Hay muchas leyendas sobre la música de Ricardo ‘Richie’ Ray. Una dice que los bailarines expertos reconocen a los de su especie cuando ven que alguien no pierde el paso con el frenesí de Agúzate o de Sonido bestial. Otra afirma que los temas de Richie fueron los responsables de esparcir por los rincones de Colombia la fiebre salsera. Y lo habrían hecho desde el momento en que él y Bobby Cruz se presentaron a finales de los sesenta en la Caseta Panamericana de Cali.
La magia de las leyendas está en que no necesitan ser ciertas para dejar huella en la cultura popular. De ahí que Richie y Bobby tengan para América Latina la dimensión que Mick Jagger y Keith Richards tienen para Estados Unidos e Inglaterra. Son los nombres de un estallido cultural que tomó el cauce de la música, el frenesí y la noche. “Enrúmbate que el mundo se derrumba”, decían los artistas en los setenta. Y los salseros les respondían: “siento una voz que me dice: agúzate, que te están velando”.
Desde su estudio en Miami, Richie atendió a EL COLOMBIANO. Con una risa contagiosa, respondió las preguntas sobre su autobiografía —El rey de la salsa: Richie Ray—, sobre Salsa, jazz, Beethoven —un disco en el que hace lo que ha sabido hacer como ninguno: fusionar la salsa con la música clásica— y sobre los hitos de una carrera que ha hecho gozar a miles de melómanos y bailadores de América Latina y el mundo.
“Uno en la vida pasa por muchas experiencias, por muchas etapas. Hay cosas que no puedes hablarlas con alguien. Son cosas que te pesan. Aunque no tuve un diario permanente, de vez en cuando agarraba un papel y me ponía a escribir lo que estaba sintiendo en el momento. También, por mi conversión al cristianismo, pensé que sería bueno dejar un testimonio de las cosas que tocaron mi vida, de las cosas que hicieron la diferencia en mi vida. Resulta que en el cristianismo hay muchos libros de testimonios: son las historia de la conversión de fulano. No quise competir con nadie. Solo me puse a escribir, escribir y escribir. Al principio lo hice a mano, pero lo pasé al computador. Tal vez las cosas no estén en el orden correcto, pero sí traté de recordar las cosas lo mejor que pude”.
Comencemos hablando del nombre. ¿Cómo fue la transición de Richard Maldonado a Ricardo Ray y luego Richie Ray?
“Nací como Richard Maldonado. Mis padres fueron puertorriqueños y queriendo que funcionáramos mejor en la cultura de Estados Unidos nos pusieron a mi hermano y a mí los nombres en inglés. A mí en vez de Ricardo me pusieron Richard y a mi hermano en vez de Ramón le pusieron Raymond. Con los años, después de prepararme para concertista y de decidir que no quería seguir en la música clásica, me junté con Bobby Cruz, un viejo amigo de la familia, que ya tenía una orquesta. Él quiso para mí un nombre fresco. Entonces recordé que cuando estábamos chiquitos mi hermano y yo tuvimos un grupito, éramos tres nenes. Mi hermano tocaba la trompeta, yo el piano, y había otro muchacho que tocaba la batería. Y mi papá hizo unas tarjetitas y puso en ellas Richie Ray y su combo. Entonces, nos sonó la idea y empezamos con el nombre Ricardo Ray.
Dejamos Ricardo porque en esos años había en la televisión una comedia que se llamaba I love Lucy. En ese programa aparecía un personaje llamado Ricardo. Es decir, los gringos ya conocían el nombre. Luego lo cambiamos por Richie, que es una forma más familiar”.
Su padre fue guitarrista de oído. Él quiso que usted y su hermano Raymond se formaran en la música...
“Todas las cosas tienen que ver con las realidades de la vida. Me acuerdo que yo, niño, en una esquinita, escondido, oí a mi papá y a mi mamá teniendo tremenda pelea. La verdad fue que ese matrimonio no funcionó. Ellos se dijeron: “Tú no me entiendes a mí. Yo no te entiendo a ti. Nosotros no nos entendemos. Nosotros no nos llevamos bien. Pero, a los nenes les gusta la música. Debemos hacer lo que podemos para ayudarles a ellos. Vamos a mantenernos juntos con tal de educarlos a ellos”. La verdad es que trabajaron como caballos para que tuviéramos la mejor educación en la música. Yo fui a las mejores academias, a las mejores universidades de música, hasta el punto de que pude haber seguido como concertista de piano. Como mi papá tocaba música popular, en la casa ensayaban de vez en cuando. Y a mí me gustó ese ritmo. Por eso me pasé para la música popular”.
Esa formación suya explica que su compositor preferido sea Johann Sebastian Bach...
“Siempre encontré algo majestuoso y noble en su música. No sé, algo de su espíritu me elevaba y yo sentía algo tremendo. Y siempre digo que a temprana edad él se convirtió en mi amigo Juan. Ha sido una inspiración para mí. Y es un poquito curioso, porque encontré en el internet que muchas personas, tanto de la música latina como del jazz, han tomado cosas de la música de Bach para llevarlas al estilo actual. Ahí estoy también yo”.
Sus años de juventud fueron en Nueva York, en un momento donde la música afroantillana se mezcló con el jazz y con el rock...
“Nosotros crecimos en el tiempo de los Beatles, de los Rolling Stones, había pasado hacía poco el tiempo de Elvis Presley. Yo soy puertorriqueño, pero nací en Brooklyn, Nueva York. Cuando Bobby y yo nos juntamos, él había tenido un grupo de música latina más o menos tradicional. Pero queríamos hacer algo que fuera más allá. Me di cuenta de que al hacer los arreglos de las canciones me venían muchas cosas diferentes a la mente. Me llegaban cosas de la música clásica, del jazz, del rock and roll, y comenzamos a experimentar. Quisimos ser diferentes, no ser lo mismo que todo lo demás. Muy rara la vez tocamos una canción que fuera de otro grupo, sino que nos gustaba componer nuestra propia música, hacer nuestros propios arreglos. En la música latina tuve mis héroes, claro. Me encantaron Tito Puente, Johnny Pacheco, Eddie Palmieri. Por supuesto, me gustaba el Gran Combo de Puerto Rico. Todas esas influencias comenzaron a salir en nuestro trabajo. Creo que eso es así en la vida. Todo lo que tú consumes se convierte en lo que tú eres”.
La salsa es para Latinoamérica lo que el rock fue para los gringos y los ingleses...
“Mira, quiero aclararte que nosotros nunca nos sentamos a decir: “Bueno, vamos a inventar algo nuevo y vamos a ponerle tal nombre”. Nosotros lo que estábamos haciendo era tratando de ser aceptados, a ver si alguien nos hacía caso. Pusimos sobre la mesa lo mejor que teníamos en el corazón. Estábamos experimentando, haciendo diferentes cosas, y sabíamos que lo nuestro era eso de combinar diferentes cosas. En el camino nos dimos cuenta de que personas en diferentes países estaban respondiendo a nuestra propuesta. A los latinos nos une el lenguaje, tú sabes, pero cada país es diferente al siguiente. Sin embargo, creo que la salsa unió a mucha gente en un sentido espiritual.
Esa fue la época de la protesta. Todo el mundo tenía algo para protestar. Y nosotros gritamos: “Aquí estamos, tenemos algo en el corazón, y lo vamos a decir bien duro”. Eso fue como un tiro en la frente, tú sabes. Nosotros seguimos experimentando, experimentando, haciendo cosas. Notamos que otros grupos comenzaron a hacer sus propios experimentos. Y de una época silenciosa en la música, pasamos una en la que se alborotó el asunto”.
Hay una canción que revela esa experimentación. Una que no es muy conocida y se titula Kyrie eleison. En ese tema ustedes mezclaron el canto gregoriano con la salsa...
“(Risas). Esa canción sale en un disco de navidad...”
Sí, y en la portada salen usted y Bobby en el pesebre de Belén...
“(Risas) En ese camino que tomamos, hicimos veinte mil experimentos. Eso es como cuando sales a vender jabón. Tocas en cien puertas, pero puede que en apenas quince o veinte te abran y te compren el producto. En esa época hicimos muchas cosas: algunas pegaron, otras no. Esa canción es fascinante, porque es una locura. Mezclamos muchas cosas ahí. Cantamos como si fuéramos monjes. Siempre me fascinó eso de combinar diferentes cosas, porque, en un momento, descubrí, cuando estaba comenzando en esto, que es posible tomar una musiquita y cuadrarla con el ritmo tropical”.
Usted ha dicho que es esclavo de Sonido bestial. Los periodistas siempre le preguntamos por esa canción...
“Mira, nosotros empezamos en el sello Fonseca. Era un sello pequeño, ubicado en una callecita de Brooklyn. Ahí grababan guajiros. Sin embargo, Bobby los convenció de hacer un disco con nosotros. Les dijo que no tenían que pagarnos nada, que nosotros nos íbamos a encargar de promover el disco. Y la idea funcionó. Luego pasamos a otro sello. Allí me firmaron un contrato a mí pero no lo hicieron con Bobby. Luego que se dieron cuenta que algo iba a pasar con nosotros, ellos trataron de firmar a Bobby, pero él no quiso. Él dijo que esperaría a que se terminara mi contrato para que firmáramos los dos contratos. Sin embargo, los dueños de esa disquera tenían sus contactos con la mafia. Ellos amenazaron a Bobby.
Bobby tomó sus medidas para protegerse, pero quedamos en mudarnos a Puerto Rico, porque esta gente era capaz de hacer cualquier cosa. Todo el mundo comenzó a decirnos que no nos fuéramos de Nueva York, que se nos iba a acabar la carrera. Nosotros nos dijimos: “ok, vamos a poner la bandera, a establecer quiénes somos”. Y esa es una de las ideas de Sonido bestial. No importa dónde estemos localizados, lo que siempre va a hablar es la música. Por eso la letra de la canción dice: “Tú, que decías que ya no servía/oye, tú que decías/que ya no salía,/ ahora mismito mi amigo/yo te vengo a saludar,/ escucha, escucha/ oye sonar las trompetas/ oye los cueros sonar”.
Ahí también armonicé la música clásica con la música actual. Tomé uno de los estudios de Chopin —uno que ayuda a desarrollar la mano izquierda— y lo metí en el solo de piano de Sonido bestial. Ahí hay una frase de Rajmáninov. Luego de un trozo en el que suena toda lo orquesta vuelve a salir el piano con una cosa medio de jazz. Al final hay un desbordamiento de locura y sale el solo de timbal. Le metimos un poquito de todo. Esa canción es una buena ensalada. La canción tiene seis minutos y salió en un tiempo en que las canciones tenían como máximo dos minutos y medio o tres”.
Cuando muchos latinoamericanos escuchamos el Estudio revolucionario y pensamos en Richie Ray. La canción cambió el orden...
(Risas) “Ahora que mencionas eso, me acuerdo que nosotros fuimos a Venezuela en tiempos de carnavales y oímos una canción en la radio y me fascinó. Cuando regresamos a Puerto Rico me puse a buscar, la encontré y la grabamos. La canción se llama Señora y es de Joan Manuel Serrat. La canción es preciosa. Hicimos una salsita tranquila, no muy loca. Bobby la cantó bien chévere. Ese tema pegó tremendamente en Puerto Rico. Al tiempo Serrat fue a Puerto Rico, cantó Señora y la gente dijo: “este está imitando a Richie y a Bobby”,
Ese espíritu de innovación sigue presente. En el disco Salsa, jazz y Beethoven hizo una versión salsera de Carmina Burana...
“La parte que utilicé se titula Oh, fortuna. Y recoge las preguntas que le hacemos a Dios. ¿Por qué muere un bebé? ¿Por qué una persona buena tiene que sufrir? La música tiene mucho feeling, mucha emoción. A mí siempre me impresionó. Si tú notas, mi canción empieza con eso, pero luego entra en un son bien sabroso, un sonido de piano. A mí me gusta la nobleza de la música clásica y mezclar eso con el ritmo latino. Si Dios me lo permite, quiero hacer en piano, en tremenda rumba, la canción del llanero solitario. Voy a hacer algo tremendo con eso. Le meteré tremendo solo de bongó”.
Si revisa toda su discografía, ¿cuál es la canción que lo deja más satisfecho?
“Te cuento algo: en mi iglesia hay tres servicios. El de las nueve de la mañana es en inglés. El del mediodía lo hacemos en español, y a las seis de la tarde hacemos un servicio bilingüe. La gente asiste a los servicios de las nueve y de mediodía. Hay días que en el servicio de las seis de la tarde somos cuatro gatos en la iglesia. Sin embargo, nosotros cantamos como si estuviéramos en un estadio de 35 mil personas. Lo hacemos con todo el corazón. Claro, hay una trilogía en la discografía de Bobby y en la mía. Son las canciones que más le gustan a la gente. La trilogía está compuesta por El jala jala, Agúzate y Sonido bestial. La canción más exitosa, no lo dudes, es Sonido bestial. No la puedo evitar, siempre tengo que tocarla. Uno se convierte en esclavo de sus éxitos.
Ahora, lo más importante en la vida es lo que estás haciendo, lo que está vivo. Estoy muy contento con la producción más reciente. En ese disco están los elementos de los que ha sido Richie Ray: salsa, jazz y Beethoven. Con ese trabajo pasé por varios estudios hasta que salió más o menos como yo quería. Así que esa obra es muy importante para mí. Pero sé que al público le gusta mucho Sonido bestial”.