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Así conquisté el Kilimanjaro

Ana Isabel Bustamante, la primera mujer antioqueña que hace cumbre en la Casa de Dios relató la emoción vivida allí el 25 de enero pasado.

  • Ana Isabel Bustamante y su gran proeza en Kilimanjaro. FOTO CORTESÍA
    Ana Isabel Bustamante y su gran proeza en Kilimanjaro. FOTO CORTESÍA
28 de febrero de 2016

Estar en el Kilimanjaro fue una gran experiencia. Su recorrido, en forma de travesía, me transportó a mis primeros años en la montaña, donde recorrí caminos de esta manera.

Había llegado la hora de conocer esa montaña de cerca, de estar en un continente que no había visitado y me preguntaba qué tal sería contratar un grupo de personas para la logística de los campamentos pues esto lo hemos hecho nosotros mismos en todas las salidas y expediciones que realizamos. Armar y desarmar campamentos, cocinar y continuar es nuestro día a día, así que sería algo diferente.

La verdad, la idea no me gustaba mucho en principio, pero el grupo con el que estuvimos fue tan bueno, eficiente y cercano que, finalmente, disfruté ser atendida, así fuera por esta vez. El ascenso a la montaña es muy gradual, permite aclimatar de una forma adecuada y no es pesado de recorrer (lo digo con mucho respeto, sin subestimarla).

De hecho disfruté mucho el paisaje: tomé fotos, canté, me reí, hablé todo el camino, cosas que generalmente hago ya en el campamento. Fue muy divertido aprender con los guías algunas palabras de KiSwahili, y ellos se emocionaban mucho cuando hablábamos algo en su idioma.

En general el clima estuvo muy bueno. Tuvimos luna llena para rato, en la mañana nos despertaba Michael -ayudante- con café antes de alistarnos para continuar, ya sabía exactamente la medida que nos gustaba, me sentí bastante consentida.

Algo en lo que pensé todo el camino fue en los porteadores, todos los días me impresionaba la forma como cargaban las cosas, unas en el morral, otras en la cabeza, enormes bultos que incluían la comida, las cosas del campamento y más aún, que eran los últimos en salir y al rato nos pasaban por el lado como si nada, llegaban de primeros y montaban todo para cuando llegáramos. El peso cargado por ellos está regulado por el Parque Nacional del Kilimanjaro y solo se les permite hasta 20 kilos.

La comida era otra cosa que me tenía a la expectativa estando en un país tan lejano -Tanzania-, costumbres diferentes, ¿con qué nos podían salir? Pues este fue uno de los aspectos con los que más me deleité. Nuestro chef se llamaba Kidevu, no sabía hablar casi nada de inglés, pero cocinaba como los dioses, una sazón exquisita, comimos desde pankaques africanos (chapati) hasta estofados de carne con verduras, sopas y un puré de nueces que desayunábamos; era liviano y nos llenaba de energía para la jornada.

El día de cumbre -el pasado 25 de enero- fuimos los únicos que salimos a las 3:00 a.m., a diferencia de las demás expediciones que salían a las 12:00 m. Esto, por disposición de nuestro guía, quien argumentaba que salir al mediodía era tener 3 horas más de frío y que el camino no lo ameritaba, que no había un fundamento para salir a esa hora y que tendríamos más chance de disfrutar arriba siendo más tarde, ya con el sol a pleno y con más calor corporal.

Decidimos que así sería y a las 3:00 a.m. estábamos listos para comenzar. El camino fue suave y continuo, cuando amaneció fue hermoso, parecía una bola de fuego que se alzaba desde el horizonte para iluminar las frías laderas de la montaña.

Veíamos varias expediciones descendiendo, yo solo me imaginaba cómo estaría la cumbre llena de gente con todos los que ya venían bajando. Al llegar a Stella Point, que ellos le llaman “la primera cumbre”, puedes ver lo inmensa que es la montaña y también el deshielo al que se ha sometido durante años, las pocas pinceladas de nieve que lo adornan y algunos glaciares discontinuos que lo rodean. Tuve un sentimiento ambiguo en este punto, era saber que la cumbre ya estaba a 40 minutos, pero que sus nieves han ido desapareciendo y tus huellas están sobre arena.

Finalmente nos recibe Uhuru Peak. ¡Es la cumbre! Mi primera reacción es un grito de emoción, un abrazo y unas felicitaciones para todos por estar allí. Me impresiona la amplitud de la cima y que mi cuerpo está caliente a pesar del fuerte viento. Me siento muy contenta y agradecida por estar allí, siento plenitud y tranquilidad, algo que la montaña me regala y me permite. Es algo que me impulsa a pensar cuál será el siguiente reto, que espero Dios y la vida me permitan vivir.

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