Un año después de haber grabado el primer capítulo en un bar, con menos de 200 personas en el público, Perros Criollos llenó la antigua plaza de toros La Macarena dos días seguidos. Unas 24.000 personas estuvieron ahí para escuchar las historias de un grupo de amigos, para celebrar con ellos la fiesta de todos, La Fiesta de los Criollos, que contó también con la presencia y las canciones de Alcolirykoz y Fernando González, la improvisación de Valles T y Carpediiem, la presentación de Chicho Arias y con salsa, mucha salsa, porque la fiesta de los criollos es una fiesta de barrio.
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El éxito es rotundo. El truco es que no hay truco. Que las historias pasaron, que son verdad. La gente lo sabe porque esas historias, son las historias de casi todos, aunque no muchos se atrevan a contarlas. Ahí radica la grandeza de Perros Criollos en hablar de eso que ha sido motivo de burla, de vergüenza, de dolor, ponerlo en palabras, encontrarle la gracia.
“La mayoría del contenido de Perros Criollos es drama que se vuelve chistoso. Es una tragicomedia en todo sentido. Y conectar con eso tan trágico tiene una cosa muy bonita y es poder entender tu realidad. Para mí, lo más chimba que le podemos dar a nuestra audiencia es decirle, usted no está solo en ese dolor o en esa dificultad, existe la manera de sobreponerse. Nosotros estuvimos donde usted está”, dice Julián Gaviria, eldelasfotos, el director.
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Con la comedia se transforma la anécdota, con la honestidad se crea un vínculo, por eso la relación de los Perros Criollos con su audiencia es mucho más que risa y admiración. Es un asunto de representación. Son una manada, son todos criollos y todos los criollos son especiales, únicos, ahí está la gracia.
Perros Criollos es un fenómeno porque celebra lo cotidiano, porque no representa lo que la gente quiere ser, sino lo que es y no hay nada más especial que eso que cada uno es, porque entre las personas no hay dos iguales, como entre los perros cuando son criollos.
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Por eso llenaron dos veces La Macarena y han agotado casi cada una de las presentaciones que han hecho o están por hacer, no importa si es en Madrid, España o en Villavicencio, Meta. Y lo han hecho sin la ayuda y la complacencia de los medios tradicionales. No la necesitan porque no los representan.
Porque ser criollo es celebrar lo que casi siempre ha sido motivo de burla y discriminación —por montañero, por ordinario, por mañe— y Perros Criollos apuesta por eso, por “darle valor a lo que mucha gente quiere esconder, por hacerla sentir orgullosa de lo que es, para que sientan que progresar no es necesariamente cambiar, dice Julián, y agrega, yo he sido muy fan y muy gomoso de las redes sociales y las plataformas desde que salieron porque siempre me pareció que era la forma más chimba de democratizar otras culturas y otras formas, porque esas grandes industrias aplastan cualquier iniciativa diferenciadora, es una masacre contra la autenticidad”.
Por eso el triunfo de los Perros Criollos ha sido rotundo, porque no sólo han ganado, sino que lo han hecho a su manera, como corriendo la carrera en contra vía. Ellos no van detrás de nadie, van haciendo su propio camino, como los perros criollos.
“A veces nos etiquetan en vídeos en unas casas donde yo digo, en esa casa habita la historia Lokillo o de Jota P, y pienso como ay gonorrea, esa gente que está en esa casa puede estar viendo y diciendo, ay marica, eso nos ha pasado. Para mí eso tiene un valor muy teso, muy bonito y es ese tema de la representación, por eso nos pusimos un reto y es decir la verdad. Lógicamente, eso está decorado con la exageración y la fantasía de la comedia, pero podés coger historia por historia y comprobar que eso pasó”, dice Julián.
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Las historias de Julián, Lokillo y Jota P, son las historias de cualquiera en cualquier barrio. Lo que las hace especiales es que la gracia las reivindica. Y reivindicar los barrios, su gente y sus formas, sobre todo los populares, que han sido históricamente empobrecidos, excluidos y violentados, es una verdadera revolución, porque la vida deja de ser una carrera para alejarse de la historia, del barrio, de sí mismo.
“Los rastros de lo que uno fue en su infancia, la manera de socializar, perduran incluso cuando las condiciones en las que se vive en la edad adulta han cambiado, incluso cuando se ha deseado alejarse de ese pasado”, escribió Didier Eribon en Regreso a Reims. No se trata de huir, dice el escritor, todo lo contrario, la fuerza y la riqueza de un proyecto como este está, justamente, en permitir a las personas pensar de manera diferente quiénes son y lo que hacen. Y eso es lo que hacen los Perros Criollos en cada capítulo.
Por eso no es raro que se agoten siempre las entradas, ni es de extrañar tampoco lo que dice Julián: “Perros criollos es el antecedente de algo muy chimba que vamos a hacer ¿Qué es? No sé, pero vamos a hacer otra cosa y la gente va a decir, parce esos manes son los de Perros Criollos, yo los vi cuando empezaron”.
