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Antes y después de la restauración

Salvator Mundi, el cuadro cuya autoría sigue despertando división y duda en el mundo de los expertos en el genio.

  • Fotos Estudio “Further thoughts about the ex-Cook Collection Salvator Mundi” de Jacques Franck - Salvator Mundi de Nueva York restaurado - Atribución cuestionada entre Leonardo Da Vinci y el Taller de Da Vinci - Colección privada
    Fotos Estudio “Further thoughts about the ex-Cook Collection Salvator Mundi” de Jacques Franck - Salvator Mundi de Nueva York restaurado - Atribución cuestionada entre Leonardo Da Vinci y el Taller de Da Vinci - Colección privada
06 de febrero de 2021
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Esta es la historia de un Cristo caído en desgracia. De uno salido del anonimato y paseado por el mundo como el último vestigio de una época de brillantez humana. Esta es una historia de especulación, de millones de dólares y de un par, o de muchos, errores no reconocidos. O no. Esta es, ante todo, una historia sin certezas.

Inicia en un día cualquiera de la vida de Alexander Parish. Los comerciantes de arte como él, según se describió en un artículo de 2019 de Matthew Shaer en New York Magazine, son “apostadores educados” que se guían por presentimientos. Uno de ellos lo “atacó” en 2005 en una galería de Nueva Orleans.

Un cuadro de 66 centímetros de alto por 45 centímetros de ancho fue su premonición. Un Cristo con ropas renacentistas, una mano levantada en bendición y la otra sosteniendo una esfera de cristal, presentado sobre un marco dorado y cuya descripción apuntaba: “After Leonardo da Vinci (Italian 1452–1519) - Cristo Salvator Mundi”.

No era, ni mucho menos, el primer Salvator Mundi. Existe más de una decena de ellos. “Copias de un original que se creía perdido”, señala desde España Miguel Ángel Cajigal, historiador de arte. “Suponemos que el cuadro original de Leonardo existió porque se conservan dos dibujos suyos, pequeños estudios preparatorios”. Resguardados en la Royal Collection del Reino Unido son bocetos de una obra futura.

Uno de ellos apunta a ser la mano que está bendiciendo y el otro son los dibujos de las telas que visten el busto de la figura.

(Dibujos de Da Vinci - Estudio de cortinas cercano a la secuencia leonardesca de Salvator Mundi - Castillo de Windsor, Biblioteca Real)

“Cuando aparece este cuadro, en 2005, los que lo ven sospechan que podrían tener algo muy especial entre manos”, señala Cajigal. Parish lo creyó. Contactó a Robert Simon, el propietario de una galería de arte y amigo personal, y ambos acuerdan comprarlo por $1.000 dólares. Doce años después se convertiría en la obra de arte más cara jamás vendida en la historia. Pero, ¿si era el mismo cuadro?

Una confesión

Al apartamento de Dianne Dwyer Modestini, el cuadro llegó envuelto en una bolsa. A ella, una investigadora de la Universidad de Nueva York y reconocida restauradora, acudieron los compradores con el ánimo de salvar su adquisición.

“El cuadro estaba muy afectado. Se había pintado por encima de su capa original en muchas ocasiones”, señala Cajigal. El panel original se había agrietado a la altura de la cara de Cristo y, según dedujo Modestini, se había intentado solucionar el problema introduciendo yeso y pegamento en la fisura.

Algo llamó su atención. Una forma “extraña” en la figura de la mano que bendecía. Un rastro tenue detrás de los trazos firmes. Lo reconocería como un “pentimento”. Del italiano al español, un “arrepentimiento”. Lo que Modestini creyó ver fue el abandono de una idea. El cambio de parecer de un artista, en plena ejecución de su pieza. “Una indicación de que un cuadro no es una copia”, le diría a Shaer. Aceptó restaurarlo.

“Un restaurador se confiesa frente a una obra”, define Lucrecia Piedrahíta Orrego, museóloga, museógrafa, crítica de arte y arquitecta, curadora de la exposición sobre Da Vinci más importante que se hizo en Colombia por el aniversario 500 de su muerte. “Es un fiel que tiene que guardar silencio. Que reproduce solo bajo los ojos de quien estuvo ahí pintando”.

Durante cientos de horas, Modestini se dedicó a limpiar el barniz y la pintura que se habían integrado sobre la obra original. “No mucho después supe que había una posibilidad de que fuera la pintura perdida”, recordó en una entrevista a BBC Mundo en 2017. Así lo creyó confirmado. Y cambió todo.

Leonardo pintó muy poco. Era una mente inquieta que quería abarcar el mundo. No solo resolvió estética en la pintura, también temas de ciencia, matemática, ingeniería”, explica Piedrahíta. “Rara vez acababa un cuadro”, confirma Cajigal , “por eso solo se conocen alrededor de su figura unas 20 pinturas”. Su obra, como la de otros artistas renacentistas, se canalizó, también, a través de su taller. En él sus discípulos lo copiaban y hacían sus encargos, bajo su dirección y eventual intervención.

“Era un rock star. Tenía decenas de cuadros por hacer que delegaba a los artistas de su taller. Por eso, si bien hay pocos atribuidos solo a Leonardo, hay otros tantos donde su mano se ve junto a la de sus estudiantes; y otra gran mayoría que son copias hechas completamente por sus discípulos”, señala Cajigal . Tres categorías separadas entre sí por calidad estética y millones de dólares.

“Salvator Mundi es una obra a varias manos”, sentencia Piedrahíta. “La roca de cristal es, sin duda, de mano de Leonardo, no así el resto de la pintura. Podría decir que es una obra de sus aprendices cercanos, pero me sitúo con convicción en el grupo de quienes en el mundo sostienen que no es autoría total de Da Vinci. Y yo, agrego, tiene aún más otras autorías, y es la de los restauradores”. Y es que ese proceso de “confesión”, como definió Lucrecia la restauración, tiene, en el caso de Modestini, muchos aparentes pecados.

¿Cuánto vale un Leonardo?

La voz del supuesto hallazgo comenzó a correr rápido por el mundillo del arte. Simon, con el cuadro restaurado en mano, invitó a expertos de todo el mundo a verlo, elegidos a dedo por él. Salvator Mundi no solo era una nueva obra atribuida a Da Vinci, era la primera en 100 años, tras la última, la “Madonna Benois”.

A partir de aquí esta historia resbala por un desfiladero. “Salvator Mundi es un poco una pérdida de control, una bola de nieve que creció y creció”, ilustra Cajigal. “La inmensa mayoría de historiadores del arte tuvieron, y tienen aún, muchísimas dudas de que ese cuadro sea solo de Leonardo”. La restauración solo acrecentó las sombras.

Pareció obviar las partes del cuadro que hacen pensar en una mano que no es la de Leonardo, porque evidentemente a nadie se le ocurre pensar que fuese a pintar mal; y dejó que las mejores brillaran más. No es la forma más idónea para intervenir en un cuadro de estas características”, señala el historiador español. Todo saltó por los aires cuando, en 2011, la National Gallery de Londres decidió exponerlo como obra de Da Vinci.

“Un templo del arte que la valida ingresándola a una exposición”, relata Piedrahíta. Desde noviembre de 2011 hasta febrero de 2012 el cuadro permaneció expuesto en Londres. Allí recibió visitas de expertos, enviados de museos de todo el mundo y de público en general. “Había sido un largo camino”, le dijo Parish a Shaer en New York Magazine. “Era hora de que el cuadro subiera al asta de la bandera”. Se propusieron organizar una venta privada.

Tras su restauración y validación, esta no tardó en llegar. La premonición de dos cazadores de arte en 2005 con una inversión de mil dólares desembocó en 2013 en una venta por 127,5 millones de dólares. El nuevo dueño: el empresario ruso Dmitry Rybolovlev.

“Si el Salvator Mundi, en lugar de haber sido restaurado por una restauradora privada hubiese estado en manos de un museo público europeo de prestigio, el resultado hubiera sido probablemente distinto”, se aventura a decir Cajigal . “No tendríamos un cuadro que se pareciese tanto a Leonardo. Esa restauración claramente tuvo un objetivo: que fuese más atractivo para la subasta. Y ahí es donde se mezclan cosas que son delicadas”.

Para ese entonces, el mundo del arte tomaba cada vez más partido respecto a la obra. Mientras un sector la consideró y aún lo hace, como autoría de Leonardo, otro más, mayoritario, lo cuestionó con mayor dureza. Mientras el llamado “último Da Vinci” estuvo en manos rusas, dichas cuestiones parecieron pasar a un segundo plano. En 2017 esto cambió. Rybolovlev contrató ese año a Christie’s, una famosa casa de subastas que, tal cual una gira, paseó el cuadro por las ciudades con potenciales compradores como Hong Kong o Londres.

Lanzado en lo que pareció una carrera de conciertos, el cuadro se presentó como “La Mona Lisa Masculina”. Surtió efecto. En una subasta en noviembre de 2017, Salvator Mundi se vendió a un comprador desconocido por $450 millones de dólares, convirtiéndose en el cuadro más caro de la historia. El multimillonario comprador resultó siendo el príncipe heredero saudí Mohammed bin Salman. A partir de ese día, el supuesto Cristo de Da Vinci ha permanecido en las sombras.

Su exposición pública, retrasada una y otra vez, ha terminado por dejar un gusto amargo. Lo último que se insinúa de su ubicación son los interiores del yate de lujo del heredero saudí. “Tenemos la idea romántica del artista. Del creador individualista. Pero eso no pasa siempre. Los principales artistas del mundo, incluso hoy, trabajan con colaboradores”, señala el español. Es posible, incluso, que nunca existiese un Salvator Mundi original, tal vez solo se hicieron bocetos que le sirvieron a los discípulos de Da Vinci para realizar varias versiones siguiendo las indicaciones del maestro.

“Un Salvator Mundi pintado por el taller de Da Vinci es una obra increíblemente valiosa. Tenemos que abandonar este fetichismo de la mano del maestro. El Salvator Mundi era un cuadro muy interesante antes de que interviniesen sobre él; ahora sigue siendo interesante, pero está muy afectado. Tal vez si lo hubiésemos estudiado tal cual era, nos habría podido dar información del taller de Leonardo, en donde muy posiblemente se creó. Esa oportunidad parece ahora muy difícil”, finaliza Cajigal. Tras 16 años de su aparición, el supuesto Cristo de Da Vinci yace perdido, oculto de la vista pública, a la espera de una posibilidad de redención.

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