Todo pasó en un abrir y cerrar de ojos. Por eso no hay una sola versión sobre cómo fue que la fiesta que se vivía en el Atanasio Girardot durante el partido entre Atlético Nacional y Junior se convirtió en una purga que por poco termina en tragedia. Sí: 45 personas resultaron heridas. De ellas, 25 fueron atendidas en el estadio. A cuatro las trasladaron en ambulancia a hospitales de la ciudad.
Según la información que compartieron desde el Puesto de Mando Unificado del Atanasio, siete aficionados del Junior consultaron por su cuenta. Cuatro fueron atendidos en el hospital General. Tres en el San Vicente de Paul. Además, ocho hinchas del club barranquillero fueron llevados diferentes IPS por miembros de la Policía: 4 al Neurológico, uno a Salud Total, uno a la Clínica Fundadores y dos al General.
¿Y cómo se llegó a eso? Como el universo, esta historia tiene muchos posibles inicios. Acá trataremos de reconstruirlos. La primera decisión que condujo a esta situación sin sentido fue que desde la logística del cuadro verde le permitieran el ingreso a unos 1.000 hinchas del elenco barranquillero, que viajaron en tres buses desde la capital del Atlántico a territorio antioqueño, para ver el partido.
Los ubicaron, como suelen hacer con las hinchadas visitantes, en el extremo opuesto de donde se hace la barra popular del elenco verdolaga: estaban en un sector de norte, cerca de occidental alta, a pocos metros de donde se sientan a los periodistas que no transmiten en cabinas. Para la prensa tampoco hubo garantías, pues entre las tribunas no hubo personal de la Policía, solo unas seis personas de logística.
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En norte también había hinchas del cuadro verde, pero estaban más ubicados hacia el lado de occidental. El ambiente estaba caliente. Junior llegó a Medellín con la intención de conseguir su primera victoria desde que lo dirige César Farías (suma tres derrotas con el resultado parcial ante el verde). Nacional, entre tanto, buscaba un triunfo que lo reconciliara con sus aficionados luego de caer 1-0 ante Bucaramanga el lunes.
Y lo estaba logrando. Se fue al entretiempo con el 1-0 en el marcador tras una anotación de Andrés Román. Iban ocho minutos de la segunda parte y llegó la segunda anotación. La marcó Marino Hinestroza. Ahí fue cuando todo estalló. Aquí empieza el cruce de versiones. Por un lado, se dice que el extremo puso su mano sobre su cabeza como si fuera una aleta de tiburón y eso molestó a los hinchas del Junior, que empezaron a intercambiar insultos con los del elenco verde.
Por otra parte, se dice que la trifulca empezó porque los aficionados del Junior se robaron un trapo (una bandera) que los de Nacional cuelgan en norte y dice “Capo Mejía 13”, haciendo referencia al volante barranquillero Alexander Mejía, capitán e ídolo del cuadro verde. Como respuesta a esa situación, los hinchas locales habrían hecho lo propio con un bombo del elenco barranquillero. Todo sucedió durante la celebración del gol.
Lo cierto fue que, mientras los jugadores terminaban de festejar, en la tribuna norte empezó una trifulca que llevó al resto del estadio a silbar. Hinchas del Junior y Nacional se enfrentaron. Primero hubo puños, patadas. Después se empezaron a dar con lo que tenían. Algunos utilizaron sus sombrillas. Otros sacaron navajas, con las que empezaron a repartir puñaladas.
El pleito no solo se quedó en esa tribuna. Hinchas del Junior pasaron a occidental, donde había familias con niños y adultos mayores. Algunos aficionados de esa localidad, en la que había familiares de los jugadores del cuadro barranquillero, corrieron hacia el centro de la tribuna. Unos más lo hicieron en sentido contrario, como buscando encontrarse con los aficionados del rival.
El pleito se volvió bravo. Empezaron a tirar personas desde la segunda planta del Atanasio hacia la primera. Hubo muchos aficionados que resultaron apuñalados. Algunos futbolistas del Junior ayudaron a bajar a los heridos. La Policía llegó y ayudó a controlar la situación en la parte de arriba de las tribunas. Abajo, en el túnel que lleva a los camerinos de los equipos, personal de la Cruz Roja atendía a los heridos por las laceraciones que recibieron con arma blanca.
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Luego, esas personas fueron trasladas a los centros asistenciales. Quienes estaban en las otras tribunas no se movieron de sus puestos. Hubo un momento en el que empezaron a lanzar cosas desde el estadio hacia la calle que rodea el escenario. Afuera también empezaron a tirar vallas. Por eso fue necesaria la intervención de la Unidad Nacional del Diálogo y el Mantenimiento del Orden (antes Esmad), que empezaron a tirar gases y aturdidoras, para dispersar a la gente.
Mientras eso pasaba, los futbolistas preguntaban cómo estaba la situación. El árbitro del encuentro, el vallecaucano Nolberto Ararat decidió suspender el partido por falta de garantías. Los equipos aceptaron. La Dimayor y el MinDeporte condenaron los hechos. Dijeron que iban a empezar a tomar cartas en el asunto para prevenir de nuevo una situación como esta.
Mientras tanto, los heridos seguían siendo atendidos y los aficionados que seguían en las tribunas, llenos de miedo, esperaban el momento para poder salir. Lo lograron sin problema en sur, occidental y oriental. En norte, por el contrario, hubo otra trifulca. Según se ve en videos que circularon en redes sociales, hubo de nuevo peleas entre hinchas de Nacional con los del Junior que fueron dispersadas por la Policía.
Al final de la jornada, pasada la media noche, hubo personas que fueron llevadas por las autoridades a centro de detención. Entre tanto, se espera que las cámaras de reconocimiento facial ayuden a identificar a todos los implicados en este hecho de violencia que, una vez más, empañó el fútbol nacional. También se hacen llamados a las autoridades del fútbol para que las medidas que tomen garanticen la seguridad de todos los que están en el escenario. El espectáculo no puede estar por encima de la vida.
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