Por: Rafael González Toro y Alfonso Buitrago Londoño
Jorge Martínez o ‘Jorge Ilegal’, es uno y son muchos. Es el que lucha contra el mar Cantábrico en una madrugada fría, queriendo dejar bien en el fondo los recuerdos de una noche densa; y también es quien sacude miles de cuerpos con los riffs centellantes que salen de su guitarra en un escenario de México, Madrid, Santiago, Quito o Bogotá. Tras 42 años de carrera al frente de Ilegales, Jorge también es la voz de quienes gritan con fuerza sus canciones en las barriadas de cualquier ciudad, en este caso Medellín. Y, por supuesto, Jorge también es arte punk pintado en una pared del barrio Pedregal.
Jorge, como lo dice sin pudor, ha logrado sobrevivir a todos los locos que ha sido. Y, tal vez, en uno de sus más representativos estadíos, es alma, nervio y corazón de Ilegales. Hoy está de nuevo en Medellín. Esta vez para finalizar con su grupo la extensa y provechosa gira La lucha por la vida, que comenzó con su banda en 2022 y que verá su fin este sábado en el Parque Norte, en un show que repasará sus éxitos más sonados y cantados en estas latitudes.
Jorge, no se podía esperar menos, habló con EL COLOMBIANO de todo y sin esquivar ningún golpe. “Ilegales es una banda construida a la medida de Medellín”, dice. Y eso se nota cada vez que empuña la guitarra en esta ciudad, con la que ha logrado una gran relación. Este sábado, junto con Estados Alterados y Bajo Tierra, se escribirá otro capítulo de esa historia que comenzó en 1982. Y al frente por supuesto, estará él alimentando un poco más la leyenda.
Ilegales tiene una conexión fuerte con Medellín. Se comprobó, una vez más, en su último show en el festival Altavoz, en 2019. ¿Cómo se dio ese vínculo con la ciudad?
“Hay un vínculo muy intenso, por varias razones. Lo primero, claro, el español, que es un idioma que unifica mucho las cosas. Es un vehículo de comunicación. Y el rock en sí mismo también lo es. Y, además por las experiencias vividas por Ilegales en aquella España, también, muy convulsa, pues eran muy paralelas a cómo se vivía en Medellín. Así que una canción como Agotados de esperar el fin, define muy bien la postura mental de ambas poblaciones, la población joven del momento y la no tan joven.
Las canciones de Ilegales no envejecen, el que envejece soy yo, pero las canciones se mantienen frescas como el primer día. Probablemente por eso, porque unen sus raíces muy profundamente en la naturaleza humana. Y que se repite probablemente a lo largo de la historia con excesiva frecuencia”.
Tras 42 años de carrera, ¿cómo conectan con las nuevas generaciones?
“En España estamos viendo un fenómeno muy llamativo. El público ha rejuvenecido muchísimo. Algunos de la parte nueva del público, porque sus padres hoy habían oído Ilegales y otros porque lo han descubierto. Porque hay jóvenes que se preocupan de buscar cosas entre toda esta maraña de oferta tan amplia que hay actualmente. Y, bueno, me llama la atención porque actuamos con grupos muy nuevos y se ve gente muy joven en primera fila poniendo caras muy raras cuando nos oyen. Sin embargo, todos han encajado perfectamente con la canción que suena”.
La lucha por la vida es el final de la gira de los 40 años, que inició en 2022. ¿Cuál es el balance y qué se puede esperar del show de este sábado en la ciudad?
“La gira ha sido muy exitosa. Más de lo que creíamos en un principio. No teníamos previsto que las cosas saliesen tan sumamente bien. Ha sido una gira larga e intensa con la banda en muy buena forma. Nos hemos exigido muchísimo a nosotros mismos. En algunos momentos ha sido duro porque... Mira, hoy vengo casi sin dormir y aquí estoy alegre y despreocupado. Hemos estado en todos los sitios. Y claro, eso hace que al estar tan rodado. La banda está en muy buena forma. El repertorio está muy afilado. Muy bien. El equipo técnico también. Podemos tocar casi sin respirar entre canción y canción. Manteniendo el tempo. Bueno, yo me mantengo en forma yendo a bucear el mar Cantábrico, que ha intentado matarme en varias ocasiones y no lo ha conseguido. Es un mar muy irascible, a veces imprevisible”.
¿Cómo ve esas nuevas músicas y esa influencia, a veces avasalladora, de géneros muy en boga, especialmente en ciudades como Medellín?
“El reguetón tiene un problema serio. Es un vehículo que no comunica nada. Se glorifica el sexo. Parece ser que la gente que escribe canciones de reguetón no se ha enterado de que se ha producido una revolución sexual ya en los años sesenta. Vienen un poco tarde. Son un poco viejos en ese sentido. Además, glorifican las armas. Yo he estado en el ejército, conozco muy bien las armas. Sé cómo matar tiro a tiro, a ráfaga. En esta ciudad se conoce muy bien el doloroso efecto que puede provocar el uso excesivo, incluso recreativo, de las armas. El reguetón también glorifica el dinero y el ser pudiente, ganar mucha plata. El dinero no hace feliz a nadie. Yo he tenido mucho dinero en temporadas, probablemente en las peores de mi vida. ¿Por qué no hace feliz a nadie el dinero? Bueno, porque el mecanismo que hace que glorifiques el dinero. Es un mecanismo muy nuevo. Los deseos infantiles o juveniles son los que realmente, te hacen feliz. Y son muy ajenos al dinero. Pero luego, por otra parte, creo que (el reguetón) ha generado una industria que permite vivir a mucha gente. Que de otra manera no tendrían nada de qué agarrarse. Y por ahí, pues, bienvenido sea.
Musicalmente, pues es un poco pobre, quizá paupérrimo. Y bueno, pues, en fin. Ahí está. No sé si para quedarse o no. Pero es un fenómeno que, más allá del análisis que acabo de hacer ahora mismo, no me resulta interesante”.
¿Cómo volvió a rearmar la banda después de la muerte, en 2016, de Alejandro Blanco, bajista del grupo?
“El peor momento en la historia de Ilegales ha sido la muerte de Alejandro. Fue una muerte no anunciada. Tenía una deficiencia cardíaca hereditaria. Entonces, literalmente, una mañana le estalló el corazón. A pesar de que llevaba una vida sana. Era el más sano de nosotros. Si esto me hubiese ocurrido a mí, con las cosas que hago como festejos nocturnos, semanas de excesos y tal, pues bueno, sería entendible, pero Alejandro llevaba una vida mucho más sana. Cuando pasó, dijimos, podemos hacer dos cosas: hundirnos en un proceso depresivo, del que va a ser muy difícil salir, o seguir haciendo rock”.
¿Seguir tocando era lo que necesitaban para sobrellevar ese momento?
“El rock es la música adecuada para combatir el dolor. Incluso para expresarlo. Es una música que conlleva ese tipo de emoción. Lleva muchas más emociones. Creo que, incluso, puede curar, o al menos paliar, muchas enfermedades mentales. El rock es muy beneficioso en general. A nosotros nos salvó. Decidimos que íbamos a tocar. Y decidimos que la voz del compañero caído iba a sonar. Me parece que es una decisión adecuada, valiente, aunque dolorosa de afrontar. Estamos obligados a ser duros. Ilegales ya están hechos con un molde especial. Probablemente por eso hemos conectado muy bien con esta ciudad, con Medellín. Porque Medellín era una ciudad muy dura. Afortunadamente, hoy lo es menos. Pero sigue siendo. Tiene una vida muy paralela a Ilegales. Muchos dicen que es la banda construida a medida de Medellín. Y bueno, también a medida de otros sitios”.
¿Por qué reivindica la arrogancia del rock. Cree que le garantiza a los demás una libertad de expresión?
“Claro, es que las cosas de libertad se amplían cuando la gente que viene del mundo de la cultura, no sólo de las artes como puede ser la pintura, escultura, literatura, sino también de la política o filosofía o incluso de los medios científicos e investigadores. Estas opiniones hacen que se agranden las libertades de todo un pueblo. Si nosotros nos autocensuramos para gustar más, para vender más, estamos traicionando a todas esas libertades, esas cosas de libertad necesarias. Imprescindibles, diría yo, que cuestan mucho conquistarlas. Y en Ilegales no nos podemos permitir esa mordaza. Pero también lo que hace que pierdas credibilidad, esa contestación, es salir lanzando espumarajos gratuitos. Hay que utilizar las palabras y las ideas adecuadas, con precisión, apuntándolo, pero no de manera gratuita”.
¿Qué tan al límite se sigue viviendo después de más de 40 años de rock y de plasmar eso en sus letras?
“Muy al límite. Probablemente el ejercicio más peligroso no es meterme en líos constantemente, ni incluso pelear con el mar. Que ha intentado matarme en varias ocasiones. Y luego se ha arrepentido porque es un mar que cambia de humor cada poco. Es el Cantábrico, que es un hijo de puta. No le digáis que digo estas cosas de él, porque si no, la siguiente vez me va a ejecutar.
Lo más peligroso es ir hacia más oscuras profundidades del yo. Donde vas a encontrar cosas que asustan. Está lleno de monstruos. De ahí se pueden extraer canciones brillantes, luminosas, incluso. Pero la experiencia puede ser muy dolorosa. Y de hecho... esta edad ya puedo. Tengo una coraza y suelo ser bastante duro para meterme ahí”.
¿Cómo llega a esas profundidades?
“Provengo de la nobleza arruinada. Y soy uno de los dueños de un palacio rural. De 600 años de antigüedad. Y allí estuve solo. En algunas partes... Ahí estuve solo todo el invierno. O pasó mucho tiempo. Y otras veces, en vez de estar ahí, estoy en un sitio en la montaña. Tenemos un estudio de grabación que se llama La Casa del Misterio. Y allí es donde... Bueno, la casa de al lado estaba en ruinas. Y la he reconstruido. Entonces me voy al estudio rápidamente. Y se puede ir a encerrar... Luego todas estas frases que salen. Que a veces surgen de los sueños. Y a veces de las pesadillas. Tengo un bajo como el que tenía Paul McCartney. Lo suelo poner a la izquierda. Y a la derecha tengo una guitarra. Voy grabando todo. Muy rápidamente. Grabaciones muy someras. Y luego me traslado al estudio. Y ahí les voy dando forma. En este momento, por ese sistema, tenemos ya unas siete canciones que conformarán el disco posterior a La lucha por la vida”.
Dice que la ha pasado bien en estas más de cuatro décadas de Ilegales, ¿cuál es el balance?
“Es un buen balance. Creo que, Ilegales en general, todos los componentes, hemos tenido una alta capacidad de afrontar la desgracia y asumirla. Hemos aguantado bien. Somos buenos fajadores. Pero también hemos disfrutado mucho de los buenos momentos. Los hemos explotado a tope. Nos hemos volcado en ellos. Muy intensamente. Y desde luego el periodo creativo, se trabaja muy bien esta banda. La preparación tan dura que nos ha obligado a abandonar la facultad y que ya habíamos iniciado desde época casi infantil, nos ha servido de mucho. Hemos sido muy duros con nosotros mismos. Pero yo cuando echo la vista atrás y veo todos los discos desde el primero, este, el que tiene la pistola en la carátula, hasta esteúltimo, La lucha por la vida, con Rasputín en portada, veo que es una obra de la que estoy muy orgulloso. Es una obra cojonuda. No sé cómo lo hemos hecho. Pero lo hemos hecho. Hemos sido capaces de lo peor para hacerlo mejor. Así es como se puede definir a Ilegales”.
Por aquí puede escuchar la entrevista completa con Jorge Martínez en El Arranque a Fondo: