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El día en que se robaron a Ramón Hoyos Vallejo

La historia inédita del hurto de una obra del maestro Botero.

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20 de noviembre de 2014
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Sin proponérselo, Ramón Hoyos Vallejo le sigue dando vueltas al mundo.

No en carne y hueso, sino en una de las pinturas del maestro Fernando Botero que va de galería en galería, de museo en museo, para hablar y mostrar de la grandeza de unos de los héroes del ciclismo nacional.

La Apoteosis de Ramón Hoyos, así se llama la obra de 1.72 metros de alto por 3.14 de ancho que actualmente está colgada en Copenhague como parte de la retrospectiva del pintor, ya que marca los trazos expresionistas de la década de los cincuentas de esta galería itinerante.

“La Apoteosis de Ramón Hoyos era un tema revolucionario para la época, antes del arte pop. Era novedoso y fuera de lo común. También era grande la obra por su tamaño”, cuenta como reminiscencia el maestro, desde su estudio en Montecarlo.

“Este cuadro lo hice por el momento deportivo que vivía Ramón Hoyos. Un tema totalmente salido de lo común, ya que el arte se ocupaba de otras cosas. Es una obra que ha tenido su historia rara, porque estando exhibido en el Museo Nacional de Bogotá se lo robaron.

Algún día una persona anónima me llamó y me dijo:

Maestro Botero, o me compra el cuadro o no lo vuelve a ver. Le tuve que dar en ese tiempo como 2 o 3 mil dólares y después debí restaurarlo, porque estaba en mal estado”, recuerda Fernando Botero.

El cuadro monumental volvió a las manos que eran para dar testimonio en diversas partes del mundo de esos gorditos pintados, que quedaron grabados desde 1959, cuando el artista le rindió homenaje a las hazañas del cinco veces ganador de la Vuelta a Colombia.

Existencias paralelas, como todo en la vida, las cosas tienen su razón de ser. Nada gratuito.

Ramón Hoyos Vallejo y Fernando Botero, fieles representantes del verdadero empuje paisa, que con su categoría fueron capaces de romper los linderos que imponen las montañas antioqueñas.

El ciclista de múltiples conquistas deportivas y el artista que también embrujó al mundo con el poder de su plástica.

El cuento viene de antes, cuando los muchachos, nacidos en 1932, pero en distinto mes, supieron el uno del otro, pero sin saber qué sucedería después y mucho menos que se volverían a ver.

“Al maestro Fernando Botero lo conozco desde que estaba muchacho. Yo trabajaba como mensajero en la carnicería La Bandera Blanca, en Berrío entre Ayacucho y Colombia.

De la casa del maestro pedían la carne todos los días y yo iba muy seguido en bicicleta. Me pagaban de contado. Él vivía en Bolivia con Mon y Velarde. Ahí lo conocí”, contaba Ramón Hoyos Vallejo, quien años después, en 1953, se convirtió en el primer antioqueño en ganar la Vuelta a Colombia en Bicicleta.

Hoyos fue el eje central de las figuras de Antioquia. En la bienvenida como campeón de su primera ronda, más de 200.000 personas se volcaron a las calles de Medellín para tributarle el homenaje de admiración.

En esas calendas, el maestro Botero ya era un pintor reconocido en el medio. Existencias exitosas, los logros de ambos en el campo nacional e internacional. Ramón como quíntuple campeón de la Vuelta, ese que despertaba toda clase de reacciones, ya que en la quinta competencia, en 1955, ganó 12 de las 18 etapas, seis de ellas consecutivas, una gesta incomparable.

Hoy, cada quien en su camino y destino, tras 50 años de arduas tareas. Botero en el pináculo de la popularidad, en el crescendo de su producción artística, y Hoyos viviendo recuerdos en Guarne, ahí cerca de la Marinilla que dio a conocer al mundo.

“Yo quiero que el maestro Botero done la obra, para poder exhibirla al lado de mis trofeos en Marinilla; que se convierta en un lugar turístico. Nadie tiene lo que yo tengo”, pedía Hoyos, quien no ha vuelto a ver el cuadro desde que estuvo colgado en el Museo Nacional de Bogotá.

Botero opina que ya hizo una donación importante de su obra para Medellín, que su afán no es el de monopolizar y que lo mejor es que el cuadro pueda ser apreciado en el mundo entero para orgullo de Colombia como parte de esa retrospectiva que hoy está en Dinamarca y que mañana puede ser mostrado en cualquier lugar del mundo, el Ramón Hoyos de Botero.

*Escrito en 2006 por Pablo Arbeláez Restrepo.

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