Cuesta creer que Edinson Cavani, el delantero estrella de la selección uruguaya, haya sido tan calvo de niño que en su familia lo llamaban “Pelado”. Porque si hay algo que distingue a Cavani en la cancha, además de su fiereza y versatilidad, es su cabello largo recogido hacia atrás con una balaca negra que le despeja la frente.
En una carta que Cavani se escribió a sí mismo “de pequeño”, que fue publicada en la revista digital The Players Tribune, el deportista cuenta por qué se dejó crecer el pelo y qué es lo que lo motiva cada vez que sale a la arena a perseguir un balón.
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“Hay un jugador que se llama Gabriel Batistuta. Todavía no lo conoces, porque el único programa que tienes paciencia para sentarte y mirar en la tele se llama Tom & Jerry. Tu hermano mayor, Nando, será el primero en dejarse inspirar por Batistuta. Empezará a negarse a ir a la peluquería. Y a usar el acondicionador para el pelo de tu mamá. Y de a poco, empezará a parecerse cada vez al magnífico Batigol. Cuando esté corriendo en un campo de juego, con su pelo largo tirado hacia atrás y sujetado por una gomita, será lo mejor que hayas visto. Llegará el momento en que serás tú el que le dirá a tu madre: ‘No más cortes de pelo’”, le escribe Cavani al “Pelado”.
El delantero del París Saint-Germain Football Club recuerda su infancia en Salto, una ciudad de apenas 100.000 habitantes en el Noroeste de Uruguay donde vivió la vida afuera, “con una pelota en los pies. A la manera sudamericana”:
“No conoces otra cosa. Y además, ¿qué hay para hacer adentro? Nada divertido. Nada interesante. No hay PlayStation. No hay televisor grande. Ni siquiera tienes para darte una ducha caliente. Tampoco hay calefacción. En invierno, tu sistema de calefacción serán cuatro frazadas. Cuando necesites darte un baño, tendrás un termo con agua que calentarás en la cocina a querosén. Es muy importante entender cómo combinar el agua fría y la caliente. Parado en la bañera, aprenderás a ser un alquimista”.
Cavani le cuenta a su yo de 9 años cuál fue su primera motivación para jugar fútbol: el Gol del Helado. Resulta que los organizadores del campeonato juvenil de Salto daban un helado al último jugador que metiera gol en cada partido:
“El resultado podía estar 8-1, pero no importaba. Era una carrera contra el tiempo. Marcar el último gol del partido. Y la sensación al escuchar al técnico que hacía sonar el silbato para marcar el final, cuando habías metido el Gol del Helado... ¡increíble! Una alegría inmensa. ¿Será de chocolate? ¿Te van a dar uno de esos de Mickey Mouse? Sea el que sea, durante todo ese día, serás el rey”.
Cavani relata en la crta su infancia llena de limitaciones, muy distinta a la de los niños de Montevideo, y cuenta cómo los chicos del barrio, así tuvieran zapatos para jugar, terminaban pateando la pelota descalzos sobre la cancha embarrada.
“Si cierro los ojos ahora mismo, todavía puedo sentir el barro en la planta de los pies. Todavía puedo sentir a mi corazón latiendo, persiguiendo la pelota, soñando con el helado. Llevarás estos sentimientos contigo durante toda tu vida, porque eres sudamericano. De Uruguay. De Salto. Vives el fútbol de una manera diferente”.
El deportista le cuenta a su “yo pequeño” que conseguirá jugar en Montevideo, “y cuando lo hagas, se sentirá como si estuvieras jugando la Champions League”. Luego en Europa, “y harás suficiente dinero para cambiarle la vida a tu familia”. También para la Selección de Uruguay. “¿Tu sueño es tener mucha plata, manejar lindos autos y dormir en hoteles elegantes? Bueno, Pelado, tendrás todas esas cosas”.
Sin embargo, le dice Cavani a su yo chiquito, todas esas cosas no lo harán necesariamente feliz. El delantero, a sus 31 años, extraña algo que tenía a los 9, aún en medio de las carencias materiales: la libertad.
“Como niño, vives tu vida con una intensidad y una pasión que será imposible como adulto. Tratamos de aferrarnos a esa sensación cuando vamos creciendo, pero empieza a irse. Se nos escurre entre las manos. Hay demasiadas responsabilidades. Demasiada presión. Demasiada vida vivida adentro”.
Sí, Cavani está cumpliendo su sueño, pero la vida del futbolista no es tan maravillosa como se ve desde las tribunas: “Vas de un hotel a un bus y de ahí a un campo de entrenamiento. Después del campo de entrenamiento a un bus y a un avión. Del avión vas a otro bus. De ese bus vas a un estadio. En muchos aspectos, estás viviendo en un sueño. Pero en muchos otros, también eres prisionero de ese sueño. No se puede ir afuera y sentir el sol. No te puedes quitar los botines y jugar en la tierra. Sucederán cosas que harán tu vida complicada. Es inevitable”.
Para el delantero, la persona más exitosa no es la que más cosas tiene, sino la que tiene “la sabiduría para vivir la vida”. El deportista le explica a su yo pequeño que el único lugar donde sentirá la libertad total es en la cancha. “Y dura 90 minutos, si tienes suerte”. Ahí, en la arena de juego, solamente hay fútbol. Nada más existe.
“Si escuchas esas palabras y realmente crees en el espíritu de lo que dicen, entonces, aunque la presión sea inmensa, aunque estés jugando frente a millones de personas... saldrás a la cancha y te sentirás como si estuvieras jugando descalzo. Sentirás el barro pegado en la planta de tus pies. Sentirás a tu corazón latiendo y correrás buscando la pelota, como si fuera el trofeo más grande del mundo. Como si estuvieras jugando por el helado”.