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Un adiós al maestro Blas Emilio Atehortúa

  • El maestro Atehortúa falleció en Bucaramanga a los 76 años. Foto: Robinson Sáenz Vargas
    El maestro Atehortúa falleció en Bucaramanga a los 76 años. Foto: Robinson Sáenz Vargas
  • Foto: Robinson Sáez Vargas
    Foto: Robinson Sáez Vargas
07 de enero de 2020
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Con un legado inmenso de composición, dirección y pedagogía detrás, el maestro antioqueño Blas Emilio Atehortúa falleció el domingo en Bucaramanga, ciudad donde residía.

Desde joven se aventuró a componer y al final de sus días el repertorio sumó más de 240 obras que se dividieron entre obras sinfónicas, de música religiosa, elegías, bandas sonoras de cine y cantatas que han hicieron que fuera considerado como uno de los mejores en Colombia.

El músico de 76 años fue un profesor generoso que, entre muchos lugares, brindó sus conocimientos al Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela.

En su natal Santa Elena, la sede de la Red de Escuelas de Música fue nombrada en su honor. “El maestro Blas fue uno de los más grandes compositores de Música sinfónica y académica de Santa Elena para el mundo”, destacó Andrés Hernández, director de la escuela de Música Blas Emilio Atehortúa de Santa Elena, que recibió este nombre en 2011 en honor al músico.

Destaca que aunque su incidencia musical académica no fue directamente en Santa Elena, “sí fue Medellín donde se abrió pasó su legado como director, docente, compositor”.

Atehortúa se formó en el Conservatorio de la Escuela de Bellas Artes de Medellín, a la que ingresó a los 12 años. Se formó también Buenos Aires cuando pasó por el Centro Latinoamericano de Altos Estudios Musicales del Instituto Torcuato Di Tella y en Estados Unidos tras ganarse una beca para estudiar en el Institute of International Education.

El Concierto No. 2 para piano y orquesta Opus 171 fue el resultado de un año entero que le dedicó a la composición tras ganarse otra beca de la Fundación Simon Guggenheim en Washington D.C. en 1993.

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“A lo largo de todas sus etapas creativas, de formación y profesionales, Atehortúa hace referencias constantes a la tradición barroca, evidentes no sólo en los títulos de las obras, sino en el contenido de las mismas, los contrastes de la instrumentación, técnicas de variación, presentación del contrapunto e impulso rítmico motriz”, escribió Ellie Anne Duque para el portal de la red cultural del Banco de la República.

“Desde la escuela de Música que lleva su nombre hemos tratado, a través de los años, de promover los conocimientos académicos del maestro Blas por medio de su música, historia, lenguajes y demás valores que en su vida fueron huella para las presentes 6 futuras generaciones”, añade Hernández y que es su deber como programa musical continuar profundizando en las enseñanzas, el legado y la humanidad de ese “silletero honorífico e hijo ilustre de Santa Elena”.

En 2017, el maestro y su familia visitaron la Escuela de Música Santa Elena, donde le hicieron un homenaje. Aquel encuentro lo califican en la escuela como “una clase maestra de alto nivel”, por las anécdotas, historias, vivencias y enseñanzas que se intercambiaron ese día.

La Filarmónica de Bogotá, por otro lado, también lamentó la pérdida. Fue esa orquesta la que estrenó en 2017 la Obertura Triunfal, Opus 255, compuesta por el maestro Atehortúa con el motivo de los 50 años de esa institución. Allí fue director titular e invitado, al igual que en la Sinfónica Nacional de Colombia.

El maestro fue homenajeado en múltiples oportunidades por su carrera artística. En 1982 recibió la Cruz Oficial de la Orden del Mérito Civil del Rey Juan Carlos en Madrid, mientras en Colombia recibió la Orden del Congreso de la República de Colombia en el grado de Cruz de Caballero en el 93.

En 2011 recibió el premio Vida y Obra del Ministerio de Cultura, de allí surgió el libro Blas Emilio Atehortúa, Tallando una vida de timbres, acentos y resonancias escrito por Susana Friedmann.

El maestro falleció tras someterse a una intervención quirúrgica. Aún no hay datos confirmados con respecto a sus honras fúnebres.

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Foto: Robinson Sáez Vargas
Foto: Robinson Sáez Vargas
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