El fallo contra Máximo Thomsen, Ciro Pertossi, Matías Benicelli, Luciano Pertossi y Enzo Comelli, por homicidio doblemente agravado, fue leído ante los condenados en la sala del tribunal en la ciudad de Dolores, en una audiencia en la cual estuvieron presentes los padres de Feranndo Báez Sosa.
Otros tres jóvenes rugbistas, Blas Cinalli, Lucas Pertossi y Ayrton Viollaz, fueron sentenciados a 15 años de prisión, al ser considerados partícipes secundarios.
La lectura de la sentencia, acordada por unanimidad, fue transmitida en directo por televisión. En Dolores, 220 kilómetros al sur de Buenos Aires, decenas de personas expresaron su solidaridad con los padres de Báez Sosa.
Thomsen, considerado el líder del grupo, sufrió un desvanecimiento al conocer el veredicto de perpetuidad, la pena máxima que contempla la legislación argentina.
El juicio iniciado el 2 de enero cautivó al país, que se había conmovido con el crimen del estudiante de derecho de 18 años, ocurrido el 18 de enero de 2020 en Villa Gesell, 370 km al sur de Buenos Aires.
Aquel verano, los condenados vacacionaban en ese balneario sobre la costa atlántica argentina muy popular entre los jóvenes. Esa noche fueron expulsados de una discoteca en la cual había comenzado una pelea. En la calle, los rugbistas aislaron a Báez Sosa y lo agredieron a puños y patadas, en una paliza que le provocó la muerte por múltiples lesiones.
“Convivir con el dolor”
“Estamos conformes. Empieza una nueva etapa en nuestra vida. Es ahora que vamos a hacer nuestro duelo y a aprender a convivir con el dolor”, declaró Graciela Sosa, madre de la víctima, en una conferencia de prensa después de conocido el veredicto.
“Perdonarlos es muy difícil. Sabían lo que hacían. Disfrutaron matando a mi hijo, llamándolo ‘negro de mierda’”, dijo la mujer. “Su ausencia también es perpetua y nuestro dolor también es perpetuo”, agregó en referencia a la pena decidida por el tribunal contra cinco de los rugbistas.
La fiscalía había pedido prisión perpetua para los ocho acusados, evocando la “voluntad de matar” por parte de “todos”, con una “coordinación sincronizada” que impidió que terceros viniesen en auxilio de Báez Sosa. El abogado de la familia del joven, Fernando Burlando, había hecho el mismo pedido.
Preguntado durante la rueda de prensa, Silvino Báez, padre de la víctima, declinó hacer cualquier comentario sobre el hecho de que tres de los imputados recibieron una pena menor.
Sin embargo, Burlando declaró que apelará en Casación para lograr que todas las sentencias sean a perpetuidad. “Lo más importante es que está acreditado el hecho. Los tres acusados que se vieron beneficiados con 15 años de prisión son nuestro principal objetivo”, señaló a la prensa.
Durante los alegatos, los imputados, por momentos entre lágrimas, tuvieron expresiones como “pido perdón”, “pido disculpas”, “no hubo intención de matar”, “no hubo un plan (de asesinar)” y “estoy arrepentido”.
Los ocho jugadores, todos de la pequeña localidad de Zárate, cercana a Buenos Aires, detenidos el día del crimen, han estado en prisión preventiva desde 2020. Báez Sosa era el único hijo de una cuidadora de ancianos y un albañil, ambos inmigrantes paraguayos. Había iniciado la carrera de Derecho, luego de graduarse en un colegio parroquial católico y realizar obras de caridad.
Su crimen desencadenó una serie de manifestaciones de repudio y en apoyo a la familia, con intensos debates sobre el consumo de alcohol por parte de los jóvenes, la construcción de la masculinidad, la xenofobia y el racismo en este país que se identifica como de descendientes de inmigrantes europeos.
El rugby en Argentina es amateur e históricamente son los sectores de clase media y alta los que lo practican o asisten a los partidos.
Los responsables
Máximo Thomsen, de 23 años, fue el acusado que más le pegó a la víctima. Los testigos describen que estaba como “enajenado” después de que, en el interior de la discoteca, hizo una seña a modo de amenaza contra Báez Sosa, a quien responsabilizó por su expulsión del boliche (bar) por parte del personal de seguridad.
Las pericias corroboraron que la víctima tenía marcada su zapatilla en el maxilar inferior izquierdo y, a su vez, el calzado tenía sangre de Báez Sosa.
Horas después del crimen fue a comer a una hamburguesería con otro acusado, Lucas Pertossi. Estudiaba Educación Física. Enzo Comelli, de 22 años, trabajaba en un bar. Fue identificado como uno de los primeros que golpeó a Báez Sosa.
Matías Benicelli, de 23 años, trabajaba en el taller de chapa y pintura de la familia después de haber terminado la secundaria. Las pericias confirmaron que había sangre de Báez Sosa en su camisa.
Ciro Pertossi, de 22 años, hermano de Luciano y primo de Lucas Pertossi, estudiaba Arquitectura. Los videos de la escena del crimen muestran que se lamió los dedos presumiblemente para limpiarse la sangre de Báez Sosa.
Después del ataque, escribió en el grupo de WhatsApp: “Chicos, no se cuenta nada de esto a nadie”.
Luciano Pertossi, de 21 años, había terminado la secundaria. Una joven declaró en la causa que dijo: “Quedate tranquilo que me lo voy a llevar como trofeo”, mientras golpeaba a la víctima.
Quince años Blas Cinalli, de 22 años, estaba terminando la secundaria. En un hisopado a una uña de la víctima se encontró su perfil genético.
Ayrton Viollaz, de 23 años, técnico electromecánico, fue identificado por los testigos como quien impedía que los amigos de la víctima se acercaran a ayudarlo.
Lucas Pertossi, de 23 años, es técnico en Seguridad e Higiene. Filmó la secuencia del crimen mientras se reía y pedía que nadie defendiera a la víctima.
Después, se acercó hasta el lugar donde sucedió todo y mandó el mensaje por WhatsApp en el que avisa que el chico “caducó” y, posteriormente, fue a la hamburguesería con Thomsen.