Las trayectorias musicales de los dos compositores antioqueños más prolíficos del siglo XX estuvieron unidas por un nudo trágico: el accidente de tránsito que cobró la vida de Gildardo Montoya en noviembre de 1976 llevó a la dirección artística de Codiscos a Darío Gómez. El salto a la fama del Rey del Despecho fue en la música decembrina, ritmo en el que Montoya fue y es el referente superior. Cuando la carrera de Darío despuntaba, Gildardo ya había compuesto la Trilogía del Arruinado, El gitano groserón, Como yo soy tan raro, Plegaria Vallenata. El primer disco de Darío data de 1976 y sus primeros cuatro álbumes son de éxitos de parranda paisa.
Otro elemento que une a los dos cantantes es la procedencia: ambos son originarios de pueblos antioqueños con una fuerte raíz campesina. Gildardo nació en el corregimiento de Palermo, municipio de Támesis, mientras Darío lo hizo en San Jerónimo. Fue en Medellín donde alcanzaron la fama, con composiciones que han superado el desafío del paso del tiempo.
Curiosamente, la obra de Gildardo ha quedado encasillada en la parranda paisa, aunque compuso numerosas canciones en los ritmos de la ranchera, el bolero, la cumbia y el vallenato. Algo parecido le sucedió a Darío: a pesar de los hits de El Grillo y El Picacho, son sus letras de amores destrozados y largas borracheras las que han permanecido en la memoria del público. En su momento Discos Victoria lanzo Mano a mano parrandero, una compilación de canciones de Gildardo y de Darío.