Solo hay una pintura y parece opacada por el dominio del resto de objetos y materiales de la exposición: una montaña de guadua gigante, una “escuelita del mal”, una escultura hecha de leche y barro, 4.000 botellas que penden de hilos y una sala llena (o vacía) de anaqueles hechos de papel que invitan a colocar, como un libro u objeto, el pensamiento.
El Museo de Arte Moderno de Medellín (Mamm) reunió a cinco curadores del país (ver informe) para evaluar la plástica colombiana contemporánea de los últimos 20 años. Un ejercicio parecido en Medellín se ha hecho en las cuatrienales de los MDE y los salones nacionales o regionales.
En esta ocasión, el Mamm lanza la exposición Pasado tiempo futuro con 32 proyectos (colectivos o individuales), principalmente en formato de video, instalaciones y performances.
Narrar la actualidad
Si hubiera la posibilidad de englobar en una definición el arte contemporáneo habría que incluir por lo menos tres elementos: concepto, materia y tiempo.
El primero, porque desde el artista Marcel Duchamp (1887-1968) las obras proponen al artista como pensador o crítico más que un esteta. En el vestíbulo del Mamm hay un un invernadero del artista bogotano Alberto Baraya, que a primera vista parece un llamado de atención a la conservación ambiental. Un acercamiento más detenido muestra que es una colección de plantas falsas, elaboradas en plástico, tela, papel y alambre, “recolectadas” durante varios años como parte de una “expedición científica”.
El cuestionamiento de Baraya con esta instalación está alrededor de la noción de viaje, los museos y el exotismo como argumento de reivindicación cultural.
El segundo elemento, la materia, porque la forma se convirtió en el siglo XX y XXI en el contenido. Uno de los curadores de la muestra, Jaime Cerón, precisa que desde los años 60 muchos autores empezaron a interesarse por sus posibilidades expresivas. Una lata no es solo una lata, puede representar la industrialización o la mecanización, por ejemplo.
El medio se volvió fundamental y, además, le pertenece al espectador en la medida que compone la obra: “El espectador puede navegar en el medio y reconocerse en los objetos humanos”, dice Cerón.
El tercer término es el tiempo. Una de las premisas de las prácticas artísticas contemporáneas está en la fugacidad de la obra, que muere apenas se crea. El ideal de permanencia no es una condición inherente de los trabajos actuales: no se crean pinturas para la eternidad sino actos que valen en el presente.
Los performances o acciones artísticas suceden en vivo, por un momento y, generalmente, en un lugar. De hecho, la artista bogotana María José Arjona abrirá la exhibición del museo con una instalación-acción: miles de botellas de vidrio suspendidas de delgados hilos que repican con el choque de los vidrios que se genera por los movimientos de la artista.
Otra propuesta es la de Alejandra Sarria, curadora de la galería bogotana Espacio Odeón, quien se ha especializado en art time based (arte del tiempo), esencialmente en experiencias de video y performance. Con su selección para la exhibición se dio cuenta de algunas coincidencias: “Muchos proyectos cuestionan la manera en la que se narra el conflicto”, como en el caso del huilense Wilson Díaz y sus monitores con imágenes de guerrilleros.
Programa
Según los curadores, los proyectos de Pasado tiempo futuro dan una “imagen sugestiva” del arte colombiano actual. “Sin pretender ser exhaustiva y, antes que delimitar y excluir, la exposición es una lectura sobre la que es posible elaborar, ahondar, corregir”, dice el texto de introducción.
En total serán 32 proyectos, seis acciones performáticas durante el tiempo de la exposición, una visita guiada con los creadores del Festival de Performance de Cali y una charla colectiva con los curadores.
Sonidos en el suelo
El Lab 3 del Mamm presenta una obra relacionada con la experimentación sonora. El autor Miguel Isaza hace una inmersión en una sala oscura basada en una composición auditiva de 40 minutos.
El artista le llama “acusmática”, porque el montaje plantea una relación de la experiencia sonora sin fuentes, como cuando se escuchan ruidos en la noche sin saber de dónde provienen.
“No juego a representar algo específico sino que quiero que la escucha cree sus propios mundos”, comenta. El espacio está rodeado de un sistema de audio de 7.1 especialmente diseñado para esta muestra.