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Un paseo por un país muy, muy pequeño

Liechtenstein está entre los primeros más chicos: mide 160 kms2. Medellín tiene un área de 380.

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13 de diciembre de 2019
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Hace rato dejó de ser novedad toparse con las obras de Fernando Botero en grandes ciudades como Nueva York, Singapur, Dubái, Londres o Barcelona, pero ver una pieza suya en un lugar que no es tan turístico, Vaduz, en Liechtenstein, emociona más: tan impasible como la Mujer acostada, esa escultura voluminosa que duerme en la mitad de la plaza, es la vida en este principado que figura en el sexto lugar entre los países más pequeños del mundo.

Si quiere hacerse una idea, mientras el más grande, Rusia, cuenta con 17 millones de kilómetros cuadrados de extensión, Liechtenstein solo tiene 160. Pongámoslo más próximo: el municipio de Don Matías suma 181.

No por esto Liechtenstein deja de ser una de las naciones con mayor calidad de vida. Allí circula la misma moneda que en Suiza, el franco, y el sueldo promedio es de 6.000 euros al mes. Esta debe ser la razón para que en su centro existan más joyerías o relojerías que tiendas de cualquier otro tipo.

En Vaduz son más que cotidianos los artículos de lujo. Al fin y al cabo, igual que su vecina, se caracteriza por su fortaleza financiera y una fama conferida como paraíso fiscal, aunque el nivel de vida es superior.

Arte de adentro hacia fuera

Si se dice que Roma es un museo al aire libre, Vaduz no discrepa. La red de museos en Liechtenstein la componen más de 15 pinacotecas oficiales. Dentro de ellos el Museo Nacional es quizás el más importante y el adecuado si se trata de entender la historia del país. En él hay lugar para sus tradiciones, el arte y hasta las ciencias naturales.

El Kunstmuseum o Museo de Arte Contemporáneo expone una selección, la Hilti Art Foundation. Es una edificación vanguardista, que funciona desde 2000, en donde se exhiben piezas tanto clásicas como modernas y que es especialmente apreciado por los amantes de la arquitectura. Wassily Kandinsky, Fernand Léger y Pablo Picasso tienen su lugar.

Además, las calles se convierten en una extensión del recinto, engalanando la ciudad con esculturas como Tres caballos, de Nag Arnoldi, o Rey Africano, de Gunther Stilling. El arte transgrede los muros para ataviar los lugares públicos: en las tiendas, en el lobby de un hotel, en la entrada de algún edificio o, espontáneamente, en su arquitectura. “Hay que mantener los ojos abiertos”, indica el guía de la oficina de turismo.

Desde 2004 reposa (en sentido literal) la Mujer acostada de Botero, que bien evoca el cuadro homónimo de Francis Bacon, Reclining Woman (Mujer acostada). La figura, fabricada en bronce, fue una donación de la Fundación Lampadia a la ciudad de Vaduz y es la protagonista en esta zona céntrica. No obstante esta pieza, a diferencia de sus homólogas de Medellín, dista de verse atiborrada de turistas que buscan fotografiarla. Se le ve algo soporífera y demasiado solitaria.

Liechtenstein, además de tener frontera con Suiza, comparte límites con Austria. Para llegar a su capital solo hacen falta cruzar el Rin, y menos de dos horas de recorrido desde Zúrich, Suiza. Alejandro Muñoz es un viajero español que decidió incluir Vaduz dentro de su itinerario de viaje por el país alpino; para él fue interesante pero no cree que valga la pena invertir más de un día. “Volvería, quizás, para explorar más su arte”.

Como en un cuento

El castillo de Liechtenstein es la imagen más emblemática del país: una reliquia medieval no disponible para visitas turísticas ni abierta con frecuencia a los locales. La razón es que continúa habitado por sus príncipes, quienes se dan el lujo de atesorar la mayor fortuna de todas las monarquías europeas y que, como en los cuentos, tratan de mantener una estrecha relación con su pueblo. En Liechtenstein, el Fürst (el gobernante) no cobra sueldo y el día de la fiesta nacional (el 15 de agosto) se reúne con sus ciudadanos para tomar el aperitivo en los patios del castillo.

Con poco más de 300 años y cerca de 37.000 habitantes, en la nación alpina la oferta de actividades artísticas gratuitas es variada, desde el Gobierno el postulado es hacer de la cultura una prioridad, porque la catalogan como un logro que debe ser avalado y promovido. Así mismo, la educación es de carácter público aunque, por ejemplo, no es permitido el arte callejero (una medida relativa a la prohibición de la mendicidad).

Los liechtensteinianos afirman caracterizarse porque no les gusta la ostentación. Es normal que en el verano se les vea paseando como elfos, descalzos por la calle. Dicen no olvidar su pasado agricultor, pues hasta los años 40 la población asentada sobre el Valle del Rin era poco próspera. Lo que se conserva es su mentalidad tradicional y las marcadas creencias católicas, sin excepciones es ilegal el aborto. Desde 1984 se permite el voto femenino.

Solo 120 policías custodian Liechtenstein y a la escultura de Botero poco parece importarle. Se ve despreocupada con las manos cruzadas debajo de la cabeza; sigue tumbada, de pierna doblada y con sus pliegues ondeantes. Al final la vida en este principado no da para más, tan tranquila, tan alejada de la paranoia distópica de otras capitales modernas.

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