Si hasta hace apenas un par de décadas era complejo que la gente entendiera el afán de una persona por darle sepultura a su perro o a su gato fallecido, hasta hace casi el mismo tiempo era impensable que la gente comprendiera la conmoción de dicha persona ante la pérdida.
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Pero ocurrieron varias cosas durante todo este tiempo para que eso cambiara. Ocurrió, por ejemplo, que las personas dejaron de ver a los animales como simples objetos inanimados, para considerarlos animales de compañía e integrantes plenos de la familia, es decir, dejaron de hacerlos a un lado en la toma de decisiones para incluirlos de forma indispensable en la planeación de la cotidianidad.
Y en ese sentido, las cinco libertades del bienestar animal, esas que dicen que si sos responsable de un perro o un gato, a este no se le debe dejar sufrir de hambre, de sed, de malestar físico ni dolor, que no se le deben provocar enfermedades por negligencia o descuido, que no se debe someter a condiciones de miedo ni estrés, y que se le debe permitir manifestar su comportamiento natural; se consolidaron en un vínculo absolutamente humanizado de amor, cuidado y protección.
Entonces, la muerte de estos seres dejó de ser “algo menor” y el duelo provocado por ello, también.
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Precisamente por eso, Lina María Heredia, una psicóloga especialista en intervenciones psicosociales nacida en Medellín, escribió el libro Huellas en el corazón, publicado recientemente por la editorial Señal Editora, en el que se desglosa cómo la comunicación y la interacción cotidiana que se produce entre un humano y un animal hace que se intercambien experiencias y que se produzcan unos hábitos que benefician el mundo social, emocional y físico de ambas especies.
En EL COLOMBIANO hablamos con ella.
¿Por qué decidió escribir un libro sobre la gestión del duelo por animales de compañía?
“Bueno, vengo trabajando en el tema del duelo por el fallecimiento de animales de compañía ya hace varios años, y es justo ese recorrido, ese escuchar a tantas personas, hombres, mujeres y niños afligidos por perder o por la fractura de esa relación con su perro o su gato, lo que me llevó a pensar: ‘He aprendido mucho a través de estas historias y esto hay que escribirlo’.”
En el libro se habla de la gestión del duelo por animales de compañía bajo tres perspectivas imprescindibles para la recuperación de ese duelo: la comunicación, el abrazo y la compañía. ¿En qué consisten?
“Estas son tres estrategias vitales para la recuperación de un duelo cuando se pierde a un ser querido, que ya sabemos que son pérdidas que se equiparan, que no hay ninguna diferencia entre perder a un papá, una mamá, un tío o un animal, porque técnicamente con cada una de esas pérdidas se vive el mismo proceso.
La primera consiste en escuchar abiertamente, sin juzgarlo y sin criticarlo, a un sujeto que llega en un estado de aflicción con una experiencia negativa o aplastante por la pérdida de su perro o de su gato, porque de esta forma se va a sentir arropado o acompañado.
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La segunda consiste en abrazar, porque el abrazo es un analgésico o un antídoto en un proceso de duelo, pues tendemos a ser más fuertes cuando estamos acompañados de otro en un proceso tan lamentable que es quedarse absolutamente solo sin la presencia de un ser querido.
Y la tercera, que es la compañía, sirve para poder recoger la existencia afligida y a esa persona que está sufriendo la partida de su perro o su gato”.
¿Y esas tres fórmulas deben ejecutarlas un profesional?
“No, no tienen conservantes ni colorantes, son gratis, y de verdad pueden ayudar a una persona en duelo, es decir, no solo las puede ejecutar un profesional, puede ejecutarlas un familiar, alguien del grupo de trabajo, un amigo, la persona que esté disponible y dispuesta a acompañar un momento de crisis”.