La adrenalina que le producía bajar desde el Alto de Cachotis sobre la bicicleta, la que pudo comprar gracias a las largas jornadas de trabajo como ayudante en un camión que transportaba materiales de construcción y carbón traído desde su natal Amagá, fueron los inicios de Jairo Alonso Cano Salas en el ciclismo.
Era muy joven -cursaba quinto de primaria en ese momento- cuando descubrió su afición por la bicicleta.
Desde el principio no lo vio como una profesión, solo como un medio de transporte y diversión “me gustaba andar pegado de los carros”; sin embargo, cuando comenzó a escuchar las carreras de ciclismo en la radio, por allá en los noventa, mientras aprendía a reparar bicicletas en el taller de Benhur Zapata, el mundo de las bielas lo envolvió, tanto que hoy, casi 20 años después, sigue enamorado de su oficio como si fuera el primer día.
“Recuerdo que en el taller mientras escuchaba las carreras me imaginaba todo: las bajadas, la montaña, el terreno llano y me parecía muy emocionante; fue así como empecé a cultivar la ilusión de ser profesional”, recuerda Salas.
Las bielas lo salvaron
Pero por poco, el mundo del ciclismo se priva de tener un esprínter de la talla del corredor del EPM-Scott, compañero del vigente campeón del Clásico RCN, Juan Pablo Suárez.
Los malos resultados en sus primeros años de práctica lo llevaron a pensar en desistir del deporte, pues también necesitaba una actividad que le diera el sustento diario y, dedicarse solo a pedalear, no se lo estaba dando.
Sin un camino claro que tomar, a Jairo se le cruzó por la cabeza el unirse a las temidas autodefensas que tanto asecharon a su pueblo cuando era niño. Había escuchado historias de conocidos, que en las filas de este grupo insurgente, consiguieron dinero fácil, que difícilmente en otro trabajo podía obtener. Sabía que no era la mejor manera de ganarse la vida, por eso, renunció a la idea rápidamente, y como un obstinado, volvió a subirse a una bicicleta para emular las proezas de Cochise Rodríguez, Libardo Niño, Lucho Herrera o Fabio Parra.
Con esfuerzo, se hizo mejor en los ascensos, pero se perfeccionó en la velocidad. Con la ayuda de varios vecinos pulió su talento en las carreras, hasta que Luis Alfonso Cely -técnico del Strongman- lo vinculó oficialmente al ciclismo en 2001, deporte que finalmente lo ayudó a salir de las adversidades y alejarse de las tentaciones.
“Un día estaba entrenando en el Alto de Minas y había un equipo preparándose para la Vuelta a la Juventud y ahí estaba Luis Alfonso, me vio subir y me dijo que si quería correr una Vuelta a Futuro. Me enseñó la disciplina que se requiere para esto y mírame. Sin él y su famlia no estaría en el ciclismo”, comentó el ciclista.
Ahora, en su palmarés puede sumar cuatro etapas en el Clásico RCN, cinco en la Vuelta a Guatemala y tres más en la Vuelta a Colombia.