La historia previa a la fundación de Prolírica de Antioquia no tiene que envidiarle nada a los argumentos de las óperas y de las zarzuelas, los géneros musicales que esta entidad cultural promueve desde hace treinta años en Medellín y Antioquia. En las memorias de Luis Carlos Rico Puerta y de Elisa Brex Bonini, los creadores y actuales directores de Prolírica, hay suficientes hechos para crear el libreto de un montaje escénico que incluya actuación, música y canto. Y, si me apuran, el sentido de ese hipotético texto sería el de relievar el papel del arte en el destino de los individuos. No en vano esta es la historia de un hombre de Ciudad Bolívar que llegó a Buenos Aires tras el amor de una estrella de los escenarios y de una cantante cuya voz sedujo a Plácido Domingo y le abrió las puertas de los mejores teatros de la Argentina.
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Acostumbrados a los escenarios, por estar cerca de ellos toda una vida, Luis Carlos y Elisa se alternan el relato de lo acontecido antes del origen de Prolírica. Él cuenta con lujo de detalles la noche en un teatro de Medellín en que una cantante lo flechó al punto de hacerlo parar en medio del público para gritarle hermosa. Ella lo escucha, asiente y complementa la narración con apuntes. En un momento del relato uno se da cuenta que la mujer de la historia no fue Elisa y la curiosidad crece por saber en qué momento el destino de ambos se enlazaron. Él menciona su viaje a Buenos Aires, con la bendición de la madre y la reticencia del padre. Luego aparece el primer punto de giro de la historia: la cantante murió en pleno ascenso a la fama. Esto lo dejó a él varado de la pena en la capital argentina. Y ahí apareció Elisa, una cantante del mundo de la ópera que reemplazó a una actriz enferma en una zarzuela. Como en todo relato sobre la vida de la gente, al escuchar esta historia uno piensa en el acierto del verso de Borges que señala que el destino no hace acuerdos.