En tiempos de crisis sociales, en el mundo, se han escrito melodías a la paz. Un recuento musical.
Varios artistas han escrito canciones por la paz, en la imagen Marta Gómez, Benjamin Britten y John Lennon. FOTOS Cortesía: Commons RIA Novosti, Av (Ukjent)/US Library of Congress, Colprensa, The U.S. National Archives, Romina Santarelli / Ministerio de Cultura de la Nación de Argentina.
Más de 130 voces entonaron a la vez, una misma plegaria. En latín todos repetían una oración que en la Biblia está fija en el Salmo 42: “Tú que eres el Dios de mi fortaleza, ¿por qué me has desechado? ¿Por qué andaré yo enlutado por la opresión del enemigo? Envía tu luz y tu verdad; éstas me guiarán y me conducirán a tu santo monte y a tus moradas”.
El compositor Johann Hasler, nacido en Medellín en 1972, se posó sobre esos versos para crear en torno a ellos su propia manera de alzarlos a lo alto: El Salmo por las víctimas de la violencia. Lo creó en 1995, cuando tenía 23 años. Fue música que brotó en medio de la que fue una década convulsa para el país.
Ese es uno de los ejemplos de cómo la música –y el arte en general– ha sido portadora de mensajes potentes frente a la violencia y la paz.
La historia de Hasler se generó en la Colombia de los ochenta, de muertes, bombas y secuestros, el antioqueño sentía el impacto de esa violencia, aunque sucedía algo más: “No recuerdo sentirme traumatizado o asustado por ella. La gente, especialmente los jóvenes, aprendían a vivir con todo esto, como si flotara en el aire constantemente, como si se volviera la propia realidad diaria”.
Ante las noticias que ocurrían a mediados de los noventa, Hasler quiso componer esa obra en honor a tantas víctimas que se sumaban con el pasar de los años. Pensó en cada vida que se perdió en Colombia, así como las que padecían el horror del enfrentamiento en Bosnia-Herzegovina, que él veía a través de la pantalla del televisor. En 1995, además, se cumplieron 50 años desde que la Segunda Guerra Mundial había terminado.
Víctimas allá, acá, en el pasado y en el presente. Un compañero suyo fue asesinado en su universidad y en ese mismo año, pero en noviembre ocurrió el homicidio de Álvaro Gómez Hurtado.
“En honor a él, a mi compañero estudiante, a todas las víctimas de la guerra de Bosnia, serbios, croatas, musulmanes, civiles y soldados, y a todas las víctimas de la guerra y la violencia en Colombia y alrededor del mundo, en todos los lugares y horas, he compuesto esta obra. Que Dios nos perdone por nuestra historia hórrida”, escribió Hasler en ese momento.
En 26 años, las víctimas han aumentado, pero el clamor de su canción tiene el mismo sentido: de la violencia solo quedan víctimas y aunque la guerra parezca un ciclo que el hombre insiste en repetir, la paz merece más oportunidades.
La obra de Hasler se estrenó mundialmente en Bogotá en 2014, casi 20 años después de su creación, bajo la dirección de Carolina Gamboa Hoyos. Contó con la participación del Coro de la Universidad de los Andes, el Coro de la Universidad Javeriana y el Ensamble de Percusión de la Universidad Javeriana.
“Tuvieron que pasar décadas hasta que yo me volviese lo suficientemente reconocido como compositor como para que una institución (o varias, como en este caso), se decidiesen a financiar un montaje de esta envergadura”, cuenta el compositor. Su noción inicial fue que tuviese más de 100 artistas para su ejecución.
Ahora, por la coyuntura de salud pública, sería muy complejo desarrollarla en un mismo espacio (y pagarla), pero el mensaje social, sigue vigente.
Expresar un anhelo
Como la obra de este paisa hay más ejemplos: el compositor británico Benjamin Britten hizo música para rendir homenaje a los caídos durante la Segunda Guerra Mundial, así como los que sufrieron el franquismo en España. El polaco Krzysztof Penderecki compuso con el corazón puesto en la tragedia de Hiroshima.
En 2016, la cantautora Marta Gómez cantó: “Para abrigarte, una ruana / Y una vela pa’ esperar / Un trompo para la infancia y una cuerda pa’ saltar / Para la guerra, nada”. La canción se llamó Para la guerra, nada e hizo parte de su disco Canciones de Sol (2016).
El tema nació pensando en el conflicto entre Israel y Palestina, pero desde entonces su mensaje se fue amplificando y se ajustó a otros contextos (ver recuadros). La canción acompañó el final del documental El Testigo, sobre la labor fotográfica de Jesús Abad Colorado en el país, y también ha sido tocada recientemente en cacerolazos sinfónicos en Cali.
¿Qué generan?
“No se va a cambiar el mundo ni se va a acabar una guerra con una canción, ojalá se pudiera y uno la hace pensando eso, pero sí se transforma la vida de las personas directamente”, le contó la cantautora Marta Gómez a este diario en noviembre de 2019, cuando se desataron algunas de las primeras manifestaciones sociales en Colombia. Muchas de sus canciones se han vuelto ecos.
En el libro Louder Than Bombs, el periodista Ed Vulliamy reflexionó sobre si la música podría incidir realmente en las decisiones de los hombres sobre la guerra y la paz. Decía que era una idea que sonaba “loca”, pues si la música pudiera cambiar ese rumbo: “el mundo no sería esa pesadilla que empeora a pesar de que se han creado tantas canciones de protesta y música para la paz”.
Añadía que no veía el impacto de canciones como Give Peace a Chance de John Lennon en los conflictos en Irak, Gaza, México o Siria, por poner un ejemplo. “No veo una justificación de la canción de gospel We Shall Overcome sobre una población servil que vota por el Brexit y Donald Trump”, pero abría un pequeño campo para la esperanza. “¿Puede una gota de agua hacer un hoyo en una roca? No, pero puede el Río Colorado cavar un hoyo en el Gran Cañón? Ya lo hizo”.
Aún si la música no puede cambiar el mundo, ¿no podría la buena música ser suficiente para cambiar el panorama?, se preguntaba. La respuesta a la que llegó fue que sí y hay obras que corroboran que tantos otros artistas pensaron igual.
“La música y el arte son una forma muy eficaz de mantenernos unidos, de poder conversar, de conocernos, de intercambiar experiencias y soluciones”, explicó Rubén Albarrán, vocalista de Café Tacvba, durante el panel Música para levantar la voz, que hizo parte de una iniciativa internacional y una declaración bautizada como el Despertar de Mayo, exigiendo el respeto de derechos humanos en medio de las jornadas de protesta que vive el país desde hace más de un mes. La conversación tuvo lugar el pasado lunes 24 de mayo y se habló sobre la situación nacional y el rol que juega la música en este tipo de procesos.
Los cantos y los pregones son protagonistas, “por su capacidad de impactar con mensajes tan contundentes y poder plantear unas reflexiones tan necesarias e importantes”, opina Juan Pablo Noreña Cardona, director de orquesta y docente, quien hizo los arreglos de El Pueblo Unido Jamás Será Vencido, del chileno Sergio Ortega, que sonó en uno de los cacerolazos sinfónicos de noviembre de 2019 y regresó en 2021 bajo la dirección de Susana Boreal en el Parque de Los Deseos en mayo.
Noreña destaca la capacidad emotiva que tiene la música para llevar los mensajes y congregar: “Hay un aviso explícito, un texto que nos lleva a reflexiones muy directas. Creo que la música ha sido parte fundamental en la historia de la humanidad misma como medio de expresión, de catarsis y lo seguirá siendo mientras podamos tenerla”
Fanfarria para el hombre corriente - Aaron Copland
La Orquesta Sinfónica de Cincinnati les pidió a varios compositores crear fanfarrias, que son principalmente interpretadas por metales (entre 1942 y 1943) durante la Segunda Guerra Mundial. La pieza es corta y ha sido interpretada múltiples veces en todo el mundo. De hecho, fue elegida para abrir el monumento histórico para honrar la memoria de los fallecidos el 11 de septiembre.
Para la guerra, nada - Marta Gómez
“Para la guerra, nada nació para el Medio Oriente, pero perfectamente puede ser para Venezuela, ha sido usada en Colombia, en Argentina, en todos lados donde haya guerra”, contó la cantautora para este diario. Cuando la compuso, antes de que quedara en disco, convocó artistas como Pala, Piero, María Mulata Las Áñez, Pedro Aznar y más, para ir armándola con otros colores.
Marcha pacifista y Réquiem de Guerra - Benjamin Britten
El compositor británico Benjamin Britten hizo parte de la organización Peace Pledge Union, que desde mediados de los treinta hace campaña por promover la paz. Una de las obras más conocidas de Britten fue su Réquiem de Guerra, comisionado, sin embargo creó una pieza para la organización. También aportó obras mostrando su preocupación frente al nazismo en los 30.
Imagine - John Lennon
John Lennon grabó esta canción en mayo de 1971, con Phil Spector como productor. Se inspiró en poemas que antes había escrito Yoko Ono y se imaginó cómo podría ser un mundo mejor al que vivían (y que en ese momento estaba en plena Guerra de Vietnam). Lennon explicó que, a diferencia de quienes escribían distopías literarias en esa época, Imagine proponía una visión contraria.
Treno a las víctimas de Hiroshima - Krzysztof Penderecki
La obra experimental de Penderecki es inquietante y recibe al oyente con las cuerdas aproximándose a un punto muy incómodo para quien lo escuche. El compositor creó la obra en 1960 y dejó claro que inicialmente surgió por los sonidos más no por el tema y estos conducían al compositor hacia el desastre que fue la bomba atómica sobre Hiroshima y sus consecuencias nefastas.