Era la noche del 14 de junio de 1998. En el estadio Vivint Arena, donde juegan como locales los Jazz de Utah, se jugaba el sexto partido de las finales de la NBA de ese año. El juego estaba a punto de terminarse y el quinteto local vencía 86-84 a los Bulls de Chicago.
Ese marcador obligaba a que se jugara un séptimo partido. Sin embargo, cuando faltaban seis segundos para que se terminara el último cuarto, apareció Michael Jordan, el mejor jugador de la historia del baloncesto, e hizo una jugada inolvidable que pasó a la historia de este deporte.
Recuperó un balón en su propio campo, con la ayuda de Dennis Rodman. Avanzó con paso lento hasta estar cerca de la canasta de los Jazz. Se movió con lentitud frente al defensor que lo estaba marcando y cuando menos lo esperaba su rival, Jordan se movió rápido, dejó tirado en el suelo a quien se le interponía y lanzó buscando anotar una canasta de 3 puntos.
La anotó. El marcador quedó 87 a 86. Sus compañeros celebraron. Jordan apenas se inmutó y se fue corriendo hacia el centro del campo mientras los aficionados del cuadro rival lo insultaban. Después sonó la chicharra. Se acabó el partido. Los Bulls, el mejor equipo de la década del 90 en el baloncesto norteamericano, consiguieron su sexto título.
Los Bulls, con Michael Jordan como figura, quedaron campeones de las ediciones de 1991, 92, 93, 96, 97 y 98 de la NBA. El duelo contra los Jazz de Utah fue el último de “Air” con el cuadro de Chicago. Por eso es conocido como The Last Dance (el último baila en español).
La noche del 14 de junio de 1998 pasó a la historia del baloncesto mundial porque fue el último juego de Jordan con los Bulls, él consiguió su último título en la NBA y, en un agónico final, anotó una canasta de tres puntos que puso el marcador 86-87. Eso nunca se olvidará.