a ese tipo de conversaciones masivas “se abrió un espacio a la representación adecuada de las diferentes sexualidades que puede contribuir a darle más humanidad a las historias”. Para ella, sin embargo, hay un largo camino por delante, pues “apenas nos estamos acercándonos a eso”.