El 2016 fue un año decisivo para Daniel Muñoz, un ferviente hincha del Atlético Nacional, cuya vida dio un giro inesperado y trascendental en medio de la pasión futbolera. Como fiel seguidor del equipo, Daniel no se perdía un solo partido, alentando desde la tribuna sur con toda la energía de un verdadero fanático. Sin embargo, el día que Nacional disputó la final de la Copa Libertadores contra Independiente del Valle, Daniel se enfrentó a una encrucijada que cambiaría su destino para siempre.
La comunidad de Daniel tenía todo listo para celebrar la final. Se había organizado una fiesta en el barrio, y la emoción estaba a flor de piel. Justo antes de que comenzara el partido, recibió una llamada del director deportivo de Águilas Doradas. Le informaron que debía presentarse al día siguiente en el estadio Alberto Grisales de Rionegro para una prueba con el equipo profesional.
“Le recordé que era la final de Nacional, pero el director deportivo fue enfático en que no tendría otra oportunidad”, relató Muñoz. En ese momento, Daniel se vio envuelto en un dilema: quedarse y celebrar uno de los títulos más importantes de su equipo amado o irse temprano a dormir para estar fresco para la prueba. Sabía que si asistía a la celebración en la finca alquilada, no lograría levantarse a tiempo para el entrenamiento en Rionegro.
Decidido a no dejar pasar esta oportunidad, Daniel se vio el partido y se fue a casa. La noche fue extraña, pues la ansiedad y la bulla de los voladores de la celebración le impidieron dormir bien. Al día siguiente, llegó a Rionegro, listo para su primer entrenamiento con el equipo profesional. Sus habilidades impresionaron al técnico Pedro Sarmiento, quien le pidió que continuara asistiendo a los entrenamientos.
No pasó mucho tiempo antes de que Sarmiento dejara el equipo, y Daniel tuvo que convencer a un nuevo entrenador, Juan Eugenio Jiménez, quien asumió como interino. Sin contrato, Daniel sabía que su futuro dependía de impresionar al nuevo técnico. Con tenacidad y disposición para jugar en cualquier posición, logró ganarse un lugar en el equipo.
En 2017, finalmente, le hicieron su contrato profesional. “Tenía 20 años. Para los muchachos que creen estar viejos con 18 o 19 años porque aún no han llegado, les digo que sigan trabajando. Esto es de constancia y disciplina y, sobre todo, de creer siempre en Dios”, afirmó Muñoz.
Para Daniel, el fútbol no se trata del dinero, sino de la satisfacción personal que le brinda. Su dedicación y esfuerzo lo han llevado a convertirse en el mejor lateral derecho de la Copa América. Expertos lo comparan con leyendas como Javier Zanetti, Antonio Valencia, Cafú y Roberto Carlos, destacando su potencia para ir al ataque.
En un amistoso ante España, Daniel marcó un gol crucial. Repitió la hazaña frente a Paraguay y Brasil en la Copa América, mostrando su capacidad para sobresalir en momentos críticos. Su desempeño ha sido fundamental para el éxito de la selección colombiana.
Actualmente, Daniel Muñoz brilla en el fútbol inglés con el Crystal Palace y es una pieza clave para Colombia en los cuartos de final frente a Panamá. Una simple decisión en 2016 lo ha llevado a alcanzar la gloria y demostrar que la constancia y la disciplina pueden cambiar la vida de cualquier persona. Es un ejemplo inspirador de cómo una decisión, acompañada de esfuerzo y fe, puede transformar el destino y abrir las puertas hacia el éxito.