La boleta me dio la razón. Un poco amarillenta por los años, pero intacta en su letra (que tiene un toque de brillo) reiteraba lo que he venido alegando con mis amigos y colegas de radio desde hacía varios meses: Shakira sí se había presentado en Medellín en un concierto multitudinario. Y en realidad no lo hizo una vez, sino dos, en 1996.
Lo que pasa es que todo ocurrió en ese año en menos de dos meses y era la Shakira de solo tres discos: Magia, Peligro y Pies descalzos y apenas 4 canciones conocidas en épocas en la que la radio hacía los éxitos: Magia, Eres, Estoy Aquí y ¿Dónde estás corazón?
Es comprensible que no lo recordaran y, muy seguramente, que no hayan ido a verla, además porque ella no era la estrella central de esos dos conciertos.
Y antes de contar cómo fueron esos espectáculos –de una Shakira veinteañera, muy novel, pero a su vez muy imponente– debo aclarar que todo el debate comenzó cuando la barranquillera anunció que volvería a los escenarios en una gira mundial que justamente comenzará dentro de un mes en Palm Desert, en California, Estados Unidos y que en su primera parte irá hasta el 15 de diciembre en Detroit, también Estados Unidos.
En ese primer anuncio la pregunta más leída en redes sociales era si Shakira no incluiría –en este Las mujeres no lloran Tour– a América Latina y su natal Colombia, país en el que se ha presentado en ciudades como Bogotá, Cali, su natal Barranquilla y sí, también Medellín, solo que a los paisas nos dio gusto con su primera gira y pare de contar.
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Pero ya es un hecho y la barranquillera anunció las fechas en América Latina en las que incluye un concierto en Medellín, en el estadio Atanasio Girardot, el domingo 23 de febrero de 2025. Será entonces su tercer concierto en la ciudad.
Shakira regresa a Medellín: El inolvidable 1996
Ante la mirada incrédula de quienes no recuerdan haber visto a Shakira en vivo en Medellín yo he apelado siempre a mi memoria. He insistido en lo que recuerdo: en haberla visto en el Atanasio Girardot.
Pero esa no fue su primera presentación multitudinaria en la ciudad. El primer show de Shakira en Medellín fue el 28 de febrero de 1996, en La Macarena y con Cafe Tacvba. De ese concierto no tengo pruebas personales, no hay boleta ni recuerdos, pero para eso sirve el periódico de ayer y EL COLOMBIANO lo registró así:
“En la Plaza de Toros La Macarena sonarán las voces y estilos de la cantante barranqulllera Shakira y del grupo mexicano Café Tacuba, los muchachos que por estos días están pegando con su tema Ingrata (...) A su lado, la artista nacional del momento Shakira, una jovenclta de menos de 20 años de edad que ya ha logrado conquistar a un amplio sector del público Juvenil y ¿por qué no? mayor, que escucha sus canciones”.
Ese día los juveniles tenían competencia: Armando Manzanero también se presentaba en el Teatro Metropolitano.
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El segundo concierto en menos de dos meses
Es hora de hablar de lo vivido, del concierto del 19 de abril, viernes, el de la boleta amarilla. La entrada valió 15.000 pesos para la localidad de gramilla.
El show, como dice la boleta, fue en el estadio Atanasio Girardot, pero solo se habilitó una tribuna (la oriental) y Shakira (y el actor y también cantante colombiano Alejandro Martínez) cantarían antes de Ricky Martin (en ese momento el ídolo del momento por su participación en las novelas mexicanas y los éxitos de su disco A medio vivir: Te extraño, te olvido, te amo; María y Fuego de noche, nieve de día).
La escena más repetida en mis recuerdos es ver a Shakira –con su actitud de plena loba en crecimiento– correr de un lado a otro del escenario. Llevaba un pantalón pegado, tipo cuero y de un negro brillante que le permitía moverse con soltura y una camisa de manga larga.
Su pelo, negro, muy negro, suelto y largo, que agitaba al compás de las notas rockeras de canciones como Pies descalzos, sueños blancos. Se movía como gato, mostraba su dotes elásticos constantemente. No había auto-tune, ni efectos extraños, su voz era diferente, única, por momentos se quedaba sin aire, pero lo sabía disimular. Tenía una coreografía propia para cada canción, por momentos agarraba con fuerza la base del micrófono, tiraba la cabeza para atrás y se agachaba hasta el suelo y se volvía a parar como un resorte. Esa era Shakira a sus veinte años, tocaba la armónica, también la guitarra, tenía un show corto, no eran más de 12 canciones, no duraba más de una hora.
No tengo fotos de ese show mucho menos videos, no eran tiempos de celulares en los conciertos, era lo que la memoria guardara en medio de un espectáculo lleno de adrenalina y energía. Quizá por eso recuerdo muy bien que canté Un poco de amor, Te espero sentada, Estoy aquí, Antología y ¿Dónde estás corazón? Y lo disfruté, también recuerdo eso, a pesar de que era Ricky Martin el más esperado de la noche, quien desataba gritos eufóricos en el estadio.
En Shakira todavía no había aullidos de loba, mucho menos indicios del pelo rojo o rubio. Quienes fuimos ese día vimos un diamante aún en bruto, una fiera descomunal que quería comerse el mundo, que tenía ya planeado conquistarlo.
Me demoré más de 20 años para verla de nuevo en su Tour El Dorado, pero esta vez en Bogotá. Tuve que viajar porque quería verla otra vez y Medellín no estaba incluida. Quería evidenciar que aunque era otra persona la que yo vi en sus inicios en el Atanasio, conservaba la misma esencia; que el montaje de su show era monumental y no se parecía en casi nada a lo que ya había visto; que había más canciones, más baile, más espectáculo. Que del pelo negro no quedaba sino la raíz y que había aprendido a correr en el escenario sin quedarse sin aire.
Ahora, tras el anuncio de su concierto en Medellín, 29 años después, pienso en quienes fueron a esos primeros shows en 1996 y nunca pudieron verla de nuevo; en los que no fueron a verla esa vez y mucho menos pudieron ir a Bogotá, Cali o Barranquilla en giras siguientes; en aquellas personas que ni siquiera habían nacido en 1996 y son fanáticos de Shakira y en que el estadio se va a quedar corto para todos ellos, para otros curiosos y para personas como yo, que queremos ver a la Shakira renovada de 2025, la que hizo de su tusa un manifiesto y que capitalizó un divorcio como solo ella pudo hacerlo.
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