Cristiano Ronaldo salió por primera vez en cámara en el minuto 27, se le veía sereno en la banca, erguido con su cuello de avestruz, con la cara férrea de un militar viejo que no hace misiones en campo, sino detrás de un computador o de una mirilla: lejos de la sangre, de la batalla, cumpliendo su última misión sin cumplir. Lo veía todo de lejos, mientras la Selección de Marruecos se paraba firme en su posición, como mercenarios resguardos en la arena. En otras épocas —¿lo pensó?—, Cristiano hubiera desarmado cualquier defensa, pero ya pasaron los años, el tiempo que se lleva todo con su furia mansa.
Aún en el minuto 41, cuando En-Nesiry —un Drake del mediterráneo— hizo el primer gol con un cabezazo para el que se levantó como un basquetbolista, Cristiano siguió sereno, solo volteó la cabeza en una mueca de asombro, de incredulidad, pero no dolido. Entonces vino la arremetida de Portugal, cuyos jugadores parecen piratas sujetos de las sogas de un barco que navegaba directo al naufragio. Bruno Fernandes hizo un remate que terminó en el palo, pero como pasó con Brasil ayer, de su lado no estuvo ni la suerte ni el esfuerzo. Qué ironía, en las tierras de Alá y de los sueños del profeta, se necesitan más que esfuerzo, hay que estar bendito.
Con 37 años, Cristiano Ronaldo llegó al Mundial sin club definido después de pasar sin brillo por el Manchester United, equipo en el que hace más de diez años hizo historia. Cristiano, Neymar y Messi formaban el triunvirato de las megaestrellas que no han levantado la Copa del Mundo, ya dos de ellos son historia: no lo lograron, se les escapó como a un mortal cualquiera se le va un trabajo soñado, el amor tenaz. Lo que hemos visto de Cristiano son las cenizas de un dios que se ha inmolado antes los ojos de todos, un sacrificio, un milagro inverso.
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Veinte años después de que debutara con el Sporting de Portugal, Cristiano Ronaldo ha hecho 819 goles en 1.141 partidos oficiales, siendo el máximo goleador de la historia, un atleta de fondo, un robot. Hizo 5 goles con el Sporting, 145 con el Manchester United, 450 con el Real Madrid, 101 con la Juventus y 118 goles con esta selección de Portugal. Es el único hombre que ha hecho goles en cinco mundiales. Una bestialidad.
Este partido contra Marruecos empezó con un pequeño drama. Dijo la prensa europea que Cristiano había amenazado con abandonar Qatar si no empezaba como titular. No lo fue, entró en el minuto 51 y en el 51:32 ya había hecho un desborde por el sector izquierdo que terminó con un remate directo al arquero. Hubo poco más: algunos pases y el remate del minuto 90:32.
Ante cada fracaso, Cristiano se relamía los labios como un estoico. Cuando pitó el árbitro y ya todo eran cenizas, Cristiano se relamió los labios de nuevo con insistencia, juntó los dedos pulgar e índice de la mano derecha en los ojos como para retener las lágrimas, para evitar el caudal. Entre tanta gloria, el fracaso es un estruendo. Dice La Tabaquería, del poeta Fernando Pessoa: “Estoy vencido como si supiera la verdad”. Esta es la verdad: la eternidad no existe para los hombres.
