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La nueva vida de Rodrigo D.

Este sábado el público podrá asistir en el Auditorio Carlos Vieco a la proyección del filme restaurado y a un concierto del pasado y presente del punk medellinense.

  • Al ser restaurada, “Rodrigo D. No Futuro” adquiere un nuevo lirismo urbano. Foto: Cortesía.
    Al ser restaurada, “Rodrigo D. No Futuro” adquiere un nuevo lirismo urbano. Foto: Cortesía.
27 de noviembre de 2021
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Las cosas nunca tienen una causa única. El destino es una telaraña: los hilos se cruzan, anudan, asumen formas secretas. En los orígenes de la carrera fílmica de Víctor Gaviria se alternan nombres y hechos en apariencia inconexos: los grupos de estudios tutelados por Estanislao Zuleta, las reuniones editoriales para darle cuerpo a Acurimántima, revista de poesía; las tertulias con José Manuel Arango y Elkin Restrepo, los versos barriales y bellos de Helí Ramírez, la pasión paterna de documentar paseos al río, navidades, eventos de familia. Todo esto le dio contenido y forma a “Rodrigo D: No Futuro”, una obra capaz de enfrentar la realidad y extraer de ella una intensa poética. Cualquier pieza adquiere estatus de arte cuando el tiempo –en lugar de restarle sentido– la llena de preguntas, pálpitos. De ello se darán cuenta quienes hoy asistan al Auditorio Carlos Vieco a la proyección de la versión restaurada y al concierto del grupo Peste Mutantex.

En 2019 Proimágenes Colombia, entidad consagrada al fomento de la actividad audiovisual, restauró largometrajes significativos de la cinematografía colombiana, entre ellos el primero de Gaviria. Fue un trabajo paciente, lento: se tomaron los negativos originales de las películas –en el caso de “Rodrigo D. No Futuro” fueron traídos de un laboratorio en Nueva York– para escanearlos fotograma por fotograma. Amén de la imagen –ajuste de color, de luz– en la copia digital se reparó el sonido, algo vital en un filme que recoge la música ochentera de los barrios populares de Medellín. Así, debajo de lo ya visto, surgió el palimpsesto: la ficción asumió textura nueva, potencia lírica. “Estas restauraciones no solamente se acercan a lo original sino que lo mejoran”, apuntó Gaviria, satisfecho con el resultado.

Un hito vigente

Hablar de “Rodrigo D. No Futuro” significa abordar un quiebre en la historia de Medellín y del cine colombiano. Gaviria registró la vida salvaje y dolorosa de sectores sociales hasta entonces prisioneros de la narrativa de la crónica policial. Inspirado en la estética de Vittorio De Sica y de Pier Paolo Passolini, el director filmó la vida marginal y la cromática de su espacio. “Fue la primera vez que el cine subió a los barrios. Llegó a El Pedregal, Doce de Octubre, Manrique. Por primera vez se ve esa arquitectura de la autoconstrucción de la gente”, afirmó Gaviria. En la pantalla se proyecta lo descrito en las estrofas por Ramírez: Poraquí /no tenemos carro de basura / ni árboles en las esquinas / ni lámparas en la frente de las casas/ no hay nomenclatura /no hay agua (“La ausencia del descanso”, 1975).

La ciudad se descubre a sí en los minutos de “RodrigoD. No Futuro”, sigue viéndose. Al respecto escribió Oswaldo Osorio, crítico de cine de EL COLOMBIANO: “Es un relato que sigue con la vitalidad y relevancia de hace casi tres décadas, con la furia del punk y el metal dándole voz a una generación sin expectativas de vida”. Ramiro Meneses, protagonista del argumental, confirmó el acierto de la restauración y las puertas abiertas que encontrarán en el filme: “la película ha ganado mucho, esa actualización que se le hizo permite que la gente hoy día no solamente la entienda más, sino que participe muchísimo más porque lo que está viendo es un regreso al pasado para poder entender el futuro”.

En 2015, el sello Monster Records reeditó la banda sonora de “RodrigoD. No Futuro”, conformada en su mayoría por canciones de grupos de la escena local. En la historia, el punk y el metal se convierten en escenarios de resistencia y lucha para los jóvenes de los barrios de las laderas. Este es otro de los elementos disruptivos de la propouesta de Gaviria: a diferencia de filmes anteriores, en el suyo la banda sonora no consiste en un añadido melódico. Por el contrario, juega un papel importante para entender e iluminar las motivaciones de los personajes. Peste y Mutantex –del que Meneses fue vocalista y tocó la batería– son los grupos con mayor aporte al bramido urbano de la película. La salida de miembros de ambos llevó a los perseverantes a crear una fusión, Peste Mutantex. En el evento de hoy serán los encargados de calentar los motores.

Para la historiografía de la cultura medellinense 1990 es un año de suma importancia: con poco tiempo de diferencia aparecieron “No nacimos pa’ Semilla”, de Alonso Salazar, y “Rodrigo D. No Futuro”. Desde entonces, las narraciones de la periferia –en diferentes formatos– han fructificado en títulos de diverso impacto. En el terreno de las letras los textos de Gimer Mesa y de Luis Miguel Rivas han abrevado en similares temas y preocupaciones con los trabajos audiovisuales de Javier Mejía, Juan Sebastián Mesa, Laura Mora y Simón Mesa. Por su parte, la continuidad en la esfera musical se ha materializado en el surgimiento y consolidación de I.R.A, Grito y Pop Corn, propuestas de retropunk.

En El pulso del cartógrafo Víctor Gaviria reivindicó un arte vital, no mimético. El artista –para el caso da lo mismo si se trata de un poeta, un cineasta, un pintor– debe hablar de sí, de los otros y debe hacerlo con el impulso de la vida. “Lo más frecuente entre nosotros es una poesía o literatura que se parecen a poesía y literatura. Siempre será indispensable que alguien escriba con esa espontánea indiferencia del que lo hace porque simplemente tiene algo”, escribió. Tal vez por eso, sus películas aun iluminan las retinas y los corazones de los espectadores.

En dicho intento, también, ha despejado la senda de quienes se internan en las callejuelas de la ciudad provistos de una cámara o de un lápiz.

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