En un pequeño cuarto de un barrio de Buenos Aires, la comunicadora y trabajadora social Maríandrea Villalba Gómez graba los videos de El Parche Ilustrado, un proyecto educativo que utiliza las redes sociales para difundir conocimiento sobre el lenguaje hablado por los diferentes sectores de Medellín.
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Allí, en ese cuarto sin muebles, pocos libros y un conjunto de fotos de celebridades culturales pegado en la pared, Maríandrea hace las veces de libretista, directora, editora y actriz. Esta mañana graba un video en el que cambia de vestuario para darle vida a una nea, una nea ilustrada y una ‘pupi’.
Aunque el lenguaje es universal, las formas concretas de él obedecen a fenómenos de clase social, realidad geográfica y condiciones materiales. Es decir, la nea del Poblado tiene un léxico distinto a la nea de Aranjuez, para mentar un barrio cualquiera. De esos matices en el habla se ocupa El Parche Ilustrado. Y lo hace con las dosis de humor necesarias para no naufragar en el universo de las redes sociales y de los creadores de contenidos.
En uno de los cambios del vestuario, y mientras ajusta su celular para seguir con la grabación, Maríandrea cuenta que durante los estudios de pregrado le interesaron la prensa y la radio, no tanto la producción audiovisual. Le gustó la prensa por su cercanía con la lectura y la escritura. Por su parte, el origen de su inclinación por la radio se remonta a las épocas de la infancia, cuando acompañaba a su abuelo, el locutor Eduardo Villalba, a las cabinas de las emisoras.
En esos sitios, ella —que de por sí tiene una voz radial— supo de las seducciones de la profesión radiofónica. Sin embargo, por las famosas vueltas de la vida, ha sido el circuito audiovisual, más precisamente el relacionado con la creación de contenidos para redes sociales, el que le ha dado un barniz de celebridad y el que promete ser su campo de labor profesional en los años venideros.
La conversación con Maríandrea sigue el ritmo de la producción del video. Ella destina una mañana de su semana a grabarse con un celular puesto en un trípode. Se ubica de tal manera en el cuarto del segundo piso de su casa para que la luz de las lámparas y de la ventana no saturen el ojo de la cámara. Sus videos salen al público los domingos.
Hasta el momento ha lanzado poco más de cincuenta videos, casi todos ellos han recibido miles de comentarios o reacciones de los internautas. En un momento de la entrevista, Maríandrea confiesa no saber bien porqué las audiencias se comportan como lo hacen ni entender las lógicas del algoritmo.
Ella, que hace presencia en TikTok, Instagram, Facebook, no entiende porqué durante el año que lleva con los trabajos del Parche Ilustrado sus videos rozan la viralidad mientras los de una amiga abogada, que hace contenidos relacionados con asuntos del derecho, casi que pasan desapercibidos en ese océano de risas, babas y sangre que son las redes sociales. Más allá del misterio del gusto popular, lo cierto es que Maríandrea ya comenzó a monetizar su trabajo: hace pocos días recibió los primeros diez dólares por los videos.
Le pregunto a Maríandrea por el prejuicio que hay respecto a los influencers. Casi siempre que se piensa en personajes de este tipo se viene a la mente las siluetas de gente que está dispuesta a hacer el ridículo con tal de ganarse pulgares arribas o comentarios en sus muros. Ella reconoce que muchos creadores de contenido son así.
También —aclara— los hay interesados en otro tipo de información. Y tiene razón: en las redes sociales hay individuos que le enseñan a otros a tocar el piano, a sembrar una planta, a lidiar con las crisis emocionales, a saber qué quiere decir alguien cuando dice “sos muy atembao” o “qué chimba de canción suena en la emisora”. De alguna forma, las redes sociales son un espejo de los gustos y las fobias de la civilización. En ellas la gente —a la manera del personaje de Pessoa— finge sentir lo que realmente siente.
Lectora de Néstor García Canclini, Maríandrea sabe esto bien y lo pone en práctica en sus videos. Luego de grabar el contenido, Maríandrea se sienta en la sala de su casa. Allí, con las manos puestas en una gata que maulló todo el rato de la grabación, habla de sus planes. Cuenta, por ejemplo, que a petición de sus seguidores hará un pódcast y diseñará tertulias para compartir con ellos en escenarios reales. También tiene en la mira la edición de un libro con la información que ha dado en sus videos del Parche Ilustrado. En otras palabras, dará el salto de la pantalla a la realidad.
Este, por supuesto, es el sueño de toda la gente que se dedica a entretener, informar y educar a los demás. Aquello que comenzó como un ejercicio de divertimento se está volviendo una comunidad de interesados por las palabras callejeras y sus significados dentro y fuera de los diccionarios.
