La gira de despedida musical de Joan Manuel Serrat toma su nombre de la primera línea de un poema del escritor y músico Fernando Lobo: “El vicio de cantar no tiene cura, /el vicio de vivir no hay quien lo esquive, /el vicio de actuar te vuelve pibe/ aunque baje el telón desde la altura”.
Perfecto cierre para una trayectoria artística marcada a fuego por la poesía, los soles marinos, los pueblos sin tiempo y las baladas vueltas himnos en las gargantas de distintas generaciones. Por ejemplo, Mediterráneo (la primera canción del álbum homónimo) ocupa un lugar de honor en las listas y en los sentimientos de numerosos hispanoparlantes. El tema –escrito en el exilio del catalán en México– fue escogido en 2004 por TVE como el más importante de la música española en toda su historia. Con justicia, la obra de Serrat está a la altura de la de Bob Dylan, Vinícius de Moraes y José Alfredo Jiménez.
Hay muchos Serrat en Joan Manuel. Está el símbolo de la resistencia catalana al régimen franquista: en 1973 fue detenido y multado por hablar en un recital de una huelga en la industria automovilística. Nunca ocultó sus simpatías por la República y por los poetas contestatarios: musicalizó los versos de Antonio Machado, Miguel Hernández, Rafael Alberti, Federico García Lorca, autores censurados por la dictadura.
También existe el Serrat aficionado al fútbol –hincha hasta el hueso del Barcelona– y el vinícola, el doctor honoris causa –la Complutense le dio el birrete en 2006– y el defensor de las lenguas regionales de la península ibérica.
Según lo cuenta su página web personal “El vicio de cantar” inicia el 27 de abril de 2022 en Nueva York –¿cómo no? – y culmina el 23 de diciembre en el Palau Sant Jordi, de la Ciudad Condal. Por supuesto, se esperan presentaciones en América Latina. En 2019 Serrat se presentó en Medellín en la gira Mediterráneo Da Capo. Antes había visitado la ciudad en compañía del compositor Joaquín Sabina.