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El mapa del hip hop en Medellín

Intentando reconstruir la historia del hip hop en Medellín, a Sergio Andrés Ruiz, ‘Pino’, se le ocurrió hacer una cartografía sobre cómo esta cultura ha impactado nuestra geografía.

  • Tercer encuentro Cartografía Hip Hop, organizado por Pino el Bardo en la Casa del Hip Hop en Aranjuez. Foto Cortesía Pino el Bardo
    Tercer encuentro Cartografía Hip Hop, organizado por Pino el Bardo en la Casa del Hip Hop en Aranjuez. Foto Cortesía Pino el Bardo
09 de agosto de 2023
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La historia del hip hop es siempre una historia personal. La historia de los que encuentran en la música un tesoro. Una historia como la de Sergio Andrés Ruiz, más conocido como Pino.

Sergio nació en Angelópolis, un municipio en el suroeste antioqueño. Cuando tenía siete años llegó con su familia a Medellín, al barrio Moravia. El hip hop lo conoció dos años después, en 1997, en el colegio Gilberto Alzate Avendaño, en el barrio Aranjuez.

“Ahí fue que me llegó a mí, por los compañeros que llevaban casetes, llegaban así vestidos de ancho, ahí fue que pillé la cultura bien en forma, en Aranjuez”, dice Pino.

Ahí en ese colegio, donde también estudiaban Henry, el JKE de Crew Peligrosos, y Gambeta, de Alcolirykoz, y donde había tantos tan raperos, aunque luego no terminaran siendo reconocidos, a Sergio la vida se le partió en dos, porque la vida es otra después del hip hop.

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“Cuando uno viene del campo a la ciudad llega con un imaginario muy distinto. Yo al comienzo me sentí muy perdido, me parecía un lugar muy hostil, no entendía nada. Era como muy inocente. A mí lo que me hizo meterme en esta vuelta fue que el hip hop me hizo sentir que era parte de un grupo, que podía hacer cosas, que podía tener mi propio estilo, ser diferente. A mí me rayaba mucho sentir que uno tiene que ser como todo el mundo quiere que uno sea para tener un lugar... El hip hop me hizo sentir que podía ser parte de eso sin ser algo que yo no quiero ser”.

Eso que dice Pino que sintió resume lo poderoso del hip hop, lo que lo ha hecho tan popular en el mundo a 50 años de su creación. Es identidad. Es fácil de decir, pero más difícil de entender.

La identidad es algo así como la narración que hacemos de nosotros mismos para saber quiénes somos, qué lugar ocupamos en el mundo. Pero ese lugar tiene que ver más con lo que la sociedad supone de los sujetos que con lo que los sujetos se proponen de sí mismos. El hip hop, como una identidad es una forma de sacudirse de ahí, como le pasó a Pino: el hip hop le permitió ser lo que quería ser.

El hip hop es un lugar en el mundo. Por eso su historia es siempre una historia personal, porque es la historia de una vida, de cada vida. Justamente por eso ha sido tan difícil reconstruir el camino y la tradición de este fenómeno cultural en Medellín, porque cada uno tiene su propia versión de lo que ha sido. Todos son la historia, quedarse por fuera de la historia oficial sería como perder la vida.

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Buscando armar un relato donde todos tengan un lugar, Pino se propuso hacer una cartografía del hip hop en Medellín. Así, imprimió un mapa gigantesco y propuso tres sesiones de encuentros La casa del hip hop, en Aranjuez, que serían lideradas por algunos de los referentes de esta cultura en la ciudad.

La primera reunión estuvo a cargo de Atomikos CRW y Rulaz Plazco; en la segunda Niche (Colectivo AKA 47), De Loto Mc, El AKA, Jam Fyah y Donkmil; y en la tercera El Mugre (Tribu Omerta), Narco Poetas Crew, Mocho (Laberinto), McLeoud, Nana Morales y Sixmakers.

La dinámica consistía en una conversación, guiada por las anécdotas de los invitados, pero abierta a la participación de los asistentes. Todos podían alzar la mano e intervenir en todo momento. Entre todos iban identificando en los relatos las personas, los grupos y los lugares, los escribían en papelitos adhesivos y los pegaban en el mapa.

“Las cartografías sí que son bien valiosas para hacer esos análisis, porque al hacer ese ejercicio pasa algo que no pasa mucho en los conversatorios, y es que hay un debate y esa era mi intención, que la gente no se sintiera excluida por saber algo y no querer contarlo, porque hay alguien que está ahí diciendo que yo soy el dueño, es un tema de que todos somos dueños y que hay una historia ahí que es de todos”, dice Pino.

Lo que no dice el mapa

Para pensar el hip hop en Medellín hay que pensar también en el contexto. Qué pasaba en la ciudad mientras pasaba el hip hop. Y lo primero que hay que decir es que este fenómeno llegó a Medellín en los años 80, cuando la ciudad estaba a punto de convertirse en epicentro de diversas formas de violencia, primero el narcotráfico, las milicias y la violencia política, luego los paramalitiraes y las guerrillas, después de la desmovilización y el reacomodo. En fin, al hip hop le han tocado los años más difíciles de Medellín.

Lo que dice el mapa

En los años 70 no había nada. En los 80 llegó sobre todo por el break dance, pero llegó de muchas maneras, a través de personas que en esos años viajaban a Estados Unidos en buscar de mejores oportunidades laborales, algunos traquetiando, otros no. Iban y venían y traían o mandaban las cosas que allá estaban de moda, la música, la ropa... Aunque su llegada a la ciudad se ha querido oficializar con el estreno de la película Beat Street en el Teatro Lido en 1984, que incluía la presentación de Magnificent Force, grupo de break dance de Nueva York.

La fiebre por el break dance era tal que el hip hop tuvo mucha repercusión en los medios masivos de comunicación nacionales. Todos querían bailar break dance, hasta que pasó la moda y no muchos quisieron seguir.

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“En los 80 era más el breaking. En el mapa se nota que todos los nombres y lugares que aparecen en los 80 tienen que ver con el break dance. En los 90 ya empieza a hacerse más popular es el rap, la música, pero también se afianza más la idea de que el hip hop son más elementos”, recuerda Pino.

En el libro The Gospel of Hip Hop (El evangelio del hip hop) el legendario KRS ONE escribe: “El hip hop se define como la respuesta artística a la opresión. Una forma de expresión en la danza, la música, la palabra y la canción. Una cultura que se nutre de la creatividad y la nostalgia (...) La cultura incluye el rap y cualquier otra acción que se genere a partir del estilo hip hop y su cultura”.

Así, lo que pasó en Medellín en los 90 fue que el hip hop dejó de ser un baile de moda y se arraigó como una cultura. Los años 90 son los años de la explosión musical local. Había grupos regados por toda la ciudad y casi todo lo que pasaba con el hip hop pasaba en la franja central: entre Buenos Aires a San Javier.

“Ahí el rap es el que es más popular y empiezan a haber muchos conciertos, festivales, estudios de grabación. Ya los grupos quieren hacer su propia música y se hace todo un boom. Mucho rap, muchos grupos, muchos estilos. Había una variedad muy brutal y eso también ayudó a que mucha gente se metiera a este tema”, dice Pino.

Hay rap de todo tipo. Había darkside, que era como de terror, pero también había rap cristiano; chamánico; rap de fiesta, tan sexual como el reguetón, o peor; rap consciencia, contra la violencia; y rap violento, de gangsters y malevaje... había tanto que parecía que el rap se iba a tomar todo, pero no.

“En el 2000 hay una ruptura, hay una pausa, y creo que ahí es donde está el meollo del asunto de por qué se desligaron los elementos del hip hop, llega el reguetón que empieza a invadir todos los barrios y muchos raperos y muchos hip hopers la toman como la moda nueva, como su nuevo estilo de vida, y dejan de hacer rap, dejan de vestirse ancho, dejan de ser parte del movimiento. Para muchos ahí se acabó el parche y muchos grupos dejaron de hacer música. En ese momento no habían plataformas músicales y había mucho desconocimiento de la industria musical.

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El reguetón fue una avalancha, lo cubrió todo. Desde el primer momento dio cuenta de ser un gran negocio. Sonaba en las emisoras, en los colegios, en las discotecas. Era como el rap -copiaba sus formas, su estética-, pero era más prometedor y menos comprometedor.

El rap empezó este siglo en manos de unos pocos entusiastas que siguieron escuchando y haciendo la música sin que nadie les prestara mucha atención. Pero hip hop se convirtió en una especie de sinónimo de la institucionalidad. Aparecieron las escuelas y tomó otro impulso.

“Más o menos para el 2004, 2005, es que empiezan a hacerse otra vez festivales y empiezan a desarrollarse en las escuelas, Crew Peligrosos, La Gran Colombia, Kolacho. Todo lo que está marcado en el mapa a partir del 2000 tiene que ver con escuelas, con colectivos, con procesos de barrio, con acciones comunales y todos esos espacios de la ciudad.

Lo que queda por decir

Lo que sigue para Pino es digitalizar el mapa. Coger papelito por papelito y ubicar el nombre, el lugar y la fecha en un mapa interactivo donde la gente pueda entrar a consultar, pero también seguir agregando cosas. Todavía falta por poner lo que ha pasado en los últimos años, que ha sido una segunda explosión, liderada por Alcolirykoz, un grupo que ha borrado todos los límites y que ha impulsado a las generaciones que apenas están empezando a sonar.

Y lo que falta por pasar, porque el rap de Medellín está resurgiendo, y muchos grupos que fueron conocidos en la ciudad, pero que no alcanzaron a subirse a la ola de las plataformas digitales, están de vuelta, haciendo música para hacer historia.

“A mí me parece importantísimo ese ejercicio de la cartografía, porque a cada uno le llegó en el momento preciso, en el momento que necesitaba conocer, identificarse con el proyecto de vida -dice el Mocho, de Laberinto-. Mi caso fue que estaba en Laureles en una casa viendo un programa internacional donde un negro le enseñaba a tres manes a bailar y me puse a llorar porque sentía que yo era eso, yo estaba muy pelao”.

Era un día cualquier de 1983. Desde ese día el Mocho ha sido rapero. Hoy es reconocido por eso, porque hace parte de Laberinto ELC, porque es parte de la historia. Empezó a bailar break dance, a buscar otra gente que bailara en la ciudad, a hacer grafiti y después a rapear.

Si algo sabe el Mocho, que lleva 40 años en esto del hip hop, es que esta sí que es una cultura fluctuante. La gente llega por las escuelas o porque llega la música, toma lo que necesita y sigue. Los que se quedan, sostienen. Hacen música, grafiti, break dance. Se hacen un espacio en la ciudad.

Razones para celebrar

Este año el hip hop cumple 50 años en el mundo y Medellín tiene todo por celebrar. Parte de la historia de la ciudad está guardada en todas esas canciones. El hip hop es la memoria de una generación que vivió los peores años y sobrevivió para contarlo.

“La finalidad de la cartografía es que se entienda que acá en Medellín existe un movimiento hace más de 30 años que tiene una historia y muchos protagonistas que le han metido mano a esto y que han hecho muchísimas transformaciones en esta ciudad. Mucha gente en este momento está viva y tiene una vida buena gracias a esto, porque esto les dio opciones, valores, maneras de ver la vida. Les dio un lugar en el mundo”, dice Pino.

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