La del 15 de noviembre de 2024 quedó grabada como una de esas noches que los nostálgicos del boxeo querrán olvidar. Mike Tyson, la leyenda de los pesos pesados, volvió a subirse a un cuadrilátero. Pero esta vez su rival no era un campeón de calibre mundial, sino Jake Paul, un youtuber convertido en boxeador, quien dejó claro que el tiempo no perdona, ni siquiera a los grandes.
Tyson, a sus 58 años, perdió por decisión unánime en un combate donde el eco de sus viejas glorias apenas pudo ocultar el triste espectáculo de una estrella en decadencia.
El primer round fue como una débil chispa de lo que alguna vez fue el fuego de “Iron Mike”. Movimientos lentos pero calculados, un par de golpes que insinuaron peligro y un aura de respeto que parecía mantener a Paul a la defensiva. Sin embargo, al sonar la campana, algo cambió.
Le puede interesar: “Pierdes, pero aun así ganas”: Mike Tyson, sin arrepentimientos tras pelea con Jake Paul
Tyson, quien dominó el ring durante años con su agresividad y técnica, dejó de lanzar golpes. Pasó de cazador a presa, incapaz de responder a la ofensiva del joven rival.
Lo que siguió fue una penosa sucesión de intentos fallidos por mantenerse en pie, mientras Paul acumulaba puntos y confianza. Para el tercer round, el público comprendió lo inevitable: no era una pelea, sino un recordatorio de que el tiempo puede derribar hasta al más imponente de los campeones.
El desenlace fue un golpe a los corazones de los aficionados, más doloroso que cualquier gancho recibido por Tyson en su carrera. Verlo aferrarse al pasado, incapaz de recuperar siquiera un vestigio de su antigua grandeza, resultó humillante.
Sin embargo, su caso no es único. La historia está plagada de deportistas que, incapaces de aceptar el retiro, regresaron para enfrentarse no solo a sus rivales, sino también a la implacable realidad del tiempo.
Muhammad Ali, Björn Borg, Michael Schumacher, Mark Spitz... todos grandes en sus disciplinas, todos víctimas de un regreso que empañó su legado.
¿Qué impulsa a estas figuras a volver, a arriesgar su legado y someterse al escarnio público?
Para el médico y entrenador mental Jonathan Bustamante, las razones económicas son solo una parte del rompecabezas.
Tyson, por ejemplo, se llevó a casa 20 millones de dólares por esta pelea.
Pero hay algo más profundo en juego. “Los deportistas se identifican con lo que hacen. Quíteles eso y se sentirán abandonados, desprotegidos. Es como si perdieran una parte de sí mismos”, explica.
Este vacío lleva a muchos a ignorar las señales de un cuerpo agotado y a escuchar, en cambio, la voz interior que grita: “¡Una vez más!”.
La psicóloga Margarita Peláez, de la Universidad de Antioquia, señala otro factor clave: la búsqueda de adrenalina.
“Compitieron frente a miles de personas durante toda su vida. Esa sensación de gloria es difícil de replicar fuera de los escenarios deportivos”, dice.
Para Peláez, el problema surge cuando el atleta no encuentra una nueva pasión o propósito que sustituya ese frenesí. “Deben aceptar que su ciclo ha terminado y buscar algo que les permita vivir plenamente”.
El caso de Tyson se une a una larga lista de regresos desafortunados. Muhammad Ali, a los 38 años, volvió para enfrentar a Larry Holmes y terminó siendo humillado en una paliza que muchos consideran el punto más bajo de su carrera.
Michael Schumacher, tras seis años de retiro, volvió a la Fórmula 1 en 2010, pero nunca recuperó su nivel y terminó eclipsado por nuevos talentos como Lewis Hamilton.
Incluso en disciplinas menos físicas, los regresos suelen ser crueles. Björn Borg, tras haberse retirado como un prodigio del tenis, volvió en los años 90 solo para acumular derrotas consecutivas.
Mark Spitz, leyenda de la natación, intentó clasificarse para los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992, pero su tiempo no fue suficiente, demostrando que los años pesan tanto en el agua como en el ring.
Siga leyendo: Sigue la polémica: Imane Khelif, medallista de oro en París, denunció a medio que aseguró que tiene cromosomas masculinos
El regreso de Tyson no solo invita a la reflexión sobre su legado, sino sobre la naturaleza misma del retiro. ¿Es mejor aceptar el ocaso con dignidad o intentar una última hazaña, aun a riesgo de fracasar?
Tyson eligió lo segundo y pagó el precio: un legado golpeado por una última imagen de vulnerabilidad. Quizás para sus fieles seguidores, Mike Tyson seguirá siendo el joven imbatible que aterrorizaba a sus rivales en los 80 y 90. Pero para quienes lo vieron caer frente a Jake Paul, su regreso será recordado como una advertencia: en el deporte, como en la vida, el tiempo es un rival invencible.