En los últimos años Arabia Saudita y Qatar han logrado que las supercopas de España, Italia y Francia trasladen la competencia a sus territorios, en un claro auge del fútbol en Medio Oriente gracias al poder financiero y comercial que se maneja en ese lado del mundo.
El arribo de figuras del fútbol a suelo saudí como Cristiano Ronaldo, Karim Benzema, Sadio Mané, Ruben Neves, Neymar en su momento, entre muchos otros, son otro claro ejemplo de la “competencia” económica y deportiva de Medio Oriente con las principales ligas de Europa.
La Real Federación Española de Fútbol, en cabeza de su expresidente Luis Rubiales, modificó el formato de la Supercopa, ampliándola a cuatro equipos (campeón y subcampeón de LaLiga y campeón y subcampeón de la Copa del Rey) y trasladando su sede a Arabia Saudita. Anteriormente se disputaba a partido único entre los ganadores de LaLiga y Copa del Rey.
Este cambio se llevó a cabo tras un acuerdo económico significativo: Arabia Saudita se comprometió a pagar 240 millones de euros por seis ediciones, es decir, 40 millones por temporada, extendiendo el contrato hasta 2029.
La Supercopa de Italia ha seguido una trayectoria similar. Desde 2024, el torneo adoptó también un formato de cuatro equipos y se trasladó a Arabia. Este acuerdo busca aprovechar los beneficios económicos ofrecidos por el país asiático, que paga un contrato de 23 millones de euros a la Federación Italiana.
Ante ello, los aficionados italianos entraron en protesta por el acuerdo entre los directivos de su país y los árabes, a tal punto de decidir no viajar a presenciar los partidos de los equipos que apoyan, dejando en evidencia estadios semivacíos.
El fútbol francés no se ha quedado atrás en esta tendencia. La edición más reciente de la Supercopa de Francia, disputada el 5 de enero entre el Paris Saint-Germain y el Mónaco, se celebró en Doha, Qatar.
Inicialmente, el partido estaba programado para desarrollarse en agosto en China, pero fue pospuesto debido a la escasez de organizadores y patrocinadores. Finalmente, se llegó a un acuerdo con Qatar, que ofreció 3 millones de euros para albergar el encuentro.
Al igual que en Italia, este cambio de sede ha sido criticado en Francia, especialmente porque Nasser Al-Khelaifi, de nacionalidad catarí, es el propietario del PSG, lo que ha generado suspicacias sobre posibles conflictos de interés y ha repercutido en protestas entre los aficionados, quienes consideran que el partido debería haberse jugado en suelo galo.