Decidir es asumir un riesgo. Más cuando se hace bajo presión. Las consecuencias pueden salir bien o mal: todo depende. Por lo general, quien dilucida algo lo hace pensando en obtener un buen rédito. Por eso asume la ventura, la repercusión.
En el partido de vuelta de los cuartos de final de la Copa Sudamericana entre el DIM y Lanús, hubo un par de decisiones que no salieron como quienes la tomaron lo esperaban. Por un lado, al minuto 83 el técnico Alejandro Restrepo sacó a Homer Martínez, el mejor jugador del cuadro rojo en el partido, y metió a Pablo Lima.
Cuando el árbitro asistente anunció la sustitución, los hinchas en las tribunas empezaron a decir “no, no, no”. Incluso se oyeron silbidos por la decisión. Al final, cuando se dieron cuenta que la cosa era irreversible, aplaudieron al sustituido. Lima entró en medio de esos vítores.
Se paró bien en la mitad de la cancha. Cortó un par de pelotas y se quedó “colgado” en algunas jugadas. Diez minutos después de su ingreso, el técnico antioqueño tomó otra decisión: sacó a Fainer Torijano, capitán del equipo desde el inicio del juego, y metió al defensa uruguayo José Aja.
Lima pasó a tener la cinta de capitán. Los charrúas que entraron, ayudaron a que el rojo aguantara el asedio de los argentinos en las últimas jugadas. Finalizó el tiempo reglamentario. El clasificado a semifinales se decidió desde el punto penalti.
¿Una mala elección?
Antes del inicio de la tanda, los futbolistas de cada equipo se reunieron con sus cuerpos técnicos. Decidieron quiénes patearían y en qué orden lo harían. Los arqueros, seguro escucharon algún consejo.
Después llegó el momento de las elecciones. La suerte jugó en favor de Lanús en el primer sorteo: ellos eligieron el arco en el que querían patear. Le huyeron al del sector norte, donde la gradería estaba a reventar. Escogieron el de sur, donde en la parte de arriba tenían el apoyo de unos 100 aficionados que viajaron desde Argentina.
Luego el hado se puso del lado del cuadro antioqueño. Su capitán pudo decidir si quería patear primero que el rival. Eligió lo contrario: “nosotros pateamos de segundos”, le dijo al central venezolano.
Se cumplió. Los argentinos iniciaron pateando. Por Lanús erró el experimentado Carlos Izquierdoz. En el Medellín fallaron Lima y Jherson Mosquera, a quien le tocó patear buscando que el cuadro rojo empatara y mandó el balón por encima de la portería de Nahuel Losada.
Una vez terminó el partido, se dijo que la elección de Lima de patear segundos había sido una orden del entrenador, pero en rueda de prensa Restrepo negó esa versión.
“Es una situación que normalmente se habla. Pablo en su momento actúo de capitán. Nosotros estábamos reunidos y él fue quién tomó la decisión. Es una situación que es de momento, que se toma ahí, y bueno...”, aseguró Restrepo, quien también defendió a Daniel Londoño, criticado y silbado por el autogol. También a Baldomero Perlaza, a quien los aficionados señalaron por “pecho frío”.
No sabremos que habría pasado en caso de que Lima tomara otra decisión. Tal vez el desenlace de la historia pudo ser distinto. Quizás no. Lo cierto es que está comprobado estadísticamente que empezar pateando una serie de penaltis da un ápice de ventaja. Sin embargo, ya no es tiempo de llorar. Ahora en el DIM tienen que asumir la consecuencias de las decisiones que tomaron y remar con fuerza para enderezar el camino en Liga.
