Cuando estaba en el colegio y el profesor de ese momento (Jhon Darío) pasó por los salones convocando a estudiantes para que se inscribieran a practicar lucha libre, Alisson Camila Cardozo Rey prefirió no levantar la mano más allá de quedar encantada de escuchar de lo que se trataba este deporte.
Tenía dos razones de peso para no hacerlo: una extraña enfermedad en los huesos (osteocondromatosis múltiple, que se caracteriza por el crecimiento de tumores benignos y que afecta a una entre 50 mil personas) y la estigmatización de que las mujeres no eran bien vistas en dicha actividad atlética.
Pero ahora, a sus 25 años de edad y a pesar de las adversidades que vivió, la bogotana se acaba de clasificar a los Juegos Olímpicos de París y en esa especialidad de combate.
Alisson es bajita (mide 1,55 metros) y delgada (pesa 50 kilos) pero tiene una mente y corazón de gigante. Para ella no existen los imposibles.
En el reciente Clasificatorio Olímpico Panamericano de lucha en Acapulco, México, la capitalina, en la modalidad libre (50 kg), mostró su fortaleza para clasificar a París-2024.
En los cuartos de final superó a la mexicana Mariana Díaz y en semifinales a la panameña Milagros Yorlenis. El paso a la final le concedió el cupo a Olímpicos.
“Fueron muchos sentimientos encontrados. Fue un combate muy duro. Ya había perdido antes con la panameña, pero estaba decidida a conseguir ese cupo y gané faltando pocos segundos”, dijo Cardozo en medio de la felicidad al término del enfrentamiento.
Hace poco, en el podcast de la Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte de Bogotá, Alisson revivió sus inicios en la lucha libre.
Recordó que luego del discurso del profesor buscando nuevos talentos para esta disciplina, prácticamente todos sus compañeros del salón se inscribieron.
“A medida que pasaban los días llegaban al colegio diciendo que la habían pasado súper chévere, que se la pasaban jugando, entonces me dio envidia y dije que quería ir, y empecé a asistir”, rememoró Cardozo, quien estudiaba en el Colegio El Rodeo, en la localidad San Cristóbal, Bogotá.
No olvida que todo fue un engaño. “Al principio era todo un juego, pero después nos empezaron a involucrar más, enseñándonos técnicas y hasta luchábamos contra los hombres”.
Alisson, que en ese entonces tenía 12 años, manifestó que a sus familiares no les gustaba mucho que entrenara esta actividad porque la veían muy ruda para las niñas.
Prueba de tenacidad
Cardozo agregó que, por el problema de salud que sufre, su inicio en la lucha fue bastante doloroso. “Con esta enfermedad me salen tumores en las articulaciones, es como un hueso con cartílago. Al principio, antes de practicar cualquier deporte, si corría, me dolía mucho, o si me golpeaban quedaba prácticamente coja, entonces al iniciar en la lucha fue difícil porque la exigencia era dura”.
En medio del camino hacia el alto rendimiento, en el que ya es campeona suramericana, tuvo que seguir en controles de salud y varios médicos le recomendaron que no hiciera deporte y más este que es de tanto impacto.
“Hasta mi madre me decía que era una terca, pero ya me había enamorado del deporte y me encomendé a Dios y continúe”.
De hecho, en las primeras competencias nacionales que encaró siempre quedaba de última, pero por su cabeza jamás pasó la palabra retiro.
“Una vez un entrenador me dijo que era una niña muy chiquita y que no servía para este deporte. Que me dijeran que no podía fue lo que me retó a seguir trabajando”.
Y esa lucha constante le trajo la recompensa al lograr su boleto a Olímpicos.
“Después de 10 años de trabajo se cumplió el sueño que busqué durante tanto tiempo. Estoy súper motivada para ir a darlo todo en París”, le comentó la deportista al Comité Olímpico Colombiano.
Con sus logros, Alisson, quien además es estudiante de sicología, representa la tenacidad y superación de las luchadoras colombianas.