Sergio Busquets siempre estuvo por fuera de los paradigmas del fútbol contemporáneo. Mientras que la élite del deporte en los últimos años obligaba a que los jugadores tuvieran cuerpos atléticos, musculosos, fuertes, “Busi” se mantuvo delgado, un poco esgalamido, como si fuera una de las estrellas del rock en español de los 80, un Charlie García, por decir algo.
Tampoco es un hombre al que le guste mostrarse mucho en las redes sociales en épocas en las que los jugadores talentosos, como él, no solo son deportistas, sino marcas personales, marketing, dinero, espectáculo. Busquets rechazó todo eso y prefirió mantenerse como un líder silencioso, de esos que no se hace notar por lo que dice, sino por lo que hace dentro de la cancha.
Quienes lo conocen dicen que es una persona humilde, sencilla, que disfruta mucho pasar tiempo con Elena Galera, su esposa, y Enzo y Levi, sus dos hijos. “Qué gran ejemplo de papá y persona tienen”, escribió en su cuenta de Instagram la pareja del futbolista.
El capitán, la mente crítica
Busquets en un tipo diferente, una persona que tiene muy marcada en su personalidad la vida que tuvo cuando era niño en el barrio Badía, del municipio Barbera del Valles, ubicado en la provincia de Barcelona –donde empezó a jugar fútbol y lo criaron su papá, el exarquero del Barca Carles Busquets y su madre Loli Burgos– que lo llevó a ser un poco tímido cuando tiene que hablar en público, pero también le dio el carácter suficiente para darle órdenes a sus compañeros dentro de la cancha y comunicar lo que el entrenador está pidiendo desde la raya.
Su asertividad para comunicarse, sumada con los 15 años que ajustó en el primer equipo (debutó en 2003), llevó a que después de que Messi, su gran amigo, se fue del Barcelona en agosto de 2021, Sergio fuera elegido como el nuevo capitán del equipo, el cerebro sereno que le da equilibrio al cuadro catalán tanto dentro como fuera de la cancha.
Busquets es la mente crítica que asume los errores, que no se doblega cuando lo señalan como el gran culpable si las cosas no salen bien, pero que no se crece cuando lo aplauden porque el equipo, y la idea de hacer pases para mantener el control del juego, funcionan como un reloj suizo.
Tal vez todo eso es lo que ha llevado a que, después de que ‘Busi’ anunció en sus redes sociales que no seguiría en el Barcelona el próximo año, muchas personas lo hayan lamentado: Xavi Hernández, el entrenador del equipo, aseguró que no quería que se fuera. Pero no pudo hacer nada. Sergio ya cumplió su ciclo en el conjunto catalán.
Un futbolista talentoso
De entrada es difícil ignorar su presencia: mide 1,89 metros y, a pesar de su estatura, por la que se podría pensar que es un jugador torpe, poco hábil, es uno de los futbolistas más técnicos que se han visto en los últimos años.
“Es uno de los mejores mediocentros del mundo y el mejor centrocampista defensivo de la historia de España”, aseguró Xavi Hernández, actual entrenador del Barcelona y compañero durante muchos años de Busquets en las canchas.
Sergio, que llegó a las divisiones menores del Barcelona en 2005, debutó en el equipo profesional en 2008, cuando el entrenador Frank Rijkaard lo vio en el Barca B, que jugaba en la tercera división, y le dio la oportunidad.
Se consolidó como el volante defensivo titular cuando Guardiola asumió como técnico del cuadro catalán, y desde ahí nunca soltó el puesto. Ahora, a sus 34 años, ha conseguido 31 títulos con el Barcelona y jugado más de 700 partidos. En todos ellos se mantuvo como un jugador diferente, fuera de los paradigmas del fútbol contemporáneo.
