En los entrenamiento del DIM, Ánderson Plata habla poco. Casi todo el tiempo está en silencio, concentrado en escuchar las indicaciones del técnico Alfredo Arias y exigiéndose al máximo para volver a tener el estado de forma que lo convirtió, hace unos años, en uno de los extremos más apetecidos del fútbol colombiano.
Sin embargo, cuando terminan las prácticas se sienta a recochar con los compañeros. Era la mañana de un martes de agosto y en una de las mesas contiguas a la cancha de la sede del Poderoso en Llanogrande, que tenía encima una carpa que protegía de la inclemencia del sol, estaba Plata sentado con Luciano Pons, Andrés Felipe Ibargüen y Miguel Ángel Monsalve.
Media hora antes había terminado el entrenamiento y los futbolistas, ya bañados, cambiados y listos para regresar a sus casas, se reían. Una de las personas de comunicaciones del cuadro rojo se acercó al guajiro y habló con él para que atendiera una entrevista con este diario.
Ánderson aceptó. Se levantó y mientras caminaba para llegar al punto donde se iba a realizar la charla, Andrés Ibargüen gritó, con un tono sarcástico: “Ahí se los mandé”.
Cuando llegó, Plata, justificando su independencia y medio en broma, refutó entre risas: “a mí no me mandó nadie”.
¿Cómo se siente en Medellín?
“Muy bien en la ciudad y en el equipo. Me han acogido bien. También a mi familia. La ciudad es muy buena, todos sabemos que es un lugar lindo y estoy contento de estar acá”.
¿Qué lo llevó a venir acá?
“Fue una decisión familiar. Estábamos en La Guajira de vacaciones y teníamos la oportunidad de regresar a Arabia. Sin embargo, decidimos quedarnos porque para el niño (su hijo) el estudio allá estaba un poco complicado. Por eso quisimos mantenernos en Colombia y en ese momento salió la oferta del Medellín, la analizamos y la aceptamos. Para mí la familia es todo, son los que siempre están con uno en las buenas y en las malas y quería que estuvieran bien”.
¿Cómo fueron esos meses en la Liga de Arabia?
“Futbolísticamente me fue muy bien. En el torneo hice siete goles, gracias a Dios. Pero con la familia la cosa estuvo más complicada porque a mi esposa le costaba estar allá; pero fue una linda experiencia, una etapa en la que me sentí contento”.
¿Le dio duro pasar del calor de Arabia a estar acá en la altura?
“Uyy, sí, sí, sí. Me ha dado muy duro porque venía de jugar allá donde se sienten temperaturas de 50 grados y pasar a entrenar acá en Llanogrande, donde hay un poquito de altura, es complicado. Sin embargo me estoy adaptando”.
¿Cómo va ese proceso?
“Cuando llegué acá llevaba más o menos mes y medio sin competir porque en Arabia se terminó la Liga el 30 de mayo; entonces llevaba un tiempo sin competencia y los compañeros ya habían hecho la pretemporada y me agarraron un poquitico de ventaja (risas). Pero cada día me siento mejor y espero estar al 100%”.
¿Cuáles son sus objetivos con el Medellín?
“Ganar títulos. Yo siempre trato de dar lo mejor de mí en los equipos a los que llego para poder quedar campeón. En mi carrera, en casi todos los clubes en que he estado lo he conseguido y esta vez espero que no sea la excepción”.
Usted es de Villanueva, La Guajira ¿cómo empezó en el fútbol?
“En el colegio. Yo estudiaba en uno que no participaba en los Intercolegiados y me hicieron pasar a otro que sí. Ganamos ese campeonato y después empezamos a jugar los torneos que hacen en los pueblos. Después me fui a jugar la Primera C a Maicao”.
¿Cómo fue esa experiencia allá?
“Dura. Para allá me fui con unos compañeros. Vivíamos en una casa hogar en la que nos recibían los familiares de unos amigos con los que jugábamos. Me acogieron bien”.
¿Cómo llegó a Valledupar FC donde debutó?
“Esa es una historia bacana. Yo me fui de vacaciones para donde unos familiares que viven en los corregimientos La Raíz y el Alto. Allá estaban jugando un torneo y mi hermano habló con el entrenador para que me metiera. Él no quería, pero cuando iban perdiendo 3-0 me dio chance, hice tres goles y ganamos 5-3. Ahí me vio jugar un primo que se llama Joaco Villén y él y Poncho Zuleta hablaron con los directivos del Valledupar para que me dejaran hacer una prueba; ahí empezó todo”.
¿Qué tal resultó la vida allá?
“Al principio fue difícil. Dormía en una cancha sintética en unas colchonetas. Ya después nos fuimos para una casa hogar en la que vivíamos más de 20 personas. Luego, cuando firmé contrato, fui a una casa con varios futbolistas, cada uno en una habitación. Allá fue todo muy bonito. Primero jugué con la Sub-20 como tres meses y después me subieron al equipo profesional. Ahí se sintió un cambio grande porque ya pasamos a jugar en la Primera B del fútbol colombiano en la que había mucho nivel. Estuve 3 años ahí, antes de transferirme al Pereira. En este club me fue bien y me fui al fútbol de Corea de Sur. Regresé a Millonarios, luego jugué en el Huila, en Santa Fe, salí de nuevo del país y estuve en el Atlético Paranense de Brasil. Volví a Tolima y bueno, salió la oportunidad de ir a Arabia”.
¿Cómo han sido sus experiencias en el extranjero?
“La primera fue muy buena. Estaba joven, tenía como 20 años y fue bacano. Sin embargo, quise regresar por la inexperiencia. Me hacía falta la familia, pues me fui solo y eso me dio duro. Mi mamá no pudo viajar porque le da miedo montar en avión. Por eso tomé la decisión de volver. Ya cuando fui a Brasil estaba más grande y me fue bien. Aunque me lesioné y duré como 3 meses por fuera. Después jugué bien y el equipo decidió cederme a Tolima que compró mis derechos”.
¿Dónde tuvo mejor nivel?
“En Pereira. También en Santa Fe y Tolima. La verdad, he tratado de dar lo mejor de mí a donde voy y eso ha sido el éxito de mi carrera. Ahora espero hacerlo acá en el DIM”.
Fiel a sus principios y fanático del vallenato
¿Se considera una persona disciplinada?
“Sí, soy muy disciplinado. En los 33 años que voy a cumplir, habré tomado 3 o 4 veces. Nunca me ha gustado el trago. También soy cuidadoso en la alimentación: si veo que estoy pasándome de peso, empiezo a comer mejor. Me gusta cuidar mucho mi cuerpo”.
¿Por qué no le gusta tomar trago?
“Todo el mundo cree que yo soy rumbero porque soy guajiro; pero cuando me conocen se dan cuenta de que no. Eso se debe a que, desde pequeño, en la escuela, los profesores me inculcaron que no era bueno consumir licor y eso siempre lo llevo conmigo”.
¿Le gusta el vallenato, quiso cantar?
“El vallenato lo es todo, es algo que viene en la sangre de uno. Yo sí quise cantar, pero siempre el fútbol fue prioridad”.
¿Cómo conoció a su esposa?
“Después de que jugué en Pereira me quedó gustando la ciudad. Cuando volví de Corea a jugar en Millonarios, iba frecuentemente. En una de esas visitas la conocí, nos enamoramos y ya tenemos un hijo”.